El acuerdo que sentó las bases para pacificar América Central cumple 20 años. Pero las causas económicas y sociales de las guerras civiles no están resueltas y representan amenazas latentes de nuevos conflictos, consideran analistas.
A mediados de los años 80, tres guerras civiles desgarraban la región.
La más vieja se libraba desde 1960 en Guatemala sobre un sustrato de intervenciones extranjeras, lucha por la tierra y autoritarismo.
En Nicaragua, las milicias de la "contra" financiada por Estados Unidos combatían a los sandinistas que en 1979 habían derrocado a la dictadura dinástica de la familia Somoza, mientras en El Salvador, guerrillas activas desde los años 70 y unificadas en 1980 luchaban contra un régimen autoritