El gobierno de China lanzó su primera sonda lunar en misión de exploración y se dispone a promocionar su logro, con el fin de resaltar su voluntad de correr el velo que cubría su muy criticado y secreto programa espacial.
El lanzamiento del cohete que lleva a la sonda Chang'e 1, este miércoles, constituyó un espectáculo de Estado, televisado en vivo, publicitado y vendido con anticipación por agencias de viaje, supervisado y diseccionado por una docena de expertos espaciales en todos los medios de prensa.
Esa publicidad sin precedentes marca un absoluto contraste con los tiempos en que el programa espacial de Beijing estaba envuelto en el secreto.
Los objetivos que China persigue ahora también difieren de los que tenía en los años 60, cuando desarrolló sus primeros satélites en un período de aislamiento político.
"Esto no tiene nada que ver con el clima de la Guerra Fría o la búsqueda de hegemonía", dijo Zhu Yilin, miembro de la Academia Internacional de Astronáutica.
"La exploración espacial es un reflejo del poderío nacional y su prestigio internacional. El lanzamiento de Chang'e 1 es un hito para China. Significa que hemos llenado los espacios en blanco de nuestro programa de exploración espacial", agregó.
La fecha elegida también estuvo cargada de simbolismo político. El lanzamiento se produjo a pocos días de la finalización del 17 Congreso del Partido Comunista, que consagró la herencia del "desarrollo científico" promovido por el presidente y líder partidario Hu Jintao.
China tiene una larga tradición de llevar adelante misiones científicas para celebrar la conclusión de acontecimientos políticos importantes. Pero este apego a las costumbres significó dejar a Japón el liderazgo en la no declarada carrera espacial en la región.
El mes pasado, Japón se convirtió en el primer país de Asia en enviar una sonda a la Luna, bautizada Kaguya en honor a una princesa lunar protagonista de un cuento de hadas.
Los cibernautas chinos han deplorado ese retraso en el inicio de la misión y lamentaron que el país quedara rezagado en una competencia que aquí está cargada de matices nacionalistas.
El nombre de la sonda, Chang'e, una diosa lunar, también dio rienda suelta a toda clase de escenarios ficticios sobre potenciales encuentros entre ambas naves espaciales.
"Kaguya sacó ventaja, pero ya veremos quién llega primero", decía un mensaje colocado en un sitio de Internet.
Los funcionarios chinos, sin embargo, han sido cuidadosos para evitar cualquier sugerencia sobre una rivalidad en la carrera espacial.
"Japón comenzó sus investigaciones sobre exploración lunar mucho antes que nosotros, por lo que siempre enfatizamos que con la misión de Chang'e no queremos hablar sobre quién lleva la delantera", dijo Zhang Jianqi, director del Centro de Lanzamiento de Satélites Jiuquan.
Los objetivos científicos de China y Japón son muy similares y los cronogramas de sus programas prácticamente idénticos. Ambas sondas explorarán la Luna durante un año, elaborando mapas y transmitiendo a la Tierra información geoquímica. Tanto Beijing como Tokio planean enviar una misión tripulada en 2025.
Ambas naciones se encuentran un paso adelante de India, que planea enviar su sonda Chandrayaan 1 en 2008, cuando Estados Unidos también lanzará su Orbitador de Reconocimiento Lunar.
Este nuevo impulso en la exploración de la Luna se produce luego de una pausa de más de 30 años desde la finalización del programa Apolo, procesado en los años 60 y 70.
Expertos chinos negaron que Beijing esté meramente repitiendo lo que otros países ya hicieron con anterioridad. Destacaron que el principal incentivo es la riqueza de la Luna en recursos naturales, especialmente sus abundantes existencias de helio-3, una fuente de energía de fusión raramente disponible en la Tierra.
"Es verdad que China es parte de la segunda gran ola de exploración lunar, pero ser miembro de este club no sólo es un testimonio de nuestro progreso espacial, sino también nuestro deber científico", dijo He Weiliang, profesor de la Universidad de Aeronáutica y Astronáutica de Beijing.
El geólogo Ouyang Ziyuan, decano del programa lunar chino, fue más explícito acerca del aspecto político de las ambiciones espaciales del país.
"La expedición aumentará la influencia política de China en el mundo", señaló en una declaración publicada en el sitio de Internet de la Academia China de Ciencias.
Beijing ha sido acusada de mantener extremadamente en secreto su programa especial, que luego de años de fracasos ha avanzado enormemente, en línea con el espectacular crecimiento económico de las últimas décadas.
China es el tercer país que logró ubicar cosmonautas en órbita terrestre empleando sus propios cohetes. Y este año alarmó a Estados Unidos y a otras naciones asiáticas al exhibir su avanzada tecnología antimisiles con el derribo de uno de sus viejos satélites meteorológicos.
Desde entonces, aumentó la preocupación sobre las intenciones del programa y dudas sobre el compromiso de China acerca de mantener el espacio libre de armas.
La publicidad sin precedentes del lanzamiento de la sonda fue un mensaje para remarcar el carácter pacífico de las actividades espaciales de Beijing.
"China no se embarcará en una carrera hacia la Luna con ningún país" y "adhiere a una política de uso pacífico del espacio", dijo a la agencia estatal de noticias Xinhua el comandante del proyecto orbital, Luan Enjie.
Estados Unidos, sin embargo, no deja de lado sus sospechas y hasta el momento ha rechazado los esfuerzos de China para sumarse a la Estación Espacial Internacional. Pero algunos expertos advierten que aislar a Beijing sólo estimulará su deseo de seguir avanzando por su cuenta.
Ya sea por accidente, o a causa de una cuidadosa planificación, el lanzamiento de Chang'e 1 se produjo apenas horas después del despegue del trasbordador espacial estadounidense Discovery rumbo a la Estación Espacial Internacional.