Cuando Libia dejó en libertad el mes pasado a cinco enfermeras belgas y a un doctor palestino tras ocho años en prisión, no sólo quedó en evidencia un importante cambio en Trípoli, sino también una nueva política exterior impulsada por el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy.
Los seis detenidos habían sido sentenciados a muerte luego de ser acusados por el gobierno del presidente Muammar Gaddafi de haber infectado intencionalmente a más de 400 niñas y niños libios con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida).
Tras largas gestiones de la Unión Europea (UE), Cecilia, la esposa del mandatario francés, viajó hasta Trípoli para volver con los trabajadores de la salud que habían sido liberados y serían trasladados a Bulgaria.
La comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, también viajaba en el avión que trajo a los ex reclusos.
Pero el líder libio no se quedó con las manos vacías. Inmediatamente después de la liberación, se anunció que la gigante europea de la industria aeroespacial EADS, en la que el estado francés tiene 15 por ciento de las acciones, firmó un contrato para proveer misiles antitanques a Trípoli, el primer contrato de esta clase desde que la UE levantó en 2004 el embargo contra ese país africano.
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Aunque Sarkozy negó cualquier relación y respaldó los pedidos de una investigación parlamentaria, el episodio sugirió que el presidente llevará adelante una política exterior enérgica y audaz, diferente a la de sus predecesores inmediatos.
El mandatario también procura ahora la liberación de la colombo-francesa Ingrid Betancourt, rehén de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia desde hace más de cinco años.
"Yo lucharé con todas mis fuerzas para liberar a esa mujer injustamente retenida en condiciones espantosas", dijo Sarkozy.
El presidente francés "está apretando el acelerador en una manera que es políticamente muy peligrosa", advirtió Charles Kupchan, director del Consejo de Relaciones Exteriores, centro académico con sede en Washington, y ex director de la oficina para asuntos europeos en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001).
"El gobierno anterior preservó mucho más el status quo, pero la administración de Sarkozy es lo opuesto. Él considera que su gobierno debe hacer un cambio radical, y que Francia es una potencia revisionista", añadió.
La política exterior durante las administraciones de Francois Mitterrand (1981-1995) y Jacques Chirac (1995-2007) fue acusada de paternalista, en particular en relación con África y Asia.
Antes de su fuerte oposición a la invasión a Iraq liderada por Estados Unidos en 2003, quizás la más publicitada incursión de Chirac en política exterior haya sido su decisión de reanudar los ensayos nucleares en la Polinesia, al inicio de su mandato, que desató una ola de críticas en todo el mundo.
En la era Mitterrand, la situación se hace incluso más oscura.
Francia fue el apoyo internacional clave de la dictadura en Ruanda de Juvénal Habyarimana, cuyo asesinato en abril de 1994 desató el genocidio en ese país africano. Paracaidistas franceses peleaban junto a las fuerzas de Habyarimana para defender al régimen de la invasión del tutsi Frente Patriótico Ruandés (RPF) en 1990.
La decisión del juez francés Jean-Louis Bruguière el año pasado de acusar al presidente ruandés Paul Kagame, ex líder del RPF, por supuestamente haber orquestado el asesinato de Habyarimana, agravó las tensiones entre los dos países.
Kagame, en respuesta a las acusaciones, acusó a París de haber colaborado en el genocidio que acabó con la vida de 800.000 personas.
Ruanda redujo sus vínculos diplomáticos con Francia luego de la acusación. La liberación por parte de una corte francesa de dos sospechosos de genocidio requeridos por el Tribunal Penal Internacional para Ruanda este mes no ayudó a aliviar las tensiones.
Por su parte, en un reciente viaje a Senegal, Sarkozy hizo un llamado a poner fin a la diplomacia franco-africana basada en las relaciones personales entre los líderes (un sello de las presidencias de Mitterrand y Chirac), y llamó a crear "una sociedad entre naciones iguales en sus derechos y responsabilidades".
Algo más beligerante, Sarkozy señaló en el mismo viaje que "la colonización no es responsable de las actuales dificultades en África" ni de "las sangrientas guerras que los africanos hacen entre ellos" ni de de los "genocidios", de las "dictaduras" y del "fanatismo" que, dijo, plagan el continente.
La decisión de Sarkozy de designar a Bernard Kouchner, co-fundador de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras, como ministro de Relaciones Exteriores fue vista por muchos observadores como una estrategia para adoptar un enfoque "activista" en asuntos internacionales, particularmente en África y Medio Oriente.
Kouchner anunció su intención de visitar África en el futuro cercano. Uno de sus primeros destinos será Ruanda.
"No sé cuánto va a cambiar esto en la mayoría de las ex colonias francesas que no están en estado de crisis económica endémica", sostuvo el analista Jolyon Howorth, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Yale.
"Pero lo que va a cambiar es el compromiso con la intervención humanitaria como principio. Ése es el más poderoso motivo en toda la campaña de Sarkozy. Creo que el nombramiento de Kouchner es muy significativo", añadió.
Por muchos años, Kouchner ha sido un abierto partidario de lo que a veces se consideran "intervenciones militares humanitarias", e incluso fue partidario de la invasión a Iraq.
También llamó a desplegar una fuerza internacional en la occidental zona sudanesa de Darfur, donde los combates desde 2003 entre el gobierno y los grupos rebeldes se han cobrado unas 200.000 vidas, en su mayoría civiles.
Organizaciones internacionales defensoras de los derechos humanos han acusado a Jartum de genocidio.
Francia actualmente mantiene una fuerza de 1.200 soldados en la vecina Chad.
El compromiso militar internacional más visible de París sigue estando en África. Casi 3.500 soldados están instalados en Costa de Marfil, tratando de mantener una débil paz entre las fuerzas del presidente Laurent Gbagbo y los rebeldes.
Francia también contribuyó con 1.700 soldados a la fuerza de paz de la Organización de las Naciones Unidas en Líbano.