El senador Chuck Hagel, del gobernante Partido Republicano, reclamó al presidente de Estados Unidos, George W. Bush, un diálogo «directo, exhaustivo y sin condiciones» con Irán.
Hagel destacó que las presiones económicas para persuadir a Irán para que abandone su programa nuclear estaban llegando "a un punto muerto", en medio de "crecientes diferencias con nuestros aliados" que probablemente se profundizarán.
Mientras trascendía la carta del senador oficialista a Bush y otros funcionarios del gobierno, aumentan las discrepancias entre los precandidatos presidenciales del opositor Partido Demócrata sobre la política a seguir con Irán.
"A menos que haya un giro estratégico, creo que nos veremos en una posición peligrosa y de progresivo aislamiento", escribió Hagel en su carta, también enviada al secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, y la secretaria de Estado (canciller), Condoleezza Rice.
"Este es el momento para que Estados Unidos considere cuándo y cómo ofrecer conversaciones directas, exhaustivas y sin condiciones a Irán", afirmó.
Esos esfuerzos deberían combinarse con renovadas gestiones —en conjunto con los aliados de Washington— para presionar a Teherán con sanciones económicas, incluida una nueva resolución del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
"Este enfoque fortalecerá nuestra capacidad para tratar con Irán", señaló Hagel. "Nuestros amigos y aliados tendrán más confianza para acompañar nuestra posición si buscamos incrementar la presión, incluyendo sanciones más severas."
"Esto puede crear una nueva dinámica histórica en la relación bilateral, forzando a los iraníes a reaccionar ante la posibilidad de mejores relaciones con Occidente", agregó.
La carta, que fue hecha pública por el director del programa de estrategia nacional de la Fundación Nueva América, Steven Clemons, en su influyente blog http://thewashingtonnote.com, fue enviada mientras crecen las especulaciones sobre un ataque militar de Estados Unidos contra Irán en algún momento del próximo año.
Estas versiones se multiplicaron rápidamente desde que Bush planteó en una conferencia de prensa hace dos semanas la posibilidad de "una Tercera Guerra Mundial" en caso de que Teherán obtenga aunque sea el conocimiento necesario para fabricar un arma atómica..
Los objetivos serían la Guardia Revolucionaria, un cuerpo armado de elite al que Washington acusa de dirigir los ataques de milicias chiitas patrocinadas por Irán contra las tropas estadounidenses en Iraq, las instalaciones nucleares, o ambos.
Varios días después, en un discurso que pronunció en el Instituto de Políticas para el Cercano Oriente de Washington —un centro de estudios proisraelí de línea dura— el vicepresidente de Estados Unidos, Dick Cheney, advirtió a Irán sobre "serias consecuencias" si no abandonaba su programa nuclear.
En esa ocasión, también lo acusó de estar "directamente involucrado en el asesinato de estadounidenses".
"No vamos a permitir que Irán tenga un arma nuclear", aseguró Cheney, en lo que analistas informados consideraron una clara escalada retórica respecto de comentarios anteriores de funcionarios de su gobierno, quienes habían dicho que consideraban "inaceptable" el desarrollo de un arsenal atómico por parte de Teherán desarrollara un arsenal atómico.
Además de esta escalada, analistas en el Congreso legislativo notaron la inclusión de un pedido de 88 millones de dólares —incluido en el presupuesto adicional de defensa de 200.000 millones de dólares— para modificar los bombarderos B-2 "Stealth".
Los cambios les permitirán cargar bombas diseñadas para destruir instalaciones subterráneas en respuesta a "urgentes necesidades operacionales de los comandantes en el terreno".
En el actual contexto geoestratégico, el único blanco lógico para ese tipo de arma serían las instalaciones nucleares iraníes, según la mayoría de los expertos en materia de defensa.
Esto se suma a nuevas regulaciones aprobadas por el gobierno, que le otorgan autoridad para imponer severas sanciones financieras contra compañías extranjeras y bancos que hagan negocios con la Guardia Republicana, que controla un imperio económico en Irán.
Las relaciones con Teherán fueron así catapultadas al primer plano de la campaña para las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre de 2008.
Los principales aspirantes republicanos a la Presidencia —el ex alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, el ex gobernador Mitt Rommey y el senador John McCain— mostraron posiciones tan duras como las adoptadas por el gobierno de Bush.
