La dictadura birmana no parece inmutarse ante la posibilidad de un recorte drástico de la ayuda provista por Japón, su mayor donante, motivado por el asesinato del periodista Kenji Nagai a manos de efectivos que reprimían una manifestación de monjes y civiles en Rangún.
En realidad, los recortes previstos por este país no parecen compararse con las estrictas sanciones impuestas a Birmania por Estados Unidos y otras naciones occidentales.
"Japón debe tomar medidas para demostrar su malestar", dijo a IPS una fuente del Ministerio de Relaciones Exteriores. "Pero Tokio tampoco quiere golpear muy duro a la junta", se apuró a añadir.
El canciller de Japón, Masahiko Komura, renovó la semana pasada su promesa de tomar medidas punitivas tras la evaluación realizada por su segundo en el ministerio, Mitoji Yabunaka, quien viajó a la meridional ciudad birmana de Rangún, la mayor del país, para investigar la muerte el 27 de septiembre de su connacional Nagai y reunirse con los jefes de la dictadura.
Nagai fue asesinado en el marco de la salvaje represión de las protestas lideradas por los monjes budistas. El motivo inicial del descontento popular fue el aumento decretado por la junta gobernante del precio del petróleo a mediados de agosto, pero luego derivó en un cuestionamiento a la legitimidad del gobierno militar.
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"Ya restringimos la asistencia económica sólo a proyectos humanitarios, pero los volveremos a revisar con cuidado", declaró Komura a la prensa.
Japón, que brindó asistencia a Birmania por décadas, disminuyó su ayuda en 2003 cuando la líder prodemocrática Aung San Suu Kyi, ganadora en 1991del premio Nobel de la Paz, fue puesta bajo arresto domiciliario.
Pero en 2006, la asistencia ascendió a 11,1 millones de dólares, además de la cooperación técnica, de unos 14 millones de dólares.
El flujo financiero de Japón a Birmania comenzó con la indemnización de 2.000 millones de dólares por haber invadido su territorio en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
El general birmano Ne Win, quien tramó el golpe de Estado de 1962 y gobernó con mano dura hasta 1988, logró generar simpatías entre líderes japoneses y consiguió grandes programas de asistencia.
Japón fue uno de los primero países en aprobar el Consejo de Restauración de la Ley y el Orden (CRLO), nombre que se dio la junta militar que sucedió a Win.
Komura informó que no se recortará la ayuda que afecta directamente a la población, como un proyecto de prevención y tratamiento de la poliomielitis, pero prevé cancelar los fondos para otro de 4,7 millones de dólares para construir un centro de capacitación en la Universidad de Rangún.
Activistas prodemocráticos critican la asistencia japonesa a ese país de Asia sudoriental porque, según ellos, contribuye a garantizar el suministro de gas natural y promover oportunidades empresariales.
De hecho, decenas de compañías y corporaciones de este país, desde bancos, operadores turísticos hasta comerciantes e industriales, hacen negocios en Birmania gracias a la buena disposición de los líderes militares.
Algunas figuras importantes del gobierno, preocupadas por los vínculos estrechos de Birmania con China, advirtieron de los peligros de seguir el camino de las sanciones.
Ahora que Birmania estrecha vínculos con China, ¿Japón debe unirse a las naciones occidentales y sancionar el régimen?, se preguntó el nuevo jefe de gabinete Nobutaka Machimura.
"¿Acaso es bueno que Myanmar (nombre dado a Birmania por la junta) deba acercase sólo a China por eso?", declaró.
Las sanciones económicas no tendrán grandes consecuencias sobre la situación de Birmania, según un informe divulgado la semana pasada por un equipo de investigación de la Organización de Comercio Externo de Japón.
"Birmania no padecerá una crisis económica", reconoce el documento, al mencionar el apoyo de China y el ingreso de divisas por la exportación de gas natural, cuyo precio se eleva en el mercado internacional.
Un funcionario admitió que, como Japón ya recortó su asistencia económica y tecnológica, las nuevas medidas no tendrán un gran impacto.
"Ahora que ya suspendimos los préstamos en yenes (la moneda japonesa), no conseguiremos resultados efectivos", dijo a IPS.
Además, Tokio recibe las presiones de los birmanos residentes en Japón que reclaman acciones de la población, horrorizada por la truculenta muerte de Nagai. Las imágenes de lo ocurrido al periodista fueron transmitidas varias veces por las cadenas de televisión.
Al menos 10 compañías de radio y televisión reclamaron al gobierno de Birmania por la muerte de Nagai.
"Exigimos que no se obstaculice ni se oprima a los periodistas de ninguna nacionalidad que buscan conocer la verdad", reza el comunicado.
Nagai, quien trabajaba para APF News, con sede en Tokio, aparece en las imágenes sucumbiendo ante un despiadado ataque del ejército, sin dejar de filmar lo que ocurría. Fue retirado por numerosos soldados y al parecer su cámara confiscada.
Momentos dolorosos también se vivieron con la llegada de sus restos a Japón.
"Kenbo (sobrenombre de Nagai), mi pobre Kenbo, regresaste así", lloraba su anciana madre, mientras miraba por una ventanita del féretro. Su padre observada desde su silla de ruedas mientras mascullaba algunas palabras.
La policía japonesa realizó una autopsia al cuerpo de Nagai e informó que había recibido un disparo por la espalda. La bala dañó su hígado y murió desangrado. No encontraron pruebas que el proyectil hubiera sido disparado a quemarropa, pero más investigaciones están en curso.
Por otra parte, la Federación Budista de Japón pidió la inmediata liberación de los monjes y civiles detenidos.
"Tenemos un gran rencor y una profunda tristeza por las muertes, incluida la de un ciudadano japonés, y la cantidad de heridos y detenidos", reza el comunicado. (FIN/IPS/traen-vf/dm/mm/rdr/ap ip hd/07)