El profesor Gustavo Moncayo ha recogido más de dos millones de firmas por un acuerdo humanitario que libere a su hijo, en un peregrinaje a pie desde el extremo sudoccidental de Colombia hasta Bogotá, en el centro del país, a donde llega este miércoles.
A paso vivo, ya en las afueras de la capital en la noche del martes, advirtió que sólo hablará con el derechista presidente Álvaro Uribe. "Con el vicepresidente no tengo nada que hablar", dijo a la prensa, ni con el ministro del Interior, como le había ofrecido el gobierno.
Pero este miércoles por la mañana, Uribe habló con Moncayo a través de Caracol Radio y le prometió que lo recibiría este jueves.
Moncayo, de 55 años, partió el 17 de junio de Sandoná, poblado del sudoccidental departamento de Nariño, sin provisiones y portando apenas un pequeño maletín con un pantalón, tres camisetas y su quena (flauta andina), de la cual es un apreciado intérprete en su localidad.
Licenciado en ciencias sociales y con un posgrado en historia, es padre del cabo del ejército Pablo Moncayo, de 29 años, capturado por las izquierdistas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) tras un ataque a la base militar de Patascoy, en Nariño, el 21 de diciembre de 1997.
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Desde entonces, para la familia Moncayo no ha vuelto a haber Navidad. Y cada mes, el 21 "es una fecha que nos estremece".
El joven cabo hace parte del grupo de militares y policías y de rehenes civiles, entre ellos la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, más tres asesores estadounidenses del contrainsurgente Plan Colombia, que las FARC proponen canjear por un número desconocido de guerrilleros presos, quizá medio millar.
El profesor Moncayo camina con una cadena que ata su cuello y sus muñecas. En su recorrido, de unos 800 kilómetros, lo acompaña su hija de 19 años, Tatiana.
Moncayo y su esposa Stella Cabrera, también maestra, tienen otras tres hijas, pero la más pequeña, Valentina, de tres años, sólo conoce a su hermano mayor a través de dos vídeos que las FARC han enviado durante estos nueve años y medio como prueba de supervivencia. También han recibido un manojo de cartas de su puño y letra.
En el último vídeo, conocido el 25 de junio a través de la televisora satelital qatarí Al Jazeera, el cabo Moncayo le pedía al presidente que abriera de una vez por todas un canal de diálogo con las FARC.
"¿Por qué no abre un tercer frente para dialogar? ¿Por qué recurrir a la fuerza?", inquiere, en referencia a que Uribe pactó con los ultraderechistas paramilitares, comandados por narcotraficantes, y dialoga en La Habana con la segunda guerrilla izquierdista, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), todos enfrentados en la longeva guerra colombiana.
Aferrados uno al otro y con la mirada húmeda pero sin llantos, el profesor Moncayo y Tatiana observaron el vídeo de 15 minutos sólo el 22 de julio, cuando pasaron por el departamento del Tolima, en el centro del país.
Luego el padre comentó, sereno: "Es un pedido de auxilio"…"Sus pómulos pronunciados y su rostro desencajado dicen que ellos (su hijo y otro militar apresado en Patascoy) han perdido la sonrisa".
En el trayecto, Moncayo y su hija tuvieron que frenar varias veces su marcha por problemas de salud. La atención médica que reciben ha sido voluntaria.
El maestro piensa acampar desde este miércoles en el corazón político de este país andino, la Plaza de Bolívar, a pocos metros del palacio presidencial y circundada por la sede del parlamento, el palacio de justicia y la alcaldía.
"Voy a pernoctar ahí hasta que se dé el acuerdo humanitario. Si esto no da frutos, pues yo voy a recorrer el mundo entero", advirtió.
Ante anuncios gubernamentales de que no se le permitiría permanecer allí, el alcalde izquierdista Luis Eduardo Garzón interpuso plenas garantías.
"El profesor Moncayo se puede quedar en mi casa, en la Plaza de Bolívar, en la alcaldía, en donde quiera. Un hombre que ha hecho ese trabajo tan estoico no va a terminar mirado desde la impugnación y desde la represión", dijo Garzón.
