El revolucionario nacionalista indio de religión sij Bhagat Sing se convirtió en mártir tras ser ejecutado en la horca por los británicos el 23 de marzo de 1931, en el marco de la lucha por la independencia de su país. Ahora su comunidad reclama abolir ese castigo extremo.
Después de 75 años, el sobrino del héroe libertador, el profesor Jagmohan Sing, aboga por la paz y la misericordia al formar parte de una campaña internacional de la comunidad sij contra la pena de muerte, centrada sobre todo en Europa.
La vida y la actividad de Bhagat Sing, y su muerte en Lahore, ahora territorio pakistaní, se constituyeron en un relato emblemático de patriotismo para varias generaciones de indios.
Bhagat Sing optó por la lucha armada para liberar a su país. Pero su comunidad sij, pese a ser conocida por su espíritu combativo, se inclina más por la no violencia abogada por Mahatma Gandhi (1869-1948), quien logró efectivamente la independencia de Gran Bretaña el 15 de agosto de 1947, con métodos pacíficos.
Gandhi se oponía a la pena capital y sostenía que "ojo por ojo deja a todo el mundo ciego".
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"Queremos argumentar que nuestro país puede honrar a Mahatma Gandhi, el apóstol de la paz y de la no violencia, y al mártir Bhagat Sing a la vez al pedir la abolición de la pena de muerte", señaló el profesor Sing, político de la comunidad sij y uno de los responsables de la campaña.
"La sociedad civil no debe rebajarse a un estatus de asesinos y preferir la venganza a mucho mejores formas de justicia", afirmó.
"Todas las investigaciones, por más meticulosas que sean, están sujetas al error humano, que en los casos de pena capital, se vuelven irreversibles. Hay ejemplos en todo el mundo de que tras la ejecución se prueba la inocencia de la persona", apuntó.
Desde principios de 2006, los sij que viven en Francia se unieron a la campaña, organizaron manifestaciones y enviaron cartas a la embajada de India en París para expresar su posición contraria al máximo castigo.
También reclaman la liberación de todos los sij que, según ellos, fueron detenidos "injustamente" por razones políticas en su país.
En agosto de 2007, la comunidad sij comenzó una amplia protesta en Bruselas por la abolición de la pena de muerte, fuera de las sedes de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo.
Los sij urgieron al presidente del Parlamento Europeo, Hans-Gert Poettering, y a la comisaria de Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, a condicionar el comercio futuro con India a la abolición de la pena capital y al respeto por los derechos de las minorías.
La UE es el mayor socio comercial de India y destino de 25 por ciento de sus exportaciones.
Altos tribunales de India dictaminaron que la pena capital sólo puede aplicarse en "los casos más raros de los raros", pero se cree que hay más de 700 personas en el pabellón de los condenados a muerte.
En julio, seis personas recibieron el máxima castigo por su participación en las explosiones en serie de 1993 en Mumbai, capital financiera de India.
La UE presionó mucho, pero sin éxito, para evitar la ejecución de Dhanonjoy Chaterjee el 14 de agosto de 2004. Esa fue la última muerte legal en India que, además, puso fin a una moratoria sobre las ejecuciones de nueve años.
"El final de la moratoria fue un revés y un retroceso para el régimen indio y un desafío hacia la UE", comentó Bhai Amrik Sing, presidente de la Federación Sij.
La campaña actual en Europa pone de relieve el caso del profesor Davinderpal Sing Bhullar que involucra directamente a Alemania, miembro de peso dentro de la UE.
El asunto Bhullar es uno de los más polémicos casos de pena de muerte en la historia reciente de India.
Hace casi 12 años, Bhullar, un activista político de la comunidad sij, fue deportado a su país por Alemania porque su regreso no suponía riesgos.
Pero Bhullar fue detenido apenas llegó a Nueva Delhi. Se dice que fue torturado para extraerle falsos testimonios y, en 2001, fue sentenciado a la horca por un delito que supuestamente no había cometido.
La comunidad sij sostiene que Alemania violó la Convención Europea de Derechos Humanos al deportar a Bhullar a un país que mantenía vigente la pena capital.
Las últimas condenas a muerte dictadas por un tribunal indio fueron el 30 de julio.
Jagtar Sing y Balwant Sing, ambos miembros de la comunidad sij, fueron sentenciados por asesinar en agosto de 1995 al entonces jefe de gobierno de la noroccidental provincia india de Punjab, Beant Sing, y a otras 17 personas.
Las condenas desataron protestas de las comunidades sij de todo el mundo, incluidas varias personalidades importantes de la comunidad de Punjab.
La iniciativa urge a la Comisión Europea, al Parlamento Europeo y al Consejo de la UE a presionar por la abolición de la pena capital en ese país.
En un país como India, donde hay una gran brecha entre ricos y pobres, el máximo castigo se convierte en el último método para implementar la injusticia de clase.
"Un repaso rápido a la lista de ejecutados en nuestro país revelará que casi todos son pobres. Los ricos no suelen ser condenados y, cuando lo son, rara vez son ejecutados", señaló.
"No hay evidencia en ningún lugar del mundo que pruebe que la pena de muerte disuade delitos violentos y atroces. Países como Gran Bretaña, que derogaron el máximo castigo, no experimentaron un aumento de delitos", indicó Jagmohan Sing.
"En cambio, otros como Estados Unidos, donde aún se aplica, no se observa una disminución", apuntó.
Afín de subrayar que la campaña no apunta sólo a la comunidad sij, Sing también abogó por la vida del conocido condenado a muerte, Mohammed Afzal, presunto terrorista conocido como Afzal Guru, un musulmán del atribulado estado de Jammu y Cachemira.
Afzal fue declarado culpable de conspiración por el atentado de diciembre de 2001 contra el parlamento indio. En 2004, fue sentenciado a muerte por la Corte Suprema de India, pero el castigo quedó pendiente tras el pedido de clemencia cursado por su familia al presidente del país.
"Si Afzal es hoy un terrorista, sin duda no nació siendo terrorista, y no debe morir como tal", sostuvo Sing.
"Determinadas circunstancias lo convirtieron en lo que es y otras podrán cambiarlo. La pena de muerte no cambia a nadie. Lejos de ser un elemento de disuasión, el martirio, como, por cierto, muchos interpretarán su ejecución, sólo tendrá el efecto contrario", explicó.
"Creo que el enfoque de la religión sij de abogar por la compasión, el perdón y la posibilidad de reformar la vida de una persona es un prerrequisito para una sociedad civil progresista", remarcó Sing.
"Vale mencionar que Maharaja Ranjit Sing (1780-1839), el famoso gobernador sij, nunca recurrió a la pena de muerte en sus 40 años de reinado (1799-1839) de Punjab, aun en los casos en que él mismo fue blanco de ataques", añadió.
"Llegó la hora de que terminemos con esta práctica inhumana", sentenció.