COMERCIO: Costosa prosperidad

Buena parte de los adultos que cuestionan los biocombustibles, porque aumentan los precios agrícolas, lucharon en el pasado contra el «deterioro de los términos de intercambio», es decir la devaluación de los productos primarios frente a los industrializados como un factor clave del subdesarrollo.

La solución apuntada para escapar de la pobreza era, décadas atrás, industrializar a los países exportadores de productos básicos. Ahora que la tendencia parece invertirse, se trata de contener el alza de los precios de los alimentos para no ampliar el hambre en el mundo.

El siglo XX se caracterizó por la caída persistente de los precios de las materias primas, que en 2000 habían perdido "entre 50 y 60 por ciento del valor relativo que tenían frente a las manufacturas hasta la década del 20", según estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo identificó una merma de 2,8 por ciento al año, entre 1977 y 2001, en los precios reales de 41 materias primas de las 46 más importantes para el mundo en desarrollo.

El Banco Mundial, en tanto, comprobó que entre 1980 y 2002 la rebaja fue de 47 por ciento en los productos agrícolas y de 35 por ciento en metales y minerales.

Una explosión generalizada de los precios en los últimos cinco años creó el neologismo "agflación", la inflación provocada por el sector agrícola.

Las causas más apuntadas son la demanda fuertemente incrementada por el acelerado crecimiento económico de China e India y la desviación de cosechas, especialmente del maíz estadounidense para la producción de biocombustibles.

Pero las interpretaciones de ese vuelco son variadas.

El costo de los fertilizantes es la razón principal del alza de los productos agrícolas desde el año pasado, y no la demanda ni los biocombustibles, opinó André Nassar, director del Instituto de Estudios del Comercio y Negociaciones Internacionales, de apoyo a los negocios agropecuarios de Brasil.

El precio de los abonos nitrogenados aumentó 137 por ciento en Estados Unidos de 2002 a la fecha y los fertilizantes en general en Brasil se encarecieron 90 por ciento en el mismo período, indicó a modo de ejemplo en un artículo periodístico. Pero el experto cree que a larga los alimentos volverán a abaratarse en términos reales, debido al avance de la productividad.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) —entre cuyos 30 miembros figuran todos los del Norte industrial—, en un informe conjunto sobre las perspectivas agrícolas 2007-2016 divulgado en julio, estiman que los "cambios estructurales" pueden mantener los precios elevados en los próximos 10 años.

Una conjunción de factores, sin embargo, sugiere un vuelco definitivo en la evolución de los precios. La escasez de recursos naturales, esperada para un futuro no muy lejano, tiende a repetir el ejemplo del petróleo, cuyos precios inciden en los costos más elevados, especialmente en el transporte de productos voluminosos como los primarios.

Las advertencias ambientalistas adelantan esa tendencia. Hace tres años, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) señalaba que el consumo de la humanidad supera en 20 por ciento la capacidad del planeta para regenerar sus recursos.

Millones de personas sufren escasez de agua dulce y la situación se agravará con una mayor demanda de la agricultura, cuyo consumo ya asciende a 70 por ciento del total del recurso hídrico.

Más grave es que se pueden agotar, aun en este siglo, las reservas económicamente viables de roca fosfática que proveen a la agricultura del fertilizante fosforado, uno de los tres más usados junto con el nitrógeno y el potasio. Mucho antes sus precios reflejarán la escasez.

Los yacimientos productivos en las condiciones actuales alcanzan a 18.000 millones de toneladas, dos tercios de los cuales se concentran en China y Marruecos, según el Monitoreo Geológico de Estados Unidos (US Geological Survey, Mineral Commodity Summaries 2007).

El consumo mundial fue en 2005 de 147 millones de toneladas, pero con un crecimiento previsto de 2,3 por ciento al año, que se intensificaría con la fiebre agroenergética.

Las reservas conocidas ascienden a 50.000 millones de toneladas, pero la mayor parte no es aprovechable económicamente por ahora. El fósforo es "el cuello de botella de la vida", definió Isaac Asimov, el novelista ruso-estadounidense maestro de la ciencia ficción, por tratarse de un elemento insustituible y esencial para cualquier ser viviente.

Los cambios climáticos agregan costos adicionales, al extremar fenómenos como las sequías, tempestades e inundaciones, provocando pérdidas de cosechas y mayor necesidad de seguros y almacenaje ante las incertidumbres. El derretimiento de los glaciares, como los de la cordillera de los Andes, reducirá el agua dulce en muchas partes.

La necesidad de conservar la biodiversidad y los bosques limita las tierras disponibles para la agricultura.

Se trata de un conflicto violento en países como Brasil, donde la Amazonia y otros ecosistemas tienen millones de hectáreas deforestadas cada año, por el avance ganadero y agrícola, la apropiación ilegal de tierras y la extracción maderera, contra la creciente resistencia ambientalista.

Las exigencias ambientales imponen límites también al proceso tecnológico que permitió aumentar la productividad y bajar los precios agrícolas en las últimas décadas. La llamada "revolución verde" es hoy más bien anti-verde, por promover extensos monocultivos, el uso intensivo de fertilizantes y agrotóxicos, la mecanización que resta empleos y ahora las semillas genéticamente modificadas.

La sobreexplotación da la mano de obra es otra contrapartida a los precios declinantes. Así como también la quiebra de millones de pequeños agricultores imposibilitados de competir con la agricultura a gran escala.

A pesar de los precios agropecuarios deprimidos hasta un lustro atrás, el hambre afecta a 850 millones personas en el mundo, situación que se agrava con el aumento de los precios de los alimentos.

La importación de alimentos tiene este año un costo casi 90 por ciento superior al de 2000 para los 50 países menos adelantados, grupo compuesto mayoritariamente por africanos, mientras que para las naciones industrializadas aumentó sólo 22 por ciento, estimó la FAO.

La "agflación" favorece a los grandes exportadores de alimentos y materias primas, como Argentina y Brasil, que obtuvieron abultados saldos comerciales en los últimos años, superando sus crisis financieras. Pero golpea a los numerosos países pobres, que son importadores agrícolas netos.

Así, los cambios en los precios podrán redistribuir la prosperidad en el mundo, pero tienden a agravar las llagas sociales, si sigue prevaleciendo la "lógica" económica, ahora bajo restricciones ambientales.

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