El profesor Filipe de Carvalhos, de 35 años, mantiene un estado de silenciosa atención en el aula, en una escuela secundaria cercana a la capital de Timor Oriental.
De Carvalhos es muy tímido, pero asegura que el entrenamiento sobre curación del trauma psicológico post-conflicto que ha recibido lo ayudó a ganar confianza en sí mismo y a relacionarse mejor con sus estudiantes.
«Soy una persona nerviosa, pero gracias a este entrenamiento ya me las arreglo para que algunos de mis alumnos me cuenten sus preocupaciones», dijo.
De Carvalhos enseña educación física en una escuela secundaria del distrito de Manatuto, al este de la capital. También es uno de los elegidos de ese centro de estudios para asistir a un curso de terapia post-traumática de la organización no gubernamental Timor Aid.
Timor Aid proporciona alivio y asistencia para la reconstrucción y el desarrollo de Timor Oriental, diminuto país inserto entre Indonesia y Australia que ha tenido grades conflictos.
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El entrenamiento que ofrece esta organización permite ayudar a los timorenses a afrontar los traumas psicológicos que sufrió la población a raíz de los enfrentamientos de 1999 contra el ejército de Indonesia y la guerra civil que se insinuó el año pasado.
En 1999, la ciudadanía de Timor Oriental resolvió en referéndum, por una mayoría abrumadora, independizarse de Indonesia, que lo había invadido en 1975.
Pero a la consulta popular, patrocinada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), le sucedió una ola de violencia. El ejército de Indonesia y las milicias civiles proindonesias dejaron un espeso rastro de sangre en su retirada.
Se calcula que unas 1.500 personas perdieron la vida y que 70 por ciento de la infraestructura del país quedó destruida. El dolor y el terror siguen vivos en las mentes de los timorenses.
El año pasado, Timor Oriental estuvo al borde de la guerra civil.
Los 24 años de resistencia a la ocupación indonesia —ocurrida al día siguiente de que la metrópoli colonial, Portugal, abandonara el territorio en 1975— supuso una división de las milicias por zonas geográficas, entre los occidentales «loromonu» y los orientales «lorosae».
Los lorosae acusan a los loromonu de falta de compromiso durante la guerra de resistencia.
Los choques, que se desataron a raíz de divergencias dentro de las fuerzas de seguridad, fueron mal manejados por el gobierno y derivaron en desórdenes civiles y políticos. Unas 130 personas fallecieron desde entonces, y otras 150.000 se vieron obligadas a abandonar sus hogares.
De Carvalhos es uno de los casi 60 representantes de ocho de los 13 distritos de Timor Oriental que asisten a los talleres de atención de traumas psicológicos. Además de educadores, el grupo incluye a policías, bomberos, monjas y parteras.
Dilly Barek Daten, de 25 años, coordinadora de los cursos de curación del trauma de Timor Aid, aseguró que el proyecto se ganó gradualmente la confianza de la gente desde su inicio en 1999. Pero la falta de fondos limita su potencial para beneficiar a los ciudadanos, advirtió.
«Cuando propusimos por primera vez esta clase de entrenamiento, la gente nos decía que la curación del trauma no era su prioridad, que necesitaba vivienda y alimentos. Pero poco a poco, los voluntarios entrenados comenzaron a sentir los beneficios de este proyecto», relató.
«Muchos de ellos dicen que pueden controlar mejor sus emociones y están dispuestos a ayudar a otros que afrontan dificultades similares. Hoy los aspirantes pasan por un proceso de selección porque tenemos muchas demandas y un presupuesto muy pequeño», agregó.
Entre los patrocinadores del proyecto figuran la Comisión Europea, rama ejecutiva de la Unión Europea, y la Agencia Austriaca de Desarrollo. En los últimos siete años fueron capacitados 480 voluntarios.
Daten explicó que el proyecto de curación del trauma aspira a abrir un «flujo de dos vías», por el cual los voluntarios entrenados se convierten, a su vez, en entrenadores para difundir esos conocimientos en sus distritos, creando una reacción en cadena.
«Esto llevará algún tiempo. Confiamos en que los resultados de este proyecto sean evidentes en el bienestar de la población a largo plazo», dijo.
Joan Condon, nacida en California y entrenadora de la organización Capacitar International, ayuda a Timor Aid a implementar los cursos.
La metodología de Capacitar, que permite a las víctimas hablar sobre las situaciones que sufrieron para vincularlas con los síntomas a fin de superarlas, «se usa en todo el mundo para hacer frente a traumas mentales y físicos en situaciones post-conflicto», señaló Condon.
«En los últimos años, Capacitar asistió a comunidades afectadas por la violencia en los cuatro continentes, en países como Ruanda, Venezuela, Haití o Bolivia. Demostró su eficiencia en una variedad de situaciones y entornos», agregó la entrenadora, que pasó los últimos ocho años trabajando con diferentes comunidades de América Central.
Carolina Dos Santos, una policía de 35 años del distrito de Liquiça, asegura que el entrenamiento da resultado. «He aprendido mucho aquí, y ahora intento usarlo para ayudar a otros», dijo.
«Como oficial de policía, a menudo trato con víctimas de traumas, como mujeres sometidas a abuso sexual o niños que vieron cosas horrendas durante los acontecimientos de 1999 y 2006. Este entrenamiento me ayuda a tratar mejor con ellos», agregó.