De hecho, el equipo de expertos en política exterior de Giuliani, dominado por neoconservadores, propiciado abiertamente un ataque contra Irán si no suspende su programa nuclear.
Los demócratas aparecen más divididos. La senadora Hillary Rodham Clinton —favorita para ganar la candidatura de su partido— ha sido la que asumió hasta el momento las posiciones más duras.
De los cuatro senadores que se presentaron como precandidatos, ella fue la única en apoyar favorablemente una resolución que pedía a Bush declarar a la Guardia Republicana como una "organización terrorista".
Ese texto fue aprobado por 76 votos contra 22 y aproximadamente la mitad de los senadores demócratas se opusieron.
Los otros aspirantes criticaron la decisión de Rodham Clinton, argumentando que podría ser utilizada por el gobierno para justificar un ataque a bases de la Guardia Republicana que podría precipitar un conflicto prolongado.
Desde entonces, Rodham Clinton ha asegurado en repetidas ocasiones que su voto no debe ser interpretado como un aval para una guerra con Irán.
Incluso presentó un proyecto de ley, junto a otros senadores, que requiere a Bush solicitar la aprobación del Congreso legislativo antes de iniciar cualquier operación militar de envergadura contra Teherán.
Al mismo tiempo, la mayoría de los precandidatos demócratas —Rodham Clinton entre ellos— han enfatizado en varias oportunidades su apoyo a un diálogo diplomático con Irán, de alcance mucho más amplio que el emprendido en el pasado verano (boreal) entre los embajadores de Estados Unidos e Irán en Bagdad, que estuvieron limitadas al tema de la estabilización de Iraq y nunca fueron formalmente concluidas.
Hagel ha sido muy crítico de la política de Bush hacia Iraq y de la retórica belicosa del gobierno respecto de Irán. Es el primer senador republicano de peso a nivel nacional que pide un diálogo sin condiciones con Teherán con una amplia agenda, que incluya el programa nuclear.
El gobierno de Bush siempre rechazó este punto si Irán no abandonaba previamente su programa de enriquecimiento de uranio.
Hagel peleó en la guerra de Vietnam (1964-1975) y fue condecorado. Hasta hace pocos meses estaba considerado como un precandidato presidencial con posibilidades.
Ha sido el favorito de los expertos en política exterior que creen que la invasión de Iraq fue un colosal error estratégico y se oponen a los neoconservadores que, dentro del gobierno, están liderados por el vicepresidente Cheney.
Aunque Hagel ha sido mucho más franco y abierto que sus colegas republicanos, se cree que sus opiniones reflejan las de otros importantes legisladores del partido, incluidos los dos senadores oficialistas de mayor peso en las comisiones de Relaciones Exteriores, Richard Lugar, y Defensa, John Warner.
Lugar y Warner fueron los únicos republicanos que votaron contra la resolución que pedía que Bush declarara "organización terrorista" a la Guardia Republicana Iraní.
También se cree que los puntos de vista de Hagel reflejan el pensamiento de Gates y los más altos jefes militares, incluido el nuevo jefe del Estado Mayor Conjunto, almirante Michael Mullen.
Según Clemons, el almirante William Fallon, el militar de mayor jerarquía en la región de Medio Oriente y el Golfo Pérsico (o Arábigo), envió a Hagel una nota de felicitación al conocer el contenido de la carta del senador a Bush.
Aunque Hagel anunció que se retirará de la política al término de su periodo legislativo, la semana que viene dará un discurso —que probablemente será una ampliación de su carta— en uno de los centros de estudios sobre seguridad nacional más influyentes de Washington, el Centro para Estudios Estratégicos e Internacionales.
En su carta, el senador le expresó a Bush que Estados Unidos no está en condiciones de conservar el apoyo internacional para su política hacia el Golfo porque, en buena medida, los aliados de Washington piensan "que el objetivo real es producir en Irán un cambio de gobierno, no un cambio de conducta".
"Si esto continua, nuestra capacidad para mantener un frente internacional unido se verá debilitada, a medida que aumenten en los otros países las dudas sobre nuestros motivos y no estén dispuestos a arriesgarse a una confrontación abierta con Irán. Esto nos dejará cada vez con menos opciones políticas", afirmó.