La imagen de un importante colegio privado islámico en el sur de Tailandia fue duramente golpeada por un informe divulgado este martes que acusa a maestros y alumnos de participar en una creciente y brutal insurgencia en la frontera con Malasia.
La revelación hecha por la organización Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, es la primera confirmación pública por parte de un grupo independiente de los vínculos entre el alumnado del Colegio de la Fundación Thamma Withaya y los rebeldes malayos musulmanes que llevan adelante una campaña separatista en las meridionales provincias de Yala, Patani y Narathiwat.
Hasta ahora sólo el gobierno había acusado a Thamma Withaya y a otras instituciones educativas de tener conexiones similares.
Thamma Withaya, el mayor colegio privado en Yala, con una población de más de 5.000 estudiantes, ha sido objeto de varias redadas de las fuerzas de seguridad tailandesas. Muchos de sus maestros han sido encarcelados.
Maestros con los que habló IPS aseguran que la escuela siempre ha sido tratada injustamente. La enseñanza del Islam es defendida como una forma de retener y fortalecer la identidad cultural de la comunidad malayo-musulmana, que es mayoría en esas tres provincias.
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Su lengua, el "yawei", un dialecto malayo, y su fe islámica le da a esa comunidad una identidad distintiva frente a la mayoría budista y hablante de la lengua tai en esta nación del sudeste asiático.
Habitantes de la zona dijeron a los investigadores de HRW que los "ustadz", maestros de religión islámica graduados en Thamma Withaya, revelaban en sus prédicas que "eran militantes".
Sus hijos "contaron que los ustadz les habían dicho que era su deber musulmán tomar las armas y pelear por la liberación de nuestra patria de la ocupación kafir (infiel)", señala el informe.
El papel de Masae Useng, un ex maestro religioso en Thamma Withaya, también quedó expuesto en el informe de 104 páginas, titulado "Nadie está a salvo: ataques insurgentes contra civiles en Tailandia", elaborado luego de un estudio de un año en ese país. Más de 2.400 personas han sido asesinadas desde que estalló el último ciclo de violencia en enero de 2004.
Masae Useng, requerido por las autoridades tailandesas que ofrecen una recompensa por su captura, sigue siendo una de las principales figuras en el Barisan Revolusi Nasional (BRN, Frente Revolucionario Nacional en malayo), según HRW. También lo es Sapa-ing Baso, dueño del Thamma Withaya.
"En el período de los años tranquilos, en vísperas del resurgimiento de la violencia separatista en 2004, los líderes del BRN se concentraron en expandir su fuerza a través de un red de los tok guru (jefes de las pequeñas escuelas religiosas llamadas "pandoks"), los ustadz y jehku (maestros en las "tadikas", escuelas coránicas básicas)", indica el estudio. "Thamma Withaya era el centro de esta red antes de que el gobierno comenzara a desarticularla a partir de 2004", señaló Sunai Phasuk, investigador de HRW sobre asuntos tailandeses.
El colegio "jugó un papel clave en el adoctrinamiento de estas personas. Pero ahora, esta red de adoctrinamiento se diversificó a otras pondoks y a pequeñas escuelas", dijo a IPS.
Otros investigadores que siguen de cerca la violencia en el sur de Tailandia tienen la misma opinión.
"No creo que sea la escuela como institución la responsable, sino más bien un grupo de ustadzs en el colegio y una sección de la administración que se han encargado de adoctrinar y reclutar jóvenes combatientes", dijo a IPS la analista Francesca Lawe-Davis, investigadora del Grupo Internacional de Crisis para el sudeste asiático, en una entrevista telefónica desde Yakarta.
Así se ha creado un grupo de combatientes que muestran poco respeto por los derechos humanos y no tienen límites en campaña para crear un estado malayo-musulmán independiente en el sur de Tailandia.
Los ataques son liderados por los llamados Pejuang Kemerdekann Patani (Combatientes por la Libertad de Patani), afiliados al BRN, según el informe.
Los grupos separatistas "matan y mutilan civiles, y atacan escuelas, clínicas comunitarias y templos budistas", añade.
"De las 2.463 personas asesinadas en los últimos tres años y medio, 2.196 (86 por ciento) eran civiles. Tanto tais budistas como malayos islámicos han sido asesinados en atentados con bombas, tiroteos, asesinatos, emboscadas y ataques con machetes", indicó HRW.
"Los separatistas apelan a la violencia contra civiles para espantar a los tais budistas de esas provincias, mantener bajo control a los malayos musulmanes y desacreditar a las autoridades tailandesas", sostuvo el director de HRW para Asia, Brad Adams, en una declaración que acompaña al informe.
"Pero es algo ilegal y moralmente indefendible atacar deliberadamente a civiles en cualquier circunstancia", añadió.
El asesinato de Abdulloh Daha-ara, un malayo musulmán de 15 años, ilustra la violenta tendencia que está socavando el discurso de los separatistas de que su lucha tiene un alto propósito moral. El adolescente fue muerto a hachazos en la aldea de Narathiwat por estar en contra de los separatistas.
"La violencia de los grupos guerrilleros y del gobierno nos hace vivir bajo el miedo", dijo a IPS Worawit Baru, profesor de estudios malayos en la Universidad Príncipe de Songkhla, en Patani.
"Los musulmanes moderados que rechazamos la violencia de las dos partes no nos sentimos cómodos al hablar sobre esto", afirmó.
Las primeras señales de militancia malayo-musulmana surgieron en los años 60 y 70. Esta comunidad siempre afirmó ser víctima de discriminación cultural, religiosa y económica por parte de los políticos en Bangkok.
Las tres provincias habitadas por los malayos formaron parte del sultanato musulmán de Patani, anexado a Tailandia en 1902.