Elvira Arellano, la inmigrante mexicana que estuvo refugiada durante un año en un templo de Estados Unidos, jamás imaginó transformarse en un símbolo de lucha. «Pero ya que lo soy, espero ayudar para que se cambie esa fama de terroristas que nos han puesto», señala.
"Cuando entré en 1997 a Estados Unidos, sin documentos, sabía que me arriesgaba, pero nunca pensé vivir esta situación. Ahora, lo que espero es que mi caso traiga luz sobre lo que está pasando con muchas familias de inmigrantes que son separadas a la fuerza", dijo a IPS Arellano, quien al ser deportada fue también separada de su hijo de ocho años.
"Todos somos Elvira", es la frase que desde la deportación de Arellano, el 19 de este mes, utilizan en sus manifestaciones los grupos que abogan por los derechos de los inmigrantes de origen latinoamericano en Estados Unidos, mucho de los cuales trabajan en ese país bajo la permanente amenaza de la detención y expulsión fuera de fronteras.
El gobierno y los legisladores de México ofrecieron a Arellano muestras de solidaridad. Este martes, el presidente Felipe Calderón la citó a un encuentro privado.
Según algunas fuentes, el mandatario le ofreció apoyo para que su hijo nacido en Estados Unidos, Saúl, pueda estudiar y vivir en México.
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"Los políticos y el gobierno hablan de mi caso porque ha sido muy público y porque querían verse como: oh sí sí, estamos apoyando, oh sí sí estamos al pendiente", expresó Arellano, quien promete no regresar a Estados Unidos mientras no tenga los documentos requeridos para ser residente permanente.
"La realidad es que todos los días deportan mujeres, deportan niños y que todos los días se violan los derechos humanos de los inmigrantes y que México hace muy poco contra eso", sostuvo Arellano, de 32 años y con un hijo estadounidense por nacimiento.
"México debe tomar una posición de más fuerza. Si están construyendo un muro (en la frontera de Estados Unidos), pegan el grito en el cielo, pero si están deportando familias nadie dice nada, es lamentable", apuntó.
Se calcula que la orden de deportación pesa sobre los padres de unos 800.000 niños y niñas nacidas en Estados Unidos.
Aunque Arellano fue una más de las 500 personas deportadas por Estados Unidos el día 19, su caso atrajo la atención pues había desafiado una similar orden de expulsión en agosto de 2006.
La detención y deportación de Arellano había sido decidida tras comprobarse en 2002 que usaba documentos falsos para trabajar como personal de limpieza en el aeropuerto OHare, de la nororiental ciudad de Chicago.
La inmigrante mexicana optó por refugiarse en una templo metodista en esa misma ciudad, donde permaneció un año hasta que decidió salir para asistir en la sudoccidental ciudad de Los Ángeles a una marcha cuyo objetivo fue pedir la regularización de los entre 10 millones y 12 millones de inmigrantes que se estima viven sin papeles en Estados Unidos, la mayoría de ellos mexicanos.
Fue detenida en Los Ángeles y rápidamente deportada a México. Su hijo de ocho años permanece en Chicago a cargo de una amiga estadounidense.
"Me arriesgué a salir, pero ya sabía que me detendrían", explicó.
"No tenía alternativa luego de un año muy duro (refugiada en el templo) en el que renuncié a pasear con Saulito en los parques, a ir a su escuela, a ir de compras, a hacer lo que hace toda la gente en la calle", dijo.
"Sabía de mi falta con los documentos ¿pero acaso es tan grave como para acusarme de ser un peligro para Estados Unidos, para separarme de mi hijo, para tratarme como terrorista?", expresó.
"Decían que soy una amenaza, pero si sólo soy una mamá que lo único que quiere es trabajar para dar un mejor futuro a su hijo. Qué vergüenza, debería de dar vergüenza a ese país (Estados Unidos) que tanto que habla de derechos humanos y de unión familiar", añadió.
Arellano promete que desde México, donde ahora busca trabajo y aspira a conseguir pronto una escuela para que su hijo venga a vivir con ella, luchará por los derechos de los inmigrantes indocumentados, contra quienes las autoridades estadounidenses vienen aplicando duras medidas, que incluyen castigos a empleadores que los contraten y redadas domiciliarias.
"Para mí, lo más importante es llevar el mensaje de que ya no nos miren como terroristas en Estados Unidos, como criminales, que deben mirarnos como lo que somos: seres humanos que no tuvimos las oportunidades en nuestros países y que tuvimos que irnos a buscar la vida en otro lugar", declaró.
La inmigrante indicó que llegó a Estados Unidos cuando tenía 22 años tras pagar a un "pollero" (traficantes de personas por la frontera).
"Fui a buscarme la vida, pues en México ganaba muy poco (como secretaria) y además ya era tradición en mi tierra (es originaria del estado Michoacán) eso de inmigrar", señaló.
"No me arrepiento de nada. Ahora lucharé por tener a mi hijo a mi lado, eso es lo primero, y por apoyar la causa de tanto hermano que vive en Estados Unidos", apuntó.
El día sábado, cientos de activistas por los derechos de los inmigrantes marcharon por las calles de Los Ángeles, en el estado de California, en apoyo a Arellano. "Todos somos Elvira", fue la frase que usaron en sus carteles.
Unos 500.000 mexicanos emigran hacia Estados Unidos cada año, casi igual cantidad de fallecidos anualmente en el país, según un estudio del estatal Consejo Nacional de Población.
La emigración hacia Estados Unidos va en aumento desde la década del 70, cuando estaban radicados en ese país vecino del norte unos 800.000 mexicanos por nacimiento, cantidad ínfima frente a los más de 11 millones actuales, siete millones de ellos sin documentos.