Los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra Nueva York y Washington llevaron al hoy sargento de primera clase Darryl Cheatham a reincorporarse al ejército estadounidense. Desde enero se desempeña como instructor de policías afganos.
Cheatham asumió esa misión por el plazo de un año, cuando aún faltaban algunos meses para que las fuerzas de Estados Unidos tomaran oficialmente a su cargo la responsabilidad de capacitar a las fuerzas policiales de Afganistán.
Este nativo del sudoriental estado estadounidense de Carolina del Sur se había desempeñado en el ejército durante 10 años antes de regresar a la vida civil, pero el patriotismo le hizo volver a vestir uniforme.
Ahora considera que su hogar es una pequeña base ubicada 45 minutos al occidente de la meridional ciudad afgana de Kandahar, epicentro de la sangría.
"Quise venir y me ofrecí como voluntario. Pensé que haríamos el bien", dijo Cheatham.
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El encuentro con oficiales de policía dedicados a proteger a su país fue un punto alto de su gira, según él mismo dice. Su equipo tuvo un impacto positivo en muchos afganos con los que entró en contacto.
Pero Cheatham señaló que la tarea general difiere de las expectativas que tenía antes de abandonar su pueblo natal de Greenville.
Las fuerzas enviadas por Washington se ufanan de haber logrado avances en la seguridad del país, particularmente en su labor con el ejército afgano. Mientras, los soldados estadounidenses debieron adaptarse a tareas humanitarias que se sumaban a las militares.
Cheatham, un empleado postal de 44 años que espera dedicarse a las tecnologías de la información al retirarse, cree que los soldados a cargo de liberar a Afganistán del movimiento islamista Talibán —que dominó al país entre 1996 y 2001— se dieron cuenta muy pronto que su misión en adelante sería muy distinta.
"Siempre combatí con armas. He sido entrenado para luchar", dijo. Pero, agregó, "los afganos tienen muchas, demasiadas necesidades", lo que cambia la naturaleza de su tarea original.
Estados Unidos desarrolla en Afganistán actividades contrainsurgentes que obligan a sus fuerzas a obtener el apoyo de la población local a través de asistencia humanitaria y la consolidación de instituciones como las fuerzas de seguridad.
La escasa destreza de los policías a los que Cheatham entrena es la causa de parte de su frustración, reconoció. "Algunos de ellos son básicamente inútiles y no deberían estar respirando el mismo aire que nosotros", dijo a IPS.
"Algunos de estos muchachos no tienen educación. No les importa. Son corruptos", opinó. Según él, visten el uniforme solo a cambio de un salario.
"He visto más muertes en los tres meses que llevo en Kandahar que en toda mi vida", relató. "Y trataré de no llevarme esa carga a casa".
Como muchos civiles, su esposa Valerie a menudo le pregunta por qué arriesga la vida "por gente a la que ni siquiera le importa". "Tuvimos a Talibán disparándonos regularmente desde una aldea, aunque nadie en esa aldea 'sabía' que Talibán estaba allí", ironizó Cheatham.
Los aldeanos habitualmente se excusan de combatir a los insurgentes porque alegan carecer de armas, aseguró. "Quieren que les paguemos por aportarnos la información sobre Talibán que podría salvarles la vida", dijo.
Muchos comandantes estadounidenses reconocen que la brutalidad y las tácticas atemorizantes de las milicias islamistas a menudo dejan a afganos de a pie pocas opciones más que cooperar con Talibán.
Seis semanas después de llegar a Kandahar, el sargento Ryan Quinn tuvo una muestra de esta violencia. "Uno no siente pánico hasta después, en realidad", dijo, al describir el combate que comenzó con disparos contra el vehículo artillado Humvee en que viajaba.
Quinn manifestó dudas en cuanto a que la situación en Afganistán genere mucho interés entre los militares, tal vez porque la discusión actual en Estados Unidos se concentra en la guerra de Iraq.
Sólo en esta primavera boreal Estados Unidos creó en Kabul una academia de contrainsurgencia para entrenar a personal occidental y afgano, dos años después de haberlo hecho en Iraq.
Sin embargo, el presidente George W. Bush reclamó en octubre al Congreso legislativo estadounidense redirigir unos 182 millones de dólares del ejército afgano a la policía, cuyo pobre entrenamiento los convirtió en un frecuente blanco de atentados insurgentes.
Pero estos cambios pueden tener pocas consecuencias para los soldados apostados en el lugar.
Criado en una familia militar del nororiental estado de New Hampshire, Quinn, de 29 años, se preguntó por qué su país no ganó las guerras de Iraq y Afganistán, tras un esfuerzo de seis años.
"De repente, no se trata simplemente de ganar la guerra, sino de mantener soldados en el exterior para siempre hasta que entrenemos a las fuerzas de estos países", dijo.
Buena parte de la frustración de Quinn se origina en una decisión del ejército estadounidense de convocarlo luego de cuatro años fuera de servicio activo, tras cumplir tres años con el uniforme puesto.
Quinn dejó a su esposa embarazada y un trabajo bien remunerado como transportador de mercaderías en el sudoccidental estado de Arizona cuando fue enviado a Kandahar, en mayo.
Alistado desde 2001, el soldado Darryl Logan se aventuró en Afganistán por su propia voluntad. Llegó en abril.
A veces, este nativo de Nueva York de 26 años, reticente a hablar sobre los combates que presenció, percibe ciertos avances de los neófitos policías afganos. Pero también nota obstáculos, como la falta de recursos.
Lo más problemático, destacó, es que "muchos de ellos ni siquiera saben diferenciar su izquierda de su derecha".
La pilota Christina Shumate llegó hace seis semanas con expectativas inciertas. La entrenadora policial y oficial de inteligencia viajó hace poco en su primer convoy de Humvees.
Aunque en los últimos tiempos algunos misiles de insurgentes impactaron en su pequeña base de Kandahar, aseguró que los proyectiles no la ponen "realmente" nerviosa.
Contratistas militares de la firma DynCorp hizo sonar hace poco en los parlantes de la base discos de la banda de rock AC/DC, recordó esta mujer de 20 años, cuyo flamante esposo trabaja en la vecina provincia de Zabul.
"Simplemente me desperté y fue como un: 'Bueno, se está bien aquí afuera'", declaró.
* Fawzia Sheikh realiza su labor periodística integrada ("embedded") en las tropas estadounidenses en Afganistán, con autorización de las autoridades militares en Washington.