La destrucción de un monasterio perteneciente al culto sufí en la occidental ciudad iraní de Boroujerd resaltó una vez más el ambiente hostil que deben enfrentar las minorías religiosas y las sectas heterodoxas en este país.
Según Mohsen Yahyavi, legislador conservador que representa a Boroujerd en el Parlamento iraní, el problema comenzó cuando los sufistas secuestraron y golpearon a varios jóvenes que asistían a una mezquita vecina. El legislador agregó que otras personas que acudieron en su ayuda también fueron agredidas y que las fuerzas de seguridad debieron intervenir.
Los sufistas relatan otra historia. Una joven seguidora de esta doctrina islámica, que vive en Teherán pero tiene parientes en Boroujerd, dijo a IPS que el acoso hacia ellos ha sido una constante desde hace muchos años en esa ciudad, donde el culto sufí tiene un importante número de adherentes.
El sufismo es la rama mística del Islam, que privilegia la experiencia personal por sobre la religión organizada.
La joven relató que un grupo de "vigilantes" religiosos ya había tratado de demoler el monasterio sufista en una ocasión anterior y que destrozaron parte de sus muros. El 10 de este mes lograron destruirlo completamente.
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La noche anterior, agregó, los vigilantes y la milicia Basij realizaron un simulacro de ataque a una mezquita vecina, donde se desarrollaba una reunión para criticar las creencias sufíes. Los miembros de este culto fueron culpados por la supuesta agresión para justificar la destrucción del monasterio.
"Los sufíes se negaron a abandonar el edificio, tal como lo habían exigido los asaltantes, y llamaron a las fuerzas de seguridad, pero éstas se retiraron pasada la medianoche y hubo un apagón. Hubo enfrentamientos fuera del monasterio y quienes estaban en el interior quedaron a merced de los vigilantes, que tenían gases lacrimógenos y aerosoles de pintura", indicó la joven.
"Demolieron el monasterio que ya estaba en llamas, porque los vigilantes habían prendido fuego a un edificio vecino y el incendio se extendió. Fue entonces cuando reaparecieron las fuerzas de seguridad y arrestaron a los sufíes. Al día siguiente, las autoridades arrasaron lo que quedaba de él. Ahora no hay traza del monasterio", agregó.
Según informaciones periodísticas, más de 180 seguidores de la doctrina fueron arrestados y hubo alrededor de 80 heridos durante los incidentes.
La jerarquía religiosa chiíta —una de las ramas del Islam, mayoritaria en Irán— es hostil hacia los sufistas. Aunque adhieren a las reglas de la "shariah" (ley islámica), los consideran peligrosos por sus tradiciones heterodoxas como la "sama", que incluye danzas, la música y el "dhikr" (recitado de los nombres divinos de Alá).
La revolución islámica de 1979, que catapultó al poder a los clérigos conservadores chiitas, decretó que la shariah sería el fundamento de todas las leyes del país. La nueva Constitución no reconoció ningún derecho a las otras ramas del credo musulmán, como la sufí o la sunita.
El sufismo es una tradición mística dentro del islamismo. Sus adherentes buscan revelaciones divinas a través de la danza y los poemas, especialmente los del poeta persa del siglo XIII Jalalad-Din Rumi. El culto se extiende desde Turquía a India, pero es visto con sospecha por las jerarquías chiítas y sunitas.
En Irán, clérigos tradicionalistas como los ayatolás Safi Golpaigani, Makarem Shirazi, Fazel Lankarani y Nouri Hamadani, han dictado fatwas (decretos religiosos) contra los sufistas, a quienes consideran heréticos. Asimismo, ven al gobierno del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, como custodio de los valores de la fe.
Los sufistas señalan que las fatwas han dado a los cuerpos de seguridad, como el Ministerio de Inteligencia, una razón para suprimir a la orden y a los vigilantes religiosos una excusa para atacarlos en sus lugares de culto.
