Polonia sigue siendo el enemigo más firme de Rusia en Europa oriental. Ahora, además de las diferencias históricas, la ideología y la energía juegan un papel clave en el punto muerto en que se encuentran las relaciones.
Este distanciamiento diplomático también está involucrando inexorablemente a la Unión Europea (UE).
En mayo, Varsovia vetó el inicio de las conversaciones entre la UE y Rusia sobre un nuevo Acuerdo de Asociación y Cooperación como represalia a un embargo ruso a sus productos alimentarios.
Bruselas se mostró especialmente interesada en alcanzar un acuerdo que establezca el marco para una cooperación energética con Moscú. El acuerdo existente, de 1994, se considera obsoleto.
Más de 50 por ciento del comercio exterior de Rusia es con la UE, mientras que Moscú es el tercer mayor socio económico del bloque europeo.
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Rusia impuso el embargo en noviembre de 2005, arguyendo que Polonia reexportaba ilegalmente carne de baja calidad y no europea. Moscú sostiene que el asunto no debería politizarse, y que expertos deberían manejarlo.
Funcionarios polacos rechazaron invitaciones del Kremlin a realizar visitas de trabajo, por considerar que el embargo es una medida drástica y con motivaciones políticas.
Durante una reunión entre UE y Rusia celebrada en mayo, la canciller (jefa de gobierno) de Alemania, Angela Merkel, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dijeron al presidente ruso Vladimir Putin que la prohibición a la carne afectaba a todo el bloque europeo, no sólo a Polonia, y condenó el embargo ruso en una muestra de solidaridad con Varsovia.
Aunque a menudo no aprobó el comportamiento polaco en la arena internacional, la prensa de Europa central y oriental elogió a la UE por exhibir, "finalmente", señales de estar aplicando el principio de solidaridad y no sólo considerar las sensibilidades rusas.
Pero Moscú calificó la postura de la UE como una capitulación ante el chantaje polaco, y prefiere solucionar el enfrentamiento directamente con Varsovia.
Hace poco Rusia anunció que llevará a cabo inspecciones alimentarias en Polonia antes de noviembre, pero Varsovia quiere que primero Moscú levante su embargo.
Funcionarios del Kremlin se quejaron de dificultades a la hora de dialogar con una UE más "compleja", donde es más difícil alcanzar acuerdos debido al ingreso, en 2004, de ex estados socialistas que guardan resentimiento hacia Rusia.
Tras 20 años de caos e incapacidad de articular sus intereses, Europa está más bien preocupada por la creciente fuerza y determinación de Moscú, alegaron a menudo los expertos rusos.
Los planes de Rusia de construir un gasoducto entre su territorio y Alemania, a través del mar Báltico, generó miedo en algunos europeos que temen una excesiva dependencia de las fuentes energéticas rusas. Los planes irritaron especialmente a Varsovia.
La ministra de Relaciones Exteriores polaca Anna Fotyga señaló que el proyecto del gasoducto representa otra conspiración germano-rusa que aspira a debilitar la posición de Varsovia en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la UE.
El bloque europeo espera que el gasoducto aumente su seguridad energética, mientras que Polonia, uno de los países de la región que menos depende del gas ruso, es cautelosa en cuanto a las pérdidas en los beneficios del tránsito.
Durante el primer trimestre de 2007, funcionarios polacos de alto rango hicieron varios intentos diplomáticos por asegurar la cooperación energética con países en el Cáucaso y Asia central, pero les terminó ganando el gigante ruso Gazprom, que garantiza la mayoría de los suministros de gas de la región.
Citando nuevamente la solidaridad, los polacos le pidieron a la UE que rechazara el proyecto del gasoducto del norte y dieran apoyo institucional a la idea de la solidaridad energética. Parece improbable que este sea atendido.
András Deák, experto en temas de Rusia y de energía en el Instituto Húngaro de Asuntos Internacionales, con sede en Budapest, observó considerables diferencias entre la disputa por la carne, que afirma que sí es "política", y la disputa por el gasoducto.
"Tenemos que mostrar solidaridad para con los polacos, pero debe estar claro que ellos no pueden referirse siempre a eso. De este modo, están perdiendo credibilidad", dijo a IPS.
Deák no piensa que el gasoducto sea un proyecto anti-polaco, y siente que Varsovia está reaccionando de manera desmesurada.
"Lo sorprendente es que ellos no dependen realmente del gas ruso, aunque el gasoducto reducirá la importancia del tránsito centro-europeo", señaló.
Según el experto, la UE está estancada entre una Rusia "fea" y una Polonia "difícil".
"Europa necesita esa clase de capacidad, necesita un gasoducto, y quiere traer más gas ruso al mercado europeo", expresó Deák.
"Si Europa pide más, Rusia tiene el derecho a decidir la manera de hacerlo, lo que incluye evitar la influencia política de países de tránsito como Ucrania y Belarús", añadió.
Antes de integrarse a la UE, Polonia disfrutó de un considerable consenso de las elites en relación a los objetivos de su política exterior: la integración a estructuras europeas y transatlánticas junto con la afirmación de los intereses nacionales polacos, que se percibía habían sido limitados bajo el socialismo de Estado.
El deseo de Varsovia de unirse a la OTAN tensó las relaciones con el ex aliado ruso, que terminó aceptando a la membresía de Polonia en 1998.
Otro capítulo negativo sobrevino durante la Revolución Naranja de Ucrania, en 2004, cuando un levantamiento popular contra el fraude electoral forzó a las autoridades a reiterar las elecciones con el respaldo de países de Occidente y de funcionarios polacos.
Polonia también es el principal partidario de las aspiraciones de Ucrania a la membresía de la UE y la OTAN.
La elección del firmemente anti-ruso Jaroslaw Kaczynski al puesto de primer ministro polaco tensó aún más la controvertida relación.
Bajo el gobierno de Kaczynski cobraron impulso los planes de Estados Unidos de construir un sistema de defensa con misiles en territorio polaco. Rusia considera que la base estadounidense altera el estratégico equilibrio de fuerzas en Europa.
La historia polaca post-siglo XIX estuvo caracterizada por un Estado débil, que se percibe como constantemente amenazado por sus poderosos vecinos, Alemania y Rusia.
Aunque pocos expertos en relaciones internacionales alegarían que los dilemas de seguridad de Polonia siguen sin resolverse, la relativa desilusión con los resultados del ingreso a la UE reforzaron la tendencia aislacionista e historicista en materia de política exterior, inspirada por los sectores católico-nacionalistas de Polonia.
En contraste con la retórica severamente anti-rusa de Kaczynski, anteriores gabinetes polacos fueron levemente más cautos en relación al Kremlin, y los partidos de la oposición prometen regresar al enfoque anterior si ganan las elecciones parlamentarias que se celebrarán el 21 de este mes.
La oposición acusa al gobierno ultraconservador de Kaczynski de exacerbar las relaciones con Rusia para cosechar dividendos políticos internos.
Las encuestas muestran consistentemente que las actitudes populares polacas hacia los rusos están entre las más negativas, y en general los historiadores concuerdan en que la identidad nacional polaca radica en la "rusofobia".