MÉXICO: Dean desnuda descuidos históricos y virtudes nuevas

El paso por México del huracán Dean, uno de los cuatro más intensos desde que se empezaron a registrar esos ciclones, mostró el desarrollo de las políticas nacionales de protección civil. Pero también la vulnerabilidad atribuida a factores humanos.

Portavoces de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) felicitaron a México por su buen desempeño en materia de evacuación de personas —unas 80.000— y distribución de servicios de emergencia.

Dean ingresó el martes a territorio mexicano por la Península de Yucatán, transitó por el Golfo de México y apenas se disipó este jueves en la zona central, dejando cuatro muertos —según reportes preliminares no reconocidos por autoridades—, una estela de inundaciones también en la capital del país, y destrucción de cultivos y viviendas pobres.

Expertos y estudios advierten de que la progresiva destrucción de las barreras naturales —como los manglares de las zonas costeras para construir hoteles y condominios—, evidente sobre todo en el Caribe mexicano, multiplica el poder destructor de los huracanes.

Lo mismo sucede con la boyante deforestación en gran parte de este país, de unas 250.000 hectáreas anuales de acuerdo con cifras oficiales. Este problema reduce la capacidad de absorción hídrica de los suelos y los hace más vulnerables a inundaciones y deslaves.
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Dean provocó menos daños que los esperados, pero su capacidad de impacto se incrementa por la deforestación que "lastimosamente" ha sufrido el país, reconoció el presidente Felipe Calderón al recorrer las zonas afectadas.

Según cálculos de la organización ecologista Greenpeace, las zonas boscosas mexicanas desaparecen a un ritmo de 600.000 hectáreas o más por año, es decir más del doble que el estimado por las autoridades. Los bosques cubren en este país unos 56 millones de hectáreas.

En la capital, donde los lagos y la cubierta vegetal de antaño dieron paso al cemento, los brazos de Dean llegaron en forma de lluvia, que se extendió entre el miércoles y este jueves por más de 17 horas seguidas.

El sistema de drenaje de la ciudad, antiguo y con desniveles, se saturó y estuvo a punto de colapsar, lo que habría provocado una gran inundación en las zonas céntricas. De todas formas, muchas vías se anegaron, igual que algunas barriadas.

La mano de las políticas públicas irresponsables y de autoridades corruptas está presente en la destrucción de las costas, en la deforestación y en la falta de planificación de muchas ciudades que son ahora más vulnerables a los fenómenos climáticos, dijo a IPS Sergio de la Peña, un abogado que asesora a empresas en cuestiones ambientales.

Con los vientos de Dean, cientos de casas costeras construidas con materiales frágiles perdieron sus techos, muchos plantíos fueron arrasados, las carreteras se inundaron y hubo ríos salidos de cauce. La magnitud económica de los daños aún no ha sido estimada, pero se calcula que será de millones de dólares.

Dean, como otros huracanes anteriores, puso en evidencia algunos de los problemas ambientales de México, pero la otra cara de la moneda fueron las políticas de protección civil, que han alcanzado un alto desarrollo.

El gobierno de Calderón y los de los estados afectados actuaron con armonía y rapidez para informar, evacuar poblaciones, brindar ayuda y restablecer servicios públicos.

México llegó a este desarrollo tras numerosas tragedias naturales. Este país se encuentra entre dos océanos que son escenario de periódicas tormentas y huracanes, está cerca de fallas sísmicas y tiene 16 volcanes activos.

Las políticas preventivas manifestadas con Dean son un ejemplo para otros países, dijo la oficina de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres Naturales de la ONU.

En días previos a la llegada del huracán, la mayoría de los pronósticos hablaban de afectaciones mayúsculas y muchas víctimas.

Según los reportes, Dean dejó a su paso nueve muertos en Haití, dos en Dominica, seis en República Dominicana, uno en Santa Lucía y tres en Jamaica.

Dean tocó tierra en la península de Yucatán con una fuerza de categoría cinco, la máxima de la escala Saffir-Simpson. Luego se degradó, oscilando hasta el miércoles entre uno y dos, para terminar en tormenta tropical.

Desde 1851, año del primer registro de la intensidad de los ciclones que se producen anualmente entre junio y noviembre en la franja marina central del continente americano, apenas otros tres alcanzaron la categoría cinco al tocar tierra, el Huracán del Día del Trabajo, en 1935, Camille, en 1969, y Andrew, en 1992.

Las tormentas tropicales y su pariente mayor, el ciclón (llamado huracán en América), se forman cuando aumenta la temperatura del agua de los océanos en latitudes cercanas a los trópicos.

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