Otros religiosos han acudido en defensa de los sufistas, señalando que gozan del derecho a la libertad de culto. El ayatolá Montazeri, un clérigo muy influyente con una gran cantidad de seguidores en todo Irán, dijo luego del ataque a un monasterio sufí en febrero de 2006 que no existía justificación religiosa para esa clase de actos.
Mehdi Karrubi, ex presidente del Parlamento iraní, líder del partido reformista Etemad Melli y clérigo chiíta, en varias ocasiones escribió cartas a los ayatolás y funcionarios del gobierno para reivindicar la libertad religiosa de los sufistas.
Luego de la destrucción del monasterio en noviembre, Karrubi envió una carta abierta al ministro del Interior, Mostafa Pour Mohammadi, para recordarle los derechos fundamentales de los ciudadanos y advertirle que la custodia de su seguridad y pertenencias es un deber primario de todo gobierno.
Cuando ese texto fue publicado en el diario de Karrubi, Etemad Melli, su autor se convirtió en blanco de los ataques de los clérigos tradicionalistas de línea dura.
La violencia contra los sufistas y la destrucción de sus lugares de culto también han sido condenadas por el partido reformista Mosharekat. Su vicepresidenta reclamó a las autoridades que pongan fin al acoso que sufren los miembros de ese culto.
Actualmente la orden es presidida por Nour Ali Tabandeh —también conocido como Majzoub Ali Shah— un profesor universitario y juez retirado.
En octubre de 2006, Tabandeh fue forzado por las autoridades a abandonar su ciudad natal, Bidokht Gonabad, donde solía pasar cada año el mes de la fiesta religiosa musulmana del Ramadán concediendo audiencias a sus seguidores de todo el país. Fue escoltado por agentes de seguridad a Teherán.
Aunque Tabandeh no ha demostrado hasta el momento aspiraciones políticas, se sabe que apoya al Frente Nacional Iraní y al Movimiento por la Libertad, ambos prohibidos por el gobierno de la república islámica.
El ataque a un monasterio sufí en la ciudad de Qom en 2006 —criticado por el ayatolá Montazeri— culminó con el arresto de 1.200 seguidores del culto. Durante los choques entre los vigilantes y los sufistas hubo centenares de heridos.
El monasterio y la casa del líder del culto en Qom, Ahmad Shariat, fueron demolidos hasta los cimientos por las autoridades. Alegaron que habían sido construidos sin permiso y los terrenos fueron convertidos en playas de estacionamiento.
Asimismo, 52 seguidores de la doctrina y algunos de sus abogados fueron condenados a penas de prisión y azotes. Shariat recibió una sentencia a un año de cárcel, debió pagar una multa —para evitar los azotes— por perturbar el orden público y se le prohibió vivir en Qom por 10 años. Una corte de apelación los redujo a nueve e impuso otra multa en lugar de la pena de prisión.
"Los ataques contra los sufistas se han incrementado desde que Ahmadinejad es presidente. En diciembre del año pasado ordenó al Ministerio de Cultura una revisión de sus políticas para prevenir la actuación de personas o sociedades 'pervertidas' que actúan bajo la 'cubierta' del misticismo y el espiritualismo", dijo a IPS un analista que pidió mantener su nombre en secreto.
"La persecución de los sufistas debe ser vista como parte de un plan más amplio para suprimir grupos de referencia alternativos. Los clérigos tradicionalistas de línea dura que llevaron al poder a Ahmadinejad enfrentan un peligro creciente de perder su influencia en la gente a causa de su intolerancia", agregó.
Asimismo, señaló, "el secularismo avanza. Cada vez más jóvenes se sienten atraídos por el sufismo. Como defensores del secularismo, y a causa del atractivo que ejercen por su tolerancia, los sufistas son vistos como un gran peligro, ya que constituyen para muchos una buena alternativa a la ideología oficial".
"El brazo armado del clero chiíta, la Guardia Revolucionaria, recientemente calificó a los sufistas, junto con las feministas, los defensores del pluralismo religioso y las organizaciones no gubernamentales como amenazas para el Estado. Esos grupos pueden ofrecer liderazgo y capacidad de organización y movilizar a la gente contra el régimen", concluyó el analista.