José Calva soñaba con ser un escritor y poeta famoso, quizás alcanzar en México el prestigio de su compatriota Octavio Paz. Pero su rima fallaba, al igual que su ortografía y sintaxis.
Ahora toda la prensa habla de él, pero no en los suplementos literarios sino en la sección policial: mató a su novia, la desmembró y frió partes de su cuerpo en una sartén, al parecer para comerlas.
La detención de Calva, de 40 años, el 8 de octubre en un pequeño departamento de esta capital conmocionó a los mexicanos. Al asesinato se fueron añadiendo datos sobre canibalismo y sospechas de otros crímenes, además de informaciones sobre sus esfuerzos para ser reconocido como escritor.
"Hay una gran impresión, pues el ciudadano piensa que crímenes como el de Calva sólo suceden en las películas. Pero lo que más impacta es que el protagonista tenía un perfil que bien podría corresponder al de nuestros vecinos", dijo a IPS el psicólogo Manuel González.
Calva pertenece a una clase media venida a menos. Se dedicaba a escribir: él mismo editaba y vendía sus textos en la calle. Con lo que ganaba pagaba una renta de alrededor de 400 dólares mensuales y al parecer vivía sin mayores problemas.
"En este caso veo una singularización de los problemas sociales de ciudades grandes como México", señaló González, investigador y catedrático de psicología social en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Calva, agregó, es uno entre millones que tienen problemas de integración social. No logra reconocimiento ni solidaridad de sus vecinos. Es muy probable que haya tenido una infancia difícil durante la que sufrió abusos, agregó.
"Parecía un hombre de clase media que intentaba ganarse la vida como millones", señaló González.
"Peregrino de la senda, sigiloso de pasos y fatuo de logros, partidario de Sabines, de Neruda, de Coelho y de un servidor, graduado en la Universidad de la vida con honores en la sangre, por ímpetu escribo libros y por reflejo los critico y los bendigo", escribió Calva en su libro "Caminando ando…".
La Sociedad General de Escritores de México analizó varios de los textos de Calva y concluyó que carecen de estructura y que son pobres en sintaxis, puntuación, voz narrativa y que incluso tienen faltas de ortografía.
Los medios de comunicación mexicanos, especialmente los de corte amarillista, dieron amplios espacios al caso, el primero en la historia moderna de la capital mexicana en el que aflora el tabú del canibalismo.
"Estas historias calan porque tocan las fibras sensibles de la gente. Está claro que para muchos diarios, revistas y sobre todo la televisión el objetivo sólo es vender y mientras más drama, mejor", dijo a IPS el experto en medios Néstor Cortés.
"Me doy cuenta de que no puedo escapar de este caso como no lo puede hacer el resto de la sociedad mexicana. La víctima o las víctimas no pueden simplemente sumarse a esa interminable y anónima lista de mujeres asesinadas en México", escribió el columnista del diario Reforma Sergio Sarmiento.
"Todo crimen es aborrecible. El homicidio es el peor de todos, porque el bien del que se despoja al agraviado y a sus familiares no puede restituirse. La muerte de Alejandra es peor, incluso, por la saña del crimen y por la profanación del cuerpo al someterlo a un ritual de canibalismo", añadió.
En "Tótem y Tabú", Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, dijo que los homicidas, al comer a sus víctimas, intentan apropiarse de algunas de sus características. El antropólogo francés Claude Lévi-Strauss también señaló que la práctica se origina en el deseo de adquirir algún poder atribuido a la otra persona.
La policía indicó que Calva reconoció haber matado a su novia Alejandra Galeana, pero que niega ser un caníbal. Según su versión, desmembró el cuerpo de la mujer y estaba a punto de cocinarlo por partes con la intención de darlo a los perros para eliminar las evidencias.
Las autoridades policiales indican que Calva podría estar vinculado a otros dos crímenes de mujeres en la capital.
"Estoy viviendo en el ojo de una tormenta, me ahogan las niñas de mis ojos mientras lloran. Me arrebata la ira, me dominan mis celos, me desangro, me desgarro, me acorralo", dice otro de sus escritos.
"Muchos se preguntan qué nos ha orillado como ciudad a generar estos casos y otros dirán quiénes somos para gestarlos", expresó el psicólogo González.
En la capital y en el vecino estado de México, donde viven 20 millones de habitantes, hay alrededor de dos millones de personas que sufren neurosis.
Según encuestas del no gubernamental Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, la capital ocupa los primeros lugares en las estadísticas de delito: 20.368 víctimas y 32.572 delitos por cada 100.000 habitantes. Pocos son aclarados, y la mayoría de sus autores continúan en libertad.