Gita Jovic, de 48 años, se considera «medio suertuda», porque sobrevivió al mortal ataque con bombas de racimo de la OTAN contra el sudoriental poblado serbio de Nis, el 7 de mayo de 1999.
Jovic salió viva. Quince personas murieron en Nis ese día. Ella perdió su pierna derecha y no pudo seguir trabajando como enfermera.
"Por un lado, tengo suerte de seguir viva. Por el otro, mi vida cambió completamente. Nunca olvidaré las mutilaciones que vi ese día", dijo esta madre soltera de un varón de 13 años.
Nis fue tomado como blanco por aviones bombardero de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) en la campaña militar contra Serbia, lanzada por el régimen de Slobodan Milosevic (1989-2000) para detener la represión de la mayoría albanesa de la meridional provincia de Kosovo.
Las bombas de racimo, municiones lanzadas desde el aire o la tierra que a su vez se fragmentan en varias bombas más pequeñas, fueron usadas 219 veces en las 11 semanas que duró el bombardeo de la OTAN. En ese periodo, Serbia recibió 350.000 de esas "bombitas".
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Unos 23 kilómetros cuadrados en seis sitios todavía no fueron despejados de esos explosivos mortales.
Este ataque marcó a Serbia como uno de los países que han sufrido el devastador impacto de las bombas de racimo. Y la alentó a unirse a los esfuerzos internacionales, siendo anfitrión de una conferencia de dos días sobre la prohibición de las bombas de racimo que finalizó el jueves en Belgrado.
La iniciativa fue dirigida por la organización Asistencia del Pueblo Noruego y la Coalición de Municiones de Racimo, red no gubernamental regional que reúne a 200 instituciones de la sociedad civil.
Noruega promueve desde este año la prohibición de las municiones de racimo. El denominado Proceso de Oslo aspira a una completa prohibición al uso de esas armas para el año próximo.
"Los derechos y necesidades de las víctimas de municiones de racimo deben estar en el centro del nuevo tratado internacional para prohibir estas armas", dijo Thomas Nash, coordinador de la Coalición de Municiones de Racimo, al cabo de la conferencia.
"La aspiración también es exigir la destrucción segura de los arsenales de estas armas a la brevedad posible", añadió.
Se sabe que las municiones de racimo fueron usadas en por lo menos en 26 países, más recientemente en la guerra de Israel contra el partido libanés Hezbolá (2006), en Iraq (2003) y en Afganistán (2001-2002). En Laos se las usó hace 30 años, pero los efectos se sienten todavía hoy.
Hasta ahora, los intentos por concretar un tratado internacional que regule el uso de las bombas de racimo chocaron con la oposición de China y Rusia, y recibió un tibio apoyo de Estados Unidos.
Quienes se oponen argumentan que la regulación existente es suficiente para el control de estas armas, las cuales cumplen con finalidades bélicas importantes como la inutilización de posiciones de artillería, columnas blindadas e instalaciones militares.
La ugandesa Margaret Arach Orech, ella misma víctima de las municiones de racimo, dijo: "A quienes no quieren abstenerse de producir y usar estas armas les pido que se den cuenta de que todo esto tiene que ver con vidas humanas y no con edificios."
"Conocemos los ataques con bombas de racimo y también las consecuencias de las submuniciones que no explotaron", dijo a IPS Branislav Kapetanovic, experto serbio en despejar bombas. Él perdió piernas y brazos mientras realizaba esa actividad en 2000.
"Conocemos el trabajo meticuloso y peligroso que lleva despejarlas, y los desafíos de asistir a quienes sobreviven a un accidente causado por bombas de racimo. Queremos que nuestros gobiernos asuman el liderazgo en la prohibición para impedir que otros países y otras personas inocentes sufran lo que hemos sufrido nosotros", agregó.
Las estadísticas oficiales sitúan en 18 el número de personas muertas por las pequeñas bombas residuales de las armas de racimo, desde el fin del bombardeo de la OTAN contra Serbia.
"La realidad en el área nunca debería olvidarse cuando se usan estas armas inhumanas", declaró Nash a IPS.
"Mientras veníamos hacia aquí el otro día, Alí, de seis años, del sur de Líbano, se dirigía a la escuela. Nunca llegó, porque una bomba de racimo lo mató en el camino. Esperamos que esta conferencia signifique un paso adelante, y que esas muertes se conviertan en una cosa del pasado", concluyó.