BIRMANIA: La paz de Buda reina en Mandalay

Cuando la dictadura militar de Birmania reprimió las protestas pacíficas de monjes budistas y civiles desarmados en Rangún, hasta hace poco la capital, la población de la antigua ciudad de Mandalay temió un tratamiento similar.

Cuando se desató la violencia gubernamental, el 26 de septiembre, los monjes fueron el blanco de soldados fuertemente armados, policías antimotines y una milicia controlada por la junta militar.

Se realizaron incursiones nocturnas en los monasterios de Rangún, donde los religiosos fueron golpeados y cientos de ellos, arrestados.

Sin embargo, varias entrevistas realizadas esta semana por IPS revelaron un panorama diferente en Mandalay, el corazón del budismo en este país, donde el paisaje ofrece una rica combinación de pagodas y monasterios.

Mientras en la capital se acercaba el momento del choque entre las tropas y los monjes de túnicas color azafrán y carmesí que lideraban a los manifestantes civiles, aquí se pudo ver a soldados venerando a los religiosos y pidiéndoles que evitaran un choque.
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"Vi a soldados reverenciando a los monjes y diciéndoles que volvieran a sus monasterios", dijo una estudiante universitaria. "No querían un enfrentamiento."

Cuando finalmente se utilizó la fuerza para dispersar a los manifestantes, se limitaron a arrojar gases lacrimógenos y disparar balas de goma, comentaron residentes que participaron de las protestas. En algunos casos en que las tropas usaron sus armas de fuego, dispararon al aire, no hacia la multitud, como en la capital.

Un religioso confirmó que un comandante militar ofreció garantías de que no habría incursiones nocturnas en los monasterios.

"Un monje que conocía al comandante se quejó de que no podíamos dormir por el temor a ser arrestados. El oficial aseguró que sus tropas no atacarían el monasterio", relató un monje de mediana edad.

Sin embargo, no existieron esas contemplaciones con los estudiantes universitarios y civiles que se sumaron a las protestas luego de vivir durante 20 años con miedo a la dictadura. Alrededor de 50 estudiantes fueron arrestados y hubo rumores sobre cadáveres arrojados a un río cercano a la ciudad.

La actitud más benigna del ejército en Mandalay ha sido atribuida a la gran cantidad de monjes budistas que viven en los numerosos monasterios que salpican el paisaje de esta ciudad, residencia del último rey de Birmania antes de la colonización británica.

Se estima que casi 100.000 de los 400.000 monjes de este país se encuentran en las pagodas, monasterios y escuelas budistas de esta ciudad.

"Existen lazos muy estrechos entre los monjes y la comunidad en Mandalay", dijo Zaw Min, un ex residente que ahora vive exiliado en Tailandia. "Existe una fuerte presencia budista en todos lados y los soldados son concientes de eso."

Lo que ocurrió aquí en septiembre recuerda los episodios de 1988, cuando miles de activistas prodemocracia, monjes incluidos, salieron a las calles y fueron brutalmente reprimidos, con un saldo de 3.000 muertos, la mayor parte de ellos en Rangún.

"Yo estaba en Mandalay en 1988 y no hubo grandes enfrentamientos", dijo a IPS en Bangkok Zaw Min, portavoz del opositor Partido Demócrata para una Nueva Sociedad.

Las protestas antigubernamentales se originaron por del descontento causado por un repentino aumento de 500 por ciento en el precio de los combustibles, decidido la junta a mediados de agosto.

En vísperas del inicio de la represión se habían registrado manifestaciones en 26 ciudades y pueblos, pero los militares actuaron con brutalidad sólo en Rangún y Kachin, la provincia más septentrional de esta nación.

"Esto revela el grado de anarquía de la respuesta del régimen", dijo Zaw Oo, director del Instituto del Desarrollo Vahu, un centro de estudios en el norte de Tailandia especializado en la política birmana. "La orden de reprimir dependió mucho de los comandantes locales. Cada uno empleó métodos distintos para suprimir la protesta."

Según el sitio de Internet The Irrawaddy, editado por periodistas birmanos en el exilio, la orden de usar la fuerza contra los manifestantes "fue dada por el líder de la junta, general Than Shwe, pero hubo momentos en que los oficiales del ejército discreparon sobre cómo responder a las protestas".

"Hubo un momento en que la posibilidad de un golpe de Estado pareció real", agregó The Irrawaddy citando a una fuente de Rangún que abandonó la ciudad. "Hubo algunos altos oficiales que no querían usar una fuerza letal y hubo mucha tensión dentro de la junta."

Los militares birmanos, que controlan el país desde hace 45 años, se hicieron famosos por su brutalidad. No sorprende, entonces, que haya dudas sobre la cantidad de muertos durante la represión de septiembre. La cifra oficial se refiere a 10, pero grupos opositores dicen que más de 200 personas fueron asesinadas.

Dos divisiones de infantería, acantonadas en las afueras de Rangún, fueron enviadas a la ciudad para enfrentar a los manifestantes desarmados, dijo a IPS Win Min, un académico birmano que conoce la intimidad de los asuntos militares.

"Esas tropas tienen experiencia de combate. Habían sido enviadas con anterioridad a pelear contra los insurgentes separatistas de la provincia de Karen", agregó.

Pero las dos divisiones de infantería enviadas a Mandalay no tenían esa experiencia, agregó Win Min, quien enseña en la Universidad Chiang Mai en el norte de Tailandia. "También escuché que muchos comandantes no querían dispararles a los monjes, aunque tenían órdenes de hacerlo", agregó.

Sin embargo, esa suerte de respiro que disfrutó Mandalay parece haber hecho poco para calmar el ánimo de la gente. Comparten los mismos sentimientos de los habitantes de Rangún luego de la represión.

"Lo que necesitamos ahora es seguridad", dijo un profesor de 35 años de la Universidad de Mandalay. "Aunque no hice nada malo, me siento muy inseguro sobre lo que puede pasar de ahora en más", concluyó.

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