La comunidad de descendientes de indios en Malasia ignoró las advertencias del primer ministro Abdul Badawi y desafiaron la represión policial, al protestar contra la discriminación y reclamar el reparto igualitario de la riqueza.
La manifestación del domingo, la primera de grandes proporciones desde la independencia de este país en 1957, cerraron el centro de la ciudad.
Se instaló el caos cuando comerciantes y trabajadores huyeron en todos los sentidos a causa de los gases lacrimógenos que llovieron sobre los manifestantes y enturbiaron el aire.
Unas 20.000 personas habrían participado en la protesta, según el independiente sitio de noticias en Internet malaysiakini.com. Otras estimaciones elevan la cifra a 50.000.
La mayoría de la comunidad india en Malasia se compone de descendientes de inmigrantes tamiles llegados a este país en el siglo XIX.
Muchos de los manifestantes fueron obligados a dar marcha atrás o resultaron detenidos cuando intentaron ingresar en la ciudad desde el interior, informó un organizador de la Fuerza de Acción por los Derechos de los Hindúes (Hindraf, por sus siglas en inglés), institución creada en 2005.
Muchos manifestantes agitaron la bandera de Malasia y llevaron fotos del líder de la independencia de India, Mahatma Gandhi, colgadas del cuello como forma de destacar el carácter no violento de la protesta.
También llevaban pancartas para urgir a las autoridades a dejarlos expresar sus quejas en paz. "Sólo queremos contarles nuestros problemas. No nos traten como animales", rezaba un cartel.
Pero sus reclamos de comprensión y moderación fueron desoídos.
"Al participar masivamente demostramos que no somos cobardes", señaló el abogado P. Uthayakumar, el más conocido de los dirigentes de Hindraf.
"El gobierno ya no nos puede ignorar más. Somos una fuerza que tendrá que tomar en cuenta", dijo a IPS entre la nube de gases lacrimógenos.
Uthayakumar y añadió que su organización intensificaría la lucha por la justicia, en especial respecto de los bajos salarios.
El estancamiento económico, el alza de los precios de alimentos y combustibles y la competencia por los empleos con trabajadores inmigrantes afectaron a los indios más que a otras comunidades, incluidas la mayoría malaya y los chinos, que controlan gran parte de las empresas.
La policía demoró seis horas en controlar el centro de la ciudad. Lujosos comercios denunciaron pérdidas por millones de dólares.
La policía disparó gases lacrimógenos, reprimió a los manifestantes y empleó camiones lanza agua, a los que añadió algún producto químico, pero los manifestantes jugaron al gato y al ratón para escapar de las fuerzas del orden.
Finalmente, una veintena de manifestantes resultaron heridos y muchos fueron detenidos.
Legisladores de la oposición condenaron el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes que sólo querían denunciar sus problemas en forma pacífica.
"El uso excesivo de la fuerza es totalmente injustificado", declaró el opositor Lim Kit Siang. "Considero al primer ministro Abdullah Badawi directamente responsable de las heridas sufridas por la gente. Las personas mostrarán su rechazó a la violencia en las elecciones de marzo próximo."
Los manifestantes pedían permisos y puestos de trabajo, becas universitarias y el goce de privilegios reservados hasta ahora exclusivamente a los malayos.
En ese sentido, elevaron un memorando a la Alta Comisión Británica en Malasia para que Gran Bretaña interceda por ellos ante las autoridades nacionales.
La policía impidió a los manifestantes el paso a la sede de la Comisión en el enclave diplomático de Ampang.
"Los británicos trajeron a nuestros antepasados aquí hace 150 años. Nos explotaron y nos dejaron a merced del gobierno de la mayoría musulmana", señaló Kulasegaran Murugesan, legislador opositor que participó en la manifestación.
"No logaron asegurar nuestro bienestar. Tenemos derecho a denunciar nuestros problemas", dijo a IPS.
Antes de la manifestación, la policía detuvo el viernes a tres miembros de Hindraf recurriendo a leyes de la época colonial.
Las personas de origen indio, que constituyen ocho por ciento de los 26 millones de de habitantes de este país, se quejan de que la mayoría malaya recurre al poder político para quedarse con empleos, educación y oportunidades de negocios.
"Hemos sido despojados. Queremos lo que nos corresponde", reclamó Uthayakumar. "Además nuestros templos fueron destruidos, nuestras escuelas marginadas y nuestra gente sufre por la terrible marginación."
Las autoridades niegan esa situación y sostienen que todas las comunidades tienen su participación. Pero sus quejas encontraron apoyo entre la población tamil, que ha sufrido mucho.
"Tengo un camión, pero tengo que pagar unos 119 dólares para rentar un permiso para conducir y poder trabajar", relató Selvarajah Ramakrishnan, de 46 años, padre un bebe de 10 meses.
"Hace 15 años que pido el permiso y no lo consigo", dijo a IPS, y añadió que muchos indios padecen una marginación similar. "¿Cómo voy a alimentar a mi familia? ¿Qué futuro tendrá mi hija? ¿Por qué tengo que ser discriminado en mi propio país?"
Los legisladores de la oposición y activistas por los derechos civiles concuerdan con las quejas de los tamiles, pero también les preocupa el énfasis religioso y étnico de los líderes de la Hindraf.
La destacada figura de la oposición Anwar Ibrahim describió la manifestación como una importante "válvula de escape" que permitió expresar la ira acumulada por los tamiles desde hace tiempo y urgió al gobierno a permitir la libre expresión.
Pero también expresó su preocupación por el enfoque de Hindraf y urgió a sus líderes a considerar un rumbo más equilibrado e inclusivo al lidiar con las quejas de los tamiles.
Deben dirigir sus quejas a la corrupta coalición gobernante que encabeza Badawi, responsable de los graves abusos de poder y la que sigue marginando, no sólo a los indios sino también a otros grupos étnicos, sostuvo Anwar.
"Culpar a los malayos de la dura situación de los tamiles no está bien y no es constructivo para lograr los cambios deseados. Debemos reclamar justicia para todos los malasios", remarcó.
Los malayos musulmanes, alrededor de 60 por ciento de la población, ostentaban la peor situación económica desde la independencia en 1957, pero gracias a la política "malayos primero" lograron avanzar en varios frentes y hoy conforman una importante clase media.
Los chinos, los primeros en llegar, para trabajar en las minas de estaño, ahora representan 25 por ciento de la población y controlan alrededor de 60 por ciento de la economía.
En el centro de la polémica se encuentra la Nueva Política Económica pensada para erradicar la pobreza, sin distinción de razas, dar bienestar y garantizar la igualdad económica.
Pero en su implementación, los malayos fueron los más beneficiados, incluido el empleo preferencial, la educación, las becas, los negocios y el acceso a viviendas más baratas.
Sea como sea, una nueva minoría tamil supondrá un problema para Badawi con vistas a las elecciones generales de marzo.
Muchos manifestantes aseguraron que votarían a la oposición si sus reclamos no eran atendidos.