Monjes budistas congregados frente al sitio más sagrado de Birmania, la pagoda de Shwedagon, celebraron este martes un ritual para rezar por la «victoria del pueblo», en el marco de multitudinarias protestas contra el régimen militar.
El ritual de este martes adquirió gran importancia, dado que fue realizado a pesar de las advertencias del gobierno, que intenta sofocar las protestas en las que han participado miles de monjes.
En la noche del lunes, el ministro de Religión, Thura Myint Maung, advirtió a los clérigos: "Si los monjes van contra las reglas y contra la autoridad de las enseñanzas budistas, tomaremos acciones bajo las actuales leyes".
En Mandalay, la capital histórica birmana que también es sede del mayor centro educativo del país, hubo más advertencias de parte de la junta. Por la tarde circularon folletos en los que se exhortaba a los ciudadanos a no participar de protestas callejeras dado que los "soldados abrirían fuego" contra los manifestantes, dijo un activista de derechos humanos.
La posibilidad de que se produjera un baño de sangre en Rangún era un temor creciente este martes. Policías antidisturbios tomaron posición detrás de barricadas colocadas para bloquear una calle cerca de la pagoda. Camiones del gobierno con altavoces circulaban la zona advirtiendo a los ciudadanos a que no participaran de las manifestaciones.
Pero las amenazas de un régimen conocido por su brutalidad no lograron frenar la furia que ha crecido en la sociedad birmana.
Una multitud estimada en 100.000 personas, liderada por unos 30.000 monjes, tomaron las calles y siguieron una ruta que comenzaba en la pagoda de Shwedagon siguiendo hasta la de Sule y luego terminando en la de Botatung, cerca del río Rangún, en el sur de la ciudad.
En el camino, los manifestantes se detuvieron en la sede de la municipalidad y realizaron varios discursos críticos a la dictadura militar. El acto fue rico en simbolismo, pues allí fue donde unos 300 estudiantes universitarios fueron asesinados durante un levantamiento prodemocrático en 1988.
En total, unos 3.000 activistas prodemocráticos, incluyendo monjes, fueron asesinados ese año en una campaña de los militares para aplastar el movimiento, que no ha tenido paralelo hasta ahora.
"Las protestas han alcanzado un punto que será difícil contener", dijo a IPS un funcionario de una agencia humanitaria. "Parece que las personas están en marcha y las amenazas del gobierno han tenido poco impacto".
Las manifestaciones muestran un crecimiento de la oposición y un cambio de las razones de protesta, pasando del malestar inicial por el aumento decretado por la junta al precio del petróleo a mediados de agosto para convertirse en un cuestionamiento a la legitimidad del gobierno militar.
El lunes, esta nación del sudeste asiático presenció sus más potentes manifestaciones contra el régimen en dos décadas. Más de 100.000 personas salieron a las calles en respuesta a un llamado nacional contra la junta hecho por la Alianza de Todos los Monjes de Birmania.
Grandes manifestaciones se produjeron también en otras 25 ciudades del país.
El sábado, una fila de monjes, acompañados de cientos de partidarios, pasaron por un puesto de vigilancia para manifestarse frente al hogar donde está recluida la líder prodemocrática Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz, bajo arresto domiciliario por la junta militar.
El perfil de los manifestantes que acompañan a los monjes también revela que la junta no logró ganarse el favor de la clase media, que ha sufrido grandes crisis económicas. En esta ocasión, muchos se animaron a mostrar su rostro y a ser por tanto identificados, a pesar de las amenazas del régimen.
Este martes se vieron a estudiantes universitarios que conformaron la vanguardia de las protestas de 1988uniéndose formalmente a las marchas lideradas por los monjes. "Nosotros alzaremos la bandera de los estudiantes y nos uniremos a las protestas bajo la sombra del liderazgo de los monjes", dijo el líder estudiantil Kyaw Ko Ko durante las protestas.
Birmania, gobernado por sucesivos regímenes militares desde 1962, es un estado paria en el escenario internacional. El actual régimen llegó al poder en 1988.
Mientras, el independiente Grupo Internacional de Crisis (ICG), con sede en Bruselas, llamó este martes al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, a gestionar inmediatas conversaciones con los cancilleres de China, India y Singapur este último país ejerce la presidencia rotativa de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiáticopara promover una solución pacífica a la crisis política.
El grupo, que ha seguido de cerca los acontecimientos en Birmania, señaló que la presión de los demás países asiáticos contra el régimen militar ha sido clave para evitar baños de sangre en el pasado.
"El régimen tiene una larga historia de reacciones violentas ante manifestaciones pacíficas", alertó el ex canciller australiano y presidente del ICG, Gareth Evans.