El compromiso por escrito exigido por Dell a sus clientes en Brasil de que sus computadoras no serán exportadas al «eje del mal» o usadas en el desarrollo de armas, según denuncias, vuelve a realzar los obstáculos que enfrenta la investigación científica por restricciones geopolíticas.
Paulo Silveira Gomes, profesor de física nuclear de la Universidad Federal Fluminense, rechazó firmar el documento de "Anuencia" (Export Compliance), después de adquirir "una computadora personal común" de la empresa Dell Brasil.
La prohibición de transferir o exportar "productos de Dell" a Corea del Norte, Cuba, Irán, Siria o Sudán, y tampoco usarlos en la producción o mantenimiento de misiles y armas nucleares, químicas y biológicas figuran entre las condiciones exigidas en el mercado brasileño por la firma transnacional originaria de Estados Unidos, siguiendo las reglas de exportación de ese país.
El hecho tuvo gran repercusión porque lo difundió Folha de Sao Paulo, el diario de mayor circulación nacional, añadiendo el caso de la química Adelina Pinheiro Santos, investigadora de la Comisión Nacional de Energía Nuclear.
Pinheiro Santos confesó haber adquirido un gramo de nanotubos (tubos con un diámetro del orden del nanómetro) de carbono, a través de un amigo en Estados Unidos, eludiendo la negativa de la empresa que alegó no estar autorizada por el gobierno a vender "ciertos materiales" a Brasil.
Ese "contrabando" es el mecanismo para superar las prohibiciones estadounidenses que varios científicos, oídos por el diario, dijeron enfrentar en la importación de productos sensibles, como fibras de carbono y elementos nanotecnológicos. Los vetos afectan incluso el intercambio con Europa.
Gomes no firmó el documento por "dignidad" y soberanía nacional. "No acepto esa división entre países del bien y del mal que quiere imponer Estados Unidos como dueños del mundo", pues "trabajo en una universidad brasileña, mantenida con recursos públicos, no puedo hacerlo sometido a leyes extranjeras", justificó a IPS.
Tampoco sería ético firmar un compromiso cuyo cumplimiento no puede asegurar, ya que la computadora pertenece a la Universidad y fue pagada con recursos del estatal Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico, acotó.
Si Estados Unidos no quiere exportar productos "sensibles", por temor a que sirvan a armas de destrucción masiva, se podrían justificar las restricciones, pero es una exageración de la "paranoia antiterrorista" imponerlas a una computadora personal "hecha en Brasil" y vendida por una empresa legalmente constituida como brasileña, sostuvo.
Las computadoras Dell pueden ser hechas en Brasil, pero con componentes y "tecnología transferida" de Estados Unidos, por eso tiene que seguir las normas de exportación de aquel país, explicó un vendedor brasileño de la empresa a este reportero, que se presentó por teléfono como un posible comprador. La firma Dell Brasil es solo una filial, reforzó.
La firma del compromiso sólo es exigido en "algunos casos específicos" en que los usuarios de la computadora pueden exportarla o usarla en viajes a los países sometidos a algún tipo de embargo impuesto por Estados Unidos, aclaró. Esa distinción tiene poco sentido, porque, con Internet, una computadora puede servir a gobiernos y enemigos lejanos sin salir de Brasil.
Pero son las supercomputadoras, capaces de hacer cálculos rapidísimos y simulaciones muy complejas, exigidos en algunas actividades como las nucleares y meteorológicas, las que justifican las mayores restricciones y acusaciones de bloqueos para el acceso de países en desarrollo.
El gobierno estadounidense clasifica a los países en cuatro grupos para control de sus exportaciones. Desde 2000, Brasil está, junto con Argentina, México y europeos, entre los países que no necesitan autorización previa de Washington para importar computadoras de cualquier potencia.
Los que sufren embargo total son los países mencionados en el "Export Compliance", mientras que los dos grupos intermediarios necesitan autorizaciones para importar supercomputadoras capaces de hacer 33.000 y 45.000 millones de operaciones por segundo (MOPS).
Las condiciones impuestas se deben al muy alto costo de desarrollo tecnológico de equipos producidos en pequeña cantidad y porque se trata de instrumentos vitales en áreas estratégicas, como la producción de artefactos nucleares y la guerra antisubmarina. También en la criptografia, en la que vence la batalla de descifrar códigos quien tiene la "máquina más veloz", explicó a IPS Gylvan Meira Filho.
Como ex presidente de la Agencia Espacial Brasileña y ex director científico del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), Meira encabezó varias negociaciones internacionales delicadas, incluso para la compra de supercomputadoras. Negó, ante la consulta de IPS, los rumores sobre vetos y condicionantes en adquisiciones relacionadas con el INPE.
No hubo, según afirmó, la propalada exigencia estadounidense de que el Centro de Previsión del Tiempo y Estudios Climáticos (CPTEC) tuviera su sede, inaugurada en 1994 y construida en Cachoeira Paulista, a 110 kilómetros del instituto del que es parte. El objetivo sería alejarlo de las investigaciones e industrias aeroespaciales concentradas en Sao José dos Campos, cerca de Sao Paulo.
La compra de la primera supercomputadora del CPTEC se hizo conociendo las restricciones y en negociación franca con Estados Unidos y Japón, los mayores fabricantes de ese equipo, señaló Meira. Brasil es reconocido como país responsable y confiable, afirmó.
El CPTEC acaba de adquirir, sin problemas, una nueva supercomputadora, que está entre las 500 más rápidas del mundo, capaz de hacer 280 billones de cálculos por segundo.
Pero Brasil ya era blanco de desconfianzas en las décadas pasadas, cuando no había firmado el Tratado de No Proliferación de armas nucleares y desarrollaba una fuerte industria bélica, incluso como gran proveedor de Iraq, entonces en guerra con Irán y gobernado por Saddam Hussein (1979-2003), ejecutado el año pasado.
La protección de equipos que pueden servir a la construcción de armas nucleares y romper las defensas de submarinos atómicos o códigos criptográficos es normal, como la exigencia del compromiso en la compra de computadoras normales, matizó Meira, hoy en el Instituto de Altos Estudios de la Universidad de Sao Paulo.
Brasil también es obligado a ejercer control sobre algunos de sus productos, como las substancias químicas que sirven para la fabricación de cocaína, recordó.
El control de la biopiratería en Brasil también provoca muchas quejas de científicos, que tienen sus proyectos retardados y a veces completamente trabados. No son pocos los casos de investigadores acusados, e incluso detenidos, por transportar especies animales y vegetales sin las numerosas y complejas autorizaciones.