«Vamos pa'l mar, vamos pa'l mar», corre cada tanto una nerviosa voz en el municipio de pescadores de Bahía Solano, sobre el Pacífico colombiano. Avistaron un bulto en las aguas y se embarcan tras una captura no tradicional: paquetes de cocaína arrojados por narcotraficantes en fuga.
La paradoja: esa práctica "ha permitido que haya todavía una oferta pesquera muy alta", explica a Tierramérica el ingeniero forestal William Klinger, director del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP), con sede en Quibdó, capital del departamento colombiano del Chocó.
Los pescadores artesanales dan tregua a los peces durante esa "ventaja momentánea". Si tienen suerte, encuentran y venden la droga, y ganan lo que en décadas de faena en el mar.
Como el pescado es la base de la alimentación en la zona, por esos días para muchos no hay qué comer, y a los turistas les toca dieta de carne y pollo.
Así lo constató un estudio del IIAP en Cabo Marzo, jurisdicción del municipio de Juradó, vecino de Bahía Solano, para conocer la biodiversidad marino-costera del Chocó biogeográfico, una región de 145.000 kilómetros cuadrados que comprende el sur de Panamá, la parte del noroeste de Colombia y su costa Pacífica, y el norte de Ecuador.
El corazón de esta región trinacional es el departamento colombiano del Chocó, 46.530 kilómetros cuadrados de enormes riquezas y la población más pobre de este país.
Otra "pesca" fuera de lo común ocurre cuando las comunidades "atrapan" buques, casi siempre atuneros, que violan el millaje mínimo establecido, pescan por arrastre y arrasan con todo.
La comunidad los retiene un tiempo, luego se van. "Son barcos de aquí mismo, los dueños son los senadores, por eso no pasa nada", cuenta el funcionario.
El IIAP culmina este año el trabajo de campo en Bahía Solano-Juradó para plantear, a mediados de 2008, un plan de manejo integral del área. Habrá iniciado entonces una investigación similar en el sureño puerto de Tumaco, departamento de Nariño, en alianza con Conservación Internacional.
A diferencia de otros centros científicos, el IIAP, creado en 1993, tiene como misión promover el desarrollo y autonomía de las comunidades negras e indígenas, habitantes característicos del Chocó biogeográfico.
Cada investigación busca tener muy rápida aplicación. Su director es elegido por una asamblea delegataria de 24 personas, entre ellas ocho representantes de las comunidades negras y ocho de las indígenas, con territorios colectivos.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) menciona entre 7.000 y 8.000 plantas y 100 aves que sólo se encuentran en el Chocó biogeográfico, pero "no hay inventarios contundentes", apunta Klinger, "lo que no conocemos es mayor".
Hay sitios no explorados, "en los que no ha sido capaz de penetrar el narcotráfico, ni las fuerzas armadas irregulares" del conflicto colombiano, asevera.
Ésta es una de las zonas más lluviosas del mundo, con hasta 12.000 milímetros anuales, lo que descarta la quema del bosque para ampliar la frontera agrícola, usual en otros meridianos.
Según WWF, el Chocó biogeográfico mantiene intacta "cerca de 58 por ciento del total del área" boscosa.
Sus metales preciosos —oro, plata y platino— atrajeron la ocupación española que introdujo a africanos esclavizados para explotarlos.
Para Klinger, la relativa conservación natural se debe sobre todo "a la dinámica cultural de los negros e indígenas, que "no tienen cultura de acumulación de capital", y toman del bosque o del agua sólo "lo que se necesita para sobrevivir".
Los procesos de titulación colectiva de tierras de las comunidades negras, a partir de la Constitución de 1991, afianzaron su pertenencia al territorio.
Cuarenta años atrás, ésta era "una zona prístina, con pocos asentamientos urbanos y escasísima intervención", dijo a Tierramérica el empresario Paolo Lugari, el primer director de la entonces llamada Corporación Nacional para el Desarrollo del Chocó (Codechocó), fundada en 1968.
Una tarea de Lugari era identificar opciones económicas para el departamento, pero "ninguno de los modelos de desarrollo existentes es apropiado para el Chocó", dijo.
Para el empresario, el aprovechamiento del bosque debe basarse en cosecharlo, "no en talarlo. Se necesita un manejo sustentable, que es mucho más que sostenible".