Pero la alcaldía de Bogotá aclaró que sólo Moncayo podrá quedarse en la Plaza de Bolívar, acompañado de su familia. No pueden hacer campamento allí sus acompañantes u otras personas, se dijo.
La comitiva de Moncayo ha coordinado la llegada a cada pueblo con las autoridades locales. Los recibimientos han sido apoteósicos de ciudad en ciudad.
Arribaba en las noches exhausto, recibía a la gente, dormía desde medianoche o desde las dos de la mañana y al amanecer se ponía en pie para continuar.
La gente mostraba su solidaridad con él y con el intercambio humanitario a la manera del pueblo: con comida. Muchos le regalaban gallinas, pero todos se quedaban allí para cerciorarse de que sería de "su" gallina que el profesor y su hija se alimentarían.
Por el camino salían a encontrarlo personas enfermas, como si al verlo pasar se fueran a curar.
Hubo quienes imprimieron y vendieron estampitas con la figura del profesor Moncayo, y en algún tramo, los aprovechados de siempre cobraban 10 mil pesos (más de cinco dólares) a quien quisiera firmar por el intercambio humanitario. Tatiana protestó.
En un punto de la carretera, la gente sacó a su paso una vieja radiogramola para saludarlo con música, y Moncayo recordó que antes de ser maestro estudió radiotécnica y reparaba esos aparatos para discos de acetato.
Su larga marcha recibió una cobertura escueta de la prensa, situación que mejoró en la última semana. El 9 de julio, Moncayo expresó que sus declaraciones eran recortadas sistemáticamente por los medios de comunicación.
Hoy, la prensa calcula que unos tres millones de colombianos han salido a manifestar su apoyo al "caminante por la paz y la libertad", como lo llaman. La caravana de ingreso a la Sabana de Bogotá sumaba más de 10 kilómetros.
Cerca de las nueve de la noche llegó a Soacha, municipio aledaño a la capital por el sur y a 27 kilómetros de la Plaza de Bolívar.
En Soacha esperaba a Moncayo una plaza repleta, con banderas blancas y de Colombia y pancartas a favor del intercambio humanitario, en el mismo escenario donde en 1989 fue asesinado por la mafia el candidato presidencial del Partido Liberal, Luis Carlos Galán.
José Figuereido, personero municipal de Soacha (a cargo de vigilar los derechos humanos), relató a IPS que Tatiana Moncayo le pidió que en el recibimiento no hubiera "ningún político, y en eso fue muy enfática".
"Esperamos que esto nos toque a todos el corazón, inclusive al señor presidente, que ha sido un poco ajeno a atenderlo a él" agregó.
El 14 de julio, Moncayo propuso crear una Mesa Permanente por el Acuerdo Humanitario. No ha sido la cordillera de los Andes su obstáculo mayor, y habla de "la cima más grande: Uribe-FARC".
Uribe enunció condiciones inamovibles para efectuar el canje: se negó a despejar militarmente algún sector del país para facilitarlo, como reclaman las FARC, y exigió que debían desertar los guerrilleros presos que resultaran liberados.
Por su parte, las FARC han pasado de pedir la desmilitarización de dos departamentos en el sur, a dos municipios en el occidental departamento del Valle del Cauca que suman 760 kilómetros cuadrados, pero de esa exigencia tampoco se mueven.
Uribe mantiene la orden que dio a sus tropas: rescatar por la fuerza a los rehenes civiles y prisioneros militares, a lo que las familias se oponen. En esos intentos ya han perecido 13 retenidos por las FARC: 11 uniformados, un gobernador en funciones y un ex ministro, y se salvó milagrosamente hace siete meses Fernando Araújo, nombrado luego canciller. Un suboficial de policía logró evadirse en mayo.
Al día siguiente de la partida del profesor Moncayo, 11 ex legisladores regionales vallecaucanos que llevaban cinco años como rehenes de las FARC murieron en circunstancias que aún debe aclarar una comisión humanitaria internacional, posiblemente ultimados por sus captores en medio de un intento de rescate que el gobierno niega haber llevado a cabo.
En todo caso, las FARC aún no han entregado los restos de los diputados a sus viudas y huérfanos.
*Con aportes de Helda Martínez desde Soacha.