«Estoy dispuesto a un foro permanente en la Plaza de Bolívar», gritó el presidente colombiano Álvaro Uribe desde la escalinata del Capitolio a una audiencia hostil, antes de retirarse de un tenso encuentro con el padre de un militar capturado por la guerrilla que clama por un canje humanitario.
Uribe no cederá: no habrá desmilitarización de una zona de este país para pactar un canje con las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que quieren libres a sus combatientes presos a cambio de entregar a civiles, policías, soldados y tres asesores militares estadounidenses que mantienen capturados.
No habrá acuerdos. Uribe propuso excarcelar de modo unilateral a los guerrilleros que renuncien a la lucha armada a cambio de que las FARC, también unilateralmente, entreguen a "todos los secuestrados".
Esa es la condición que puso Uribe para decretar una zona de encuentro en la que daría un plazo de 90 días a las FARC para pactar una paz que pondría fin a una guerra civil nacida en 1964, cuando se organizaron las guerrillas izquierdistas, pero que hunde sus raíces en los años 40 del siglo XX.
"Es otra propuesta más para darle contentillo a la gente, a la prensa, a la opinión pública, a los países amigos, pero es otra más. Ahí no va a pasar nada", dijo a IPS Juan Carlos Lecompte, esposo de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, rehén de las FARC desde febrero de 2002.
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Tres horas duró la reunión entre el presidente y el profesor Gustavo Moncayo, que durante 46 días recorrió 800 kilómetros a pie desde el extremo sudoccidental del país hasta su centro geográfico y político, la emblemática Plaza de Bolívar.
Desde el miércoles, ese paseo público es el nuevo hogar de este profesor que busca la liberación de su hijo, el cabo del ejército Pablo Emilio Moncayo, de 29 años y capturado por las FARC en diciembre de 1997 durante un combate.
Al terminar la reunión, Moncayo y Uribe hablaron ante manifestantes espontáneos que llegaron a la plaza a pesar de los fuertes controles policiales en sus accesos, y que lanzaban arengas contra el gobierno. Con ellos, el presidente se enzarzó en repetidos debates, exigiéndoles "ideas", no "insultos", pues lo tildaban de paramilitar de ultraderecha.
Como es usual en el esquema de seguridad del mandatario, había francotiradores apostados en los techos de edificios aledaños.
Desde el inicio del encuentro, Moncayo pidió también repetidamente a los manifestantes no agredir a Uribe y solamente pedir "paz y acuerdo humanitario", pero no fue atendido.
El profesor reclama que ambas partes se sienten a acordar la forma en que se harán las liberaciones recíprocas, y pide paz. Para decirlo al presidente y a la guerrilla llegó el miércoles a Bogotá, y en su camino ha sido objeto de homenaje y solidaridad de millones de personas que salieron a su encuentro.
Pero las FARC consideran que la única forma de acordar el intercambio es en una zona desmilitarizada, y no acepta dejar la seguridad de sus negociadores en manos de su archienemigo, el ejército, o de una fuerza internacional neutral.
"No le cedo ni un milímetro cuadrado a la delincuencia En este gobierno no habrá despeje", reiteró Uribe. A su lado, sentados sobre las escalinatas del Capitolio, sede el parlamento, frente a la plaza, Moncayo y su esposa Stella Cabrera se abrazaban, desconsolados.
Cuando el mandatario arremetió contra los argumentos de Moncayo, éste pareció derrumbarse en tiernas manifestaciones de amor a su esposa, profesora de filosofía y español, con quien lleva casado 30 años.
"En nueve años y medio hemos oído lo mismo. Discursos van y discursos vienen, discursos guerreristas, y se hieren unos a otros", dijo Cabrera.
En ese tiempo que su hijo lleva prisionero en la selva han gobernado tres presidentes y ella ha recibido dos vídeos y un manojo de cartas como pruebas de su supervivencia.
"Yo no soy quien decido", dijo la madre. "Quién soy yo para decir cómo recibo esa propuesta. Las que tienen que responder son las FARC", agregó.
En menos de 24 horas, el "caminante por la paz" comenzó a pasar de héroe a villano, en algunos medios de comunicación, pudo constatar IPS.
En la emisión matinal de variedades de Caracol Radio, un periodista ponía en duda que Moncayo, de 55 años, tuviera cualidades "de estadista" como para estar hablando en todos los escenarios de temas como educación y pobreza, incluido un encuentro que sostuvo con 18 diplomáticos en la noche del miércoles.
El discurso de Moncayo de ese día, ante una plaza que lo escuchaba con veneración apenas llegado del peregrinaje, no fue reseñado por El Tiempo, el único diario de circulación nacional.
"Vanidoso, anda convertido en un Napoleón, pobrecito, no tiene la culpa, se encontró con multitudes", dijo el columnista de El Tiempo y comentarista del mismo programa radial Poncho Rentaría, quien además acusó al alcalde de Bogotá de "peculado" por haber dispuesto comodidades de alojamiento para Moncayo en la plaza y contratar 41 habitaciones de hotel para su comitiva.
Los problemas de pobreza, educación y otros que hacen parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, compromisos asumidos por los gobiernos del mundo en 2000, no competen al educador Moncayo, según los comentaristas del espacio radial.
Moncayo contó el miércoles que en su trayecto encontró hospitales precarios, niños trabajadores de ocho y nueve años que ganan entre uno y 1,25 dólares diarios, "gente clamando por una moneda" a la vera de la Carretera Panamericana, o contratistas que llevaban 10 meses sin salario y que no podían protestar "porque la fuerza pública nos da bolillo" (garrote).
Les pagan "un millón y medio de pesos (algo más de 800 dólares) y 15 días de vacaciones a los soldados si traen guerrilleros muertos", agregó.
En cambio, el presidente "debería nombrar a 400.000 maestros ( ) que la plata que se invierte en la guerra se invierta en educación, hay que darle garrote pero a la ignorancia", en vez de pedir dinero en el exterior para la guerra, dijo.
El peregrino que desde el 17 de junio caminó desde su pueblo Sandoná, busca "convencer a las dos tapias (sordos) más grandes que ha habido en Colombia: el presidente Uribe y las FARC", dijo el miércoles poco después de las cuatro de la tarde, ante una Plaza de Bolívar que hervía de gente clamando por el acuerdo humanitario.
"Porque los unos dicen: queremos despeje, y el presidente dice: ¡no hay despeje! Y los unos dicen: si no hay despeje, no hay acuerdo humanitario, y el presidente dice: ¡No hay despeje y no hay acuerdo humanitario!, y lo dice a voz en cuello", sostuvo.
"Y eso nos duele, porque para nosotros es un daño psicológico muy grande", agregó el profesor, padre también de cuatro hijas.
"Yo no vengo a pedir nada a nadie", agregó Moncayo. "Es el pueblo el que está exigiendo hoy que haya acuerdo humanitario. Porque no podemos dejar que nuestros seres queridos se pudran allá en la selva", y recordó a los 11 diputados del Valle del Cauca que perecieron el 18 de junio como rehenes de las FARC en confusos hechos, probablemente ultimados por sus captores tras cinco años de cautiverio.
Sus cuerpos, un mes y medio después, no han sido devueltos a sus viudas y huérfanos.