AMÉRICA LATINA-IRÁN: Ración a Washington de su propia medicina

¿Qué se le perdió a Irán en América Latina? De regreso a Teherán tras su fulgurante presentación en Nueva York, el gobernante de ese país, Mahmoud Ahmadinejad, viajó a Bolivia en el avión presidencial venezolano para sellar convenios de cooperación por 1.100 millones de dólares.

Luego de su paso por La Paz, en el corazón de la cordillera de los Andes, Ahmadinejad fue recibido por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, con quien se trata de "hermano", en plena noche de Caracas, pero sin ningún disimulo, pues la escala se transmitió por cadena de radio y televisión.

"Es un paso adelante en la conformación de un eje intercontinental antiestadounidense", comentó a IPS el politólogo Alberto Garrido, persistente estudioso de las estrategias del líder venezolano.

De ese eje serán parte, en su opinión, Irán, Siria, Belarús y los países miembro de la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA), Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, mientras que Ecuador deshoja la margarita sobre la oportunidad de sumarse.

Las diferencias y distancias entre unos y otros países son enormes, así como entre sus "procesos revolucionarios". Los de Bolivia y Venezuela, o Ecuador, pueden reivindicar raíces del pensamiento del libertador Simón Bolívar, indígenas, cristianas o marxistas, amén de un secular sueño de integración regional, elementos ausentes de una relación con, por ejemplo, Irán.
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"Con distintos puntos de partida convergen estrategias hacia una multipolaridad, que enfrenta al ‘dominio’ de Estados Unidos", argumenta Garrido para explicar las afirmaciones de "hermandad" que han expresado Admadinejad, Chávez y el izquierdista e indígena presidente de Bolivia, Evo Morales.

Oficialmente, "ni Bolivia, ni Irán ni Venezuela están haciendo bloque contra nadie", dijo en La Paz el responsable para América Latina de la cancillería iraní, Safar Alí Eslamian. "Decidimos vivir de diferente forma, no estamos contra ellos (Estados Unidos)", apuntó.

Ahmadinejad estuvo en enero en Ecuador y en Nicaragua, además de Venezuela, su puerta de entrada a la política regional y base de negocios pactados por más de 8.000 millones de dólares con centenares de convenios sobre petróleo, gas, petroquímica, agricultura, comercio, industria automotriz, educación, ciencia, tecnología y cultura.

Entonces se ufanó de que los países que recorría "son vecinos de Estados Unidos, pero los pueblos están hartos". En esta nueva visita afirmó, junto a Chávez, que "el imperialismo (estadounidense) no tiene opción: tiene que respetar a los pueblos o aceptar la derrota. Cuando estamos juntos, multiplicamos nuestro poder y no nos puede derrotar nadie".

Diplomáticos europeos y sudamericanos dijeron a IPS, bajo reserva de sus nombres, que el presidente iraní "paga con la misma moneda en este vecindario a Estados Unidos, que tiene ejércitos en el vecino Iraq y en el Gofo Pérsico (o Arábigo), y a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) que los tiene en otro vecino, Afganistán".

Mientras Ahmadinejad ahondaba sus alianzas con los sudamericanos, en abierto desafío a Washington, los países (Alemania, China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia) que presionan a Teherán para que detenga su programa de desarrollo nuclear, aplazaron por dos meses la solicitud de sanciones a Irán por parte de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Lo hicieron por pedido de Beijing y Moscú.

Pero, también, como registró el domingo la revista estadounidense The New Yorker, progresan los planes de ataque contra Irán, incluso ya no contra sus instalaciones nucleares, como dio a entender la cancillería francesa, sino contra bases de los Guardianes de la Revolución, la fuerza de seguridad del régimen chiita que Washington equipara con grupos terroristas que dice combatir en Medio Oriente.

En ese marco, ¿cómo se explica el aparente desdén de Washington por los movimientos del presidente iraní en una región, como América Latina, que consideró por décadas su "patio trasero"?

Para Garrido, "más que desdén, lo que Estados Unidos muestra (al respecto) es una mezcla de autismo con tortícolis, por su obsesión frente al laberinto del Medio Oriente, del que no saben cómo salir, y por eso sus proyectos de profundizar la guerra, con el peligro de que puede ser no sólo regional sino nuclear táctica".

Ya Zbigniew Brezinski, ex asesor de seguridad del presidente estadounidense Jimmy Carter (1977-1981), advirtió que, si ataca a Irán, Washington "quedaría atrapado en una guerra regional por 20 años".

Es que Teherán responderá con ataques sobre las fuerzas estadounidenses en Iraq y en Afganistán. Sin contar con que el conflicto podría alcanzar a Pakistán e Israel, miembros declarados o no del club atómico.

María Teresa Romero, profesora de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela, cree que "la renovada incursión de Irán en América Latina debe estar modificando los análisis en los mandos diplomáticos de Estados Unidos y Europa".

"Pese al aparente desdén, la alianza que tejen Irán, Venezuela y otros países toca no sólo intereses hemisféricos sino los globales de Europa y América del Norte", indicó.

"La situación puede llevar al desarrollo de una estrategia conjunta, estadounidense y europea, para actuar frente a esta nueva arista de sus preocupaciones", añadió.

La experta destaca que el gobierno estadounidense de George W. Bush rehuye crearse nuevos frentes de conflicto a las puertas de un año electoral, pero sin dejar de sentir preocupación y tomarle el pulso a la cambiante realidad latinoamericana, lo que le llevará, en su criterio, a procurar deslindes y definiciones en la región.

Washington y los gobiernos europeos no son los únicos que parecieran mirar hacia otro lado frente a la alianza de Irán con latinoamericanos, sino también países del Mercado Común del Sur (Mercosur), como Argentina y Brasil, que buscan sumar a Venezuela a ese bloque y a Bolivia a sus estrategias de largo plazo para proveerse de energía.

Natalio Botana, profesor de ciencias políticas en la argentina Universidad Torcuato Di Tella, alertó desde el diario bonaerense La Nación sobre la falta de atención en el Cono Sur al hecho de que Ahmadinejad busque aliados en la región mientras sostiene un enfrentamiento, entre otros, con Buenos Aires.

El presidente de Argentina, Néstor Kirchner, reclamó ante la Asamblea General de la ONU, donde coincidió con Ahmadinejad, por la poca colaboración de Irán para resolver judicialmente el atentado terrorista del 18 de julio de 1994 contra la Asociación Mutua Israelita Argentina (AMIA), que causó la muerte a 85 personas e hirió a otras 300.

El caso alcanza, según la fiscalía argentina, a responsables iraníes como el ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjaní (1989-1997), dos de sus ministros de entonces y otros cinco ex altos funcionarios.

Irán respondió con dureza al pedido de Kirchner, acusándolo de no estar bien informado o de hacer comentarios "bajo la influencia de la situación actual de su país, con elecciones próximas, y bajo las presiones de grupos sionistas", según el portavoz de la cancillería irania, Mohamed Alí Hosseini.

Kirchner ha sido, por otra parte, un sólido aliado de Chávez, quien ha auxiliado a Buenos Aires con dinero fresco para aliviar su carga de deuda y en momentos críticos le ha despachado combustibles y favorecido la adquisición a Argentina de ganado, manufacturas y servicios navieros.

En ese contexto, "es muy importante la asociación petrolera y para el gas que estrena Irán en Bolivia, porque así el grupo radical que conforma el ALBA puede esgrimir mejor las palancas de la energía en la región y que son esencialmente el gas boliviano y el petróleo venezolano", consideró Garrido.

"Pero no estamos ante situaciones definitivas, sino que se desarrollan contradicciones que llevarán a deslindes y definiciones. Éstas llegarán, en el Medio Oriente y en América Latina, en la medida en que la situación se vaya hacia los extremos", subrayó Garrido.

Por lo pronto, Ahmadinejad ha hecho, en suelo americano, una réplica, aún si más poblada de gestos y palabras que de acciones, de las operaciones de cerco que su país ha sentido en la región del Golfo por parte de Estados Unidos y sus aliados.

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