En esa búsqueda, el centro de investigación Gaviotas, fundado por Lugari, hizo un estudio conjunto con el etnobotánico estadounidense Richard Evans Schultes sobre la palma de seje o milpesos (Jessenia polycarpa), de cuyo fruto se extrae un aceite "de la misma calidad que el de oliva", con aplicación en oleoquímica y como biocombustible.
Schultes, de la Universidad de Harvard, "dirigió una tesis doctoral sobre la palma de seje y terminó montando una extractora de aceite en Gaviotas", que aportó la tecnología.
El botánico concluyó que la experiencia era aplicable al Chocó, pues su resultado fue "el ideal de todo proyecto industrial: factibilidad social, económica y ambiental al mismo tiempo", relató Lugari.
A inicios de los años 70, el Chocó tenía "la mayor población silvestre de seje del país", según Lugari. Hoy ya casi no se la ve, apunta Klinger.
La propuesta pionera nunca prosperó. En cambio, a partir de 1996 se expande desde el norte del territorio la plantación masiva de la exótica palma africana (Elaeis guineensis Jacq.).
"El cambio de uso de la tierra no debería darse por un monocultivo de palma africana", estima Klinger. La biodiversidad de estas selvas produce un "reciclaje de nutrientes" que "garantiza que aparezcan otras especies". Por eso, cualquier monocultivo "que le quite la riqueza de nutrientes al bosque, va a sufrir deterioro a mediano plazo".
Klinger impulsa una investigación llamada "Valoración integral de bosques en territorios colectivos del Chocó biogeográfico", que se propone medir esa riqueza desde diferentes perspectivas.
La primera son los productos maderables del Chocó, famoso por sus árboles finos como el choibá (Oleiocarpon panamense), la caoba (familia Meliaceae) y el guayacán (Centrolobium paraense Tul., var Oriniocense Benth).
En línea con Lugari, y segundo aspecto a estudiar, el IIAP ve más valor en productos no maderables: taninas, resinas, gomas y plantas medicinales.
Se hará además un inventario de la poco investigada fauna, y otro sobre servicios ambientales que presta la selva, como captura de carbono, protección de márgenes hídricas, aprovechamientos turísticos y de investigación.
Las comunidades indígenas y negras "están completamente de acuerdo en que tienen que saber el valor económico de lo que tienen", asegura el director del IIAP.
Obtener ingresos por deforestación evitada permitiría que las comunidades del Chocó recibieran ingresos en el marco del combate global al cambio climático.
Pero, además, "muchos macroproyectos (de explotación forestal o minera y tendido de infraestructura vial y energética) podrían pasar por territorios colectivos". "Si eso ocurriera hoy, no tendríamos ni idea" de cuál es el valor de la compensación, explica el ingeniero.
El Consejo Comunitario Los Riscales, dueño de Nuquí, en el Golfo de Tribugá, y la comunidad de San Luis de los Robles, en Tumaco, ya están aliados con el IIAP para que empiece esas investigaciones en sus territorios.
Además hay técnicas para hacer que ciertos árboles crezcan más rápido.
En seis estaciones ambientales, técnicos del IIAP dosifican la apertura de claros en bosques maduros, para que entre la luz, "que pone a crecer a los árboles y aumenta la regeneración natural". Esto también posibilita el "crecimiento y desarrollo a clases diamétricas (de árboles) que vienen de abajo", explicó.
"Patentes médicas" es otro proyecto del IIAP, "nuestra mayor novedad", dice Klinger: la validación del conocimiento tradicional del bosque chocoano de los "chinangos", médicos de la cultura negra.
Eso sí, "previo contrato con los médicos tradicionales sobre cómo estaría distribuida la patente. Ellos le echan a uno bendiciones, pero no van soltando información así como así. La relación con los médicos tradicionales es dificilísima", y dos galenos occidentales han sabido llevarla, reveló Klinger a Tierramérica.
"Este artículo es parte de una serie de reportajes sobre Objetivos de Desarrollo del Milenio en el Chocó. El proyecto que dio origen a este trabajo fue el ganador de las Becas AVINA de Investigación Periodística. Los abonados que lo reproduzcan deben incluir el logo correspondiente. La Fundación AVINA no asume responsabilidad por los conceptos, opiniones y otros aspectos de su contenido". |