Los ataques aéreos y el fuego de artillería lanzados por las fuerzas armadas de Pakistán contra insurgentes en zonas fronterizas con Afganistán desataron un masivo éxodo de civiles.
La ofensiva oficial se produjo luego de varios ataques rebeldes contra tropas y columnas de suministro en las áreas tribales administradas por el gobierno central (FATA, por sus siglas en inglés), que siguieron al fin de un acuerdo de cese del fuego entre las autoridades y grupos islamistas.
Estos grupos están aliados a las milicias de Talibán, que dominaron la mayor parte del territorio de Afganistán, incluida Kabul, entre 1996 y 2001.
Cerca de 300 soldados, incluidos a nueve oficiales, fueron secuestrados a fines de agosto en Waziristán del Sur, una de las siete zonas comprendidas en las FATA, y todavía no recuperaron la libertad. Según diversas versiones, se rindieron sin disparar un solo tiro.
A principios de octubre, 50 soldados desaparecieron en una emboscada a una columna de abastecimiento. Algunos informes indican que todos fueron asesinados y sus cuerpos, cremados, pero el ejército asegura que sólo 25 están muertos.
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Los militares respondieron con fuerza masiva. Gran cantidad de civiles perdieron la vida y miles huyeron hacia zonas más seguras dentro de las FATA o en la vecina Provincia de la Frontera Noroccidental.
"Unos 150 civiles, en su mayoría mujeres, niños y ancianos, murieron, y una cantidad similar sufrió quemaduras", dijo un médico del hospital de Waziristán del Norte, quien no quiso ser identificado.
Los combates se iniciaron el 6 de octubre, continuaron durante cuatro días y fueron los más sangrientos en los 20 años que este médico lleva en la zona, según su testimonio. Miles de pobladores de cuatro aldeas huyeron en busca de refugio en vehículos o a pie.
"Ni siquiera nos dejaron enterrar a nuestros muertos", relató un habitante de la aldea de Mir Ali, quien trajo a su hijo herido a Peshawar.
"Nuestras aldeas están bajo sitio y nuestras tribus dispersas. Todas las carreteras entre Bannu y Mir Ali están cerradas. Debimos avanzar penosamente por horas con los heridos y ancianos en carretillas", agregó.
Un periodista local dijo a IPS que 80 por ciento de las familias abandonaron la zona, dejando atrás a uno o dos de sus miembros para custodiar sus propiedades.
Un éxodo similar se produjo en octubre de 2006, luego de masivos ataques aéreos. Unas 5.000 familias desplazadas volvieron a sus hogares después de dos o tres meses.
Este año, el desarraigo será permanente, según numerosos testimonios.
"No podemos volver a Waziristán del Norte porque vendí mi casa a un precio vil después de la muerte de dos de mis hijos en un bombardeo el 6 de octubre", dijo, llorando, Rahim Gul, chofer en la meridional ciudad de Karachi.
Gul debió volver a su casa al enterarse que los jóvenes habían muerto. Un tercer hijo quedó discapacitado a causa del ataque.
El senador Asfandyar Wali Khan, líder de la Liga Awami, partido pakistaní controlado por la etnia pashtun (patana) a la que pertenecen la mayoría de los miembros de Talibán en Afganistán, dijo a IPS que alrededor de 400 mujeres y niños murieron durante los combates.
"Vamos a resistirnos al asesinato de inocentes en nombre de la guerra contra el terrorismo encabezada por Estados Unidos", afirmó.
Desde que Pakistán se sumó a la "guerra contra el terrorismo" en 2001 se ha incrementado la presión para que expulse a miembros de Al Qaeda y de Talibán que huyeron de Afganistán tras la invasión.
Los combatientes afganos se refugiaron en Waziristán. En los últimos años, el gobierno desplegó unos 90.000 soldados en áreas tribales de la frontera.
Pero en 2004 el ejército sufrió pérdidas desastrosas, que lo obligaron a firmar acuerdos de paz que dejaron las FATA bajo control de extremistas religiosos.
Operaciones militares ordenadas por el gobierno en Bajaur y Waziristán del Sur, a fines de 2006 y principios de 2007, enfurecieron a los insurgentes, quienes juraron vengarse.
En julio, el ataque del ejército a la Mezquita Roja de Islamabad arrojó más combustible al fuego. Los rebeldes tomaron como blanco a soldados y policías, dando pie a represalias en las que murieron más de 100 personas.
"Machacamos con fuego de artillería pesada las áreas desde las que se ataca a nuestras fuerzas", dijo el general Arshad Waheed, un portavoz del ejército pakistaní.
Los civiles, en su mayoría de las tribus mahsud y wazir, son la mayoría de las víctimas de la guerra. Muchos están instalados en carpas a la vera de las carreteras, dijo a IPS un activista social, Tariq Khan.
Al principio, muchos vivían en camiones y camionetas en que habían llegado a la zona de Tank, pero luego algunos alquilaron viviendas donde permanecer o recibieron refugio por parte de otros miembros de esas tribus que habían llegado con anterioridad.
"Unas 10 familias están viviendo en mi casa porque no pueden pagar un alquiler", dijo Hidayatullah, de la tribu mahsud, quien tiene un negocio en Tank.
"No podemos quedarnos aquí para siempre. Seguramente volveremos a nuestras casas y nuestras tierras", señaló Ashiq Ali.
Kamran Arif, vicepresidente de la no gubernamental Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, declaró a IPS: "Buscamos un fin inmediato de las hostilidades, los bombardeos a las aldeas y el uso de armas pesadas que ponen en peligro vidas civiles."