Una marcada reducción de la abundante vida salvaje de África se verifica ahora también en las áreas protegidas del continente, según un estudio publicado en la Revista Africana de Ecología.
Las famosas reservas naturales del continente están destinadas a convertirse en bolsones aislados de vida silvestre, con pocos animales en ellos, tal como ocurre en Europa, indica el informe.
"No es una conclusión para alegrarse", dijo a IPS el investigador Paul Scholte, del Instituto de Ciencias Ambientales de la Universidad de Leiden, Holanda, y uno de los autores del estudio.
"En aquéllos lugares donde obtuvimos información confiable, se registra un notorio descenso de la vida salvaje dentro de las reservas y áreas protegidas. Fue impresionante, algo mucho más grave de lo esperado", agregó.
La vertical caída en la población de muchas especies de mamíferos fuera de las áreas protegidas en los últimos 15 años está bien documentada. La tendencia se atribuye, en gran medida, a la caza deportiva ilegal, el empleo de esos animales como alimento, la expansión de la agricultura y los asentamientos urbanos.
No existía, sin embargo, una evaluación a nivel continental sobre la situación en las reservas naturales africanas hasta que Scholte realizó esta investigación junto con Tim Caro, de la estadounidense Universidad de California, y el Instituto para el Estudio de la Vida Salvaje de Arusha, Tanzania.
Según la declaración oficial del Congreso Mundial de Parques Naturales, realizado en 2003 en la ciudad sudafricana de Durban, África contiene más de 1.200 áreas protegidas que comprenden unos dos millones de kilómetros cuadrados, alrededor de nueve por ciento del total de su área continental.
Scholte y Caro combinaron los datos disponibles de todas las reservas naturales y utilizaron nuevos métodos estadísticos que permiten compatibilizar información de fuentes diversas.
Entre ellas, el archivo de 40 años sobre los censos mensuales realizados por los guardas de seis parques nacionales de Ghana y una colección de datos aportados durante una década de estudios aéreos de grandes áreas de vida salvaje en Kenia y Tanzania.
La información sobre la población de antílopes demostró ser la más completa y consistente para toda África subsahariana.
"Los nuevos datos muestran que incluso las áreas protegidas relativamente bien organizadas no resultan confiables como una herramienta de conservación a largo plazo, por lo menos para los antílopes y sus predadores naturales", señala el artículo.
Scholte pidió que se realicen estudios sobre otras especies, pero cree, sin embargo, que sus conclusiones son una muestra de lo que ya les ocurre a los mamíferos en los parques africanos.
El aumento en la población de elefantes en las reservas naturales del África oriental y austral es una de las pocas excepciones a la tendencia declinante, aseguró..
El estudio atribuye a la caza descontrolada para utilizar la carne de los animales como alimento buena parte de la merma de la población en el Parque Nacional Katavi de Tanzania, la Reserva de la Biosfera de Gabón y el Parque Nacional Comoe de Costa de Marfil.
En el centro y oeste de África, esta práctica es el factor de presión más común sobre la cantidad de antílopes, destaca el estudio.
En la Reserva Natural Masai Mara de Kenya, la población de herbívoros, desde búfalos hasta jirafas, cayó en picada. Sequías, la caza ilegal y el aumento de la superficie destinada a la siembra de trigo contribuyeron para llegar a esta situación.
Desde que Kenya estableció esta famosa área protegida, su población humana se multiplicó por cuatro.
La población de África se duplica cada 20 años, señaló Scholte. Esto ejerce una enorme presión sobre la vida salvaje en términos de competencia por la tierra, el agua y los alimentos.
En el Parque Nacional Kruger de Sudáfrica la situación es diferente. Allí no es la actividad humana sino el clima seco lo que causa la merma en la población de antílopes y otros herbívoros.
Las consecuencias no previstas del manejo de los parques por parte de los humanos es otro factor que explica el problema, señaló Norman Owen-Smith del Centro para la Ecología Africana de la Universidad de Witwatersrand de Johannesburgo, Sudáfrica.
"Esto no significa que las reservas naturales no puedan tener éxito, sino que deben ser ampliadas, para darles un 'colchón de protección' contra la influencia humana y las variaciones del clima", dijo a IPS, entrevistado por correo electrónico.
Los éxitos conservacionistas en parques como el sudafricano Hluhluwe-iMfolozi se deben, en gran parte, al intenso patrullaje para prevenir la caza ilegal, agregó.
Aunque muchas de las reservas naturales de África se encuentran en aguas turbulentas, hay un puñado que alientan el optimismo, dijo Grant Hopcraft, investigador de la Sociedad Zoológica de Frankfurt, quien se encuentra trabajando en Arusha.
"Hay brillantes ejemplos de buenas iniciativas de preservación. La reserva de Serengeti es uno de ellos y podría usarse como modelo", comentó en un correo electrónico. "La situación es, sin duda, muy grave, pero no me atrevo a pensar que es irreversible."
"Hay muchos casos exitosos en África oriental y austral, aunque existen grandes desafíos y amenazas", dijo James Deutsch, director del Programa Africano de la Sociedad de Protección de la Vida Silvestre, una red con sede en Estados Unidos que abarca 54 países..
Los parques más exitosos son los relacionados con una vigorosa industria turística, que aporta beneficios directos a la comunidad local. "Fuera de esas áreas, la situación para la vida salvaje es desastrosa", agregó.
En África, un continente poco industrializado en el que viven más de 700 millones de habitantes, la mayoría de las personas viven de la tierra, pero el suelo es poco fértil y el agua escasa, indicó Deutsch.
"Un desarrollo sustentable y exitoso es la clave para la conservación a largo plazo de la vida salvaje", afirmó.
Sin embargo, las reservas naturales africanas cuentan con apenas una fracción del presupuesto de las europeas, según Scholte, y el continente en su conjunto menos de 10 por ciento de lo necesario para operar y proteger sus parques.
"Si la comunidad internacional incrementa sus fondos por diez, entonces hay esperanza", concluyó. "Pero no creo que éste sea un pensamiento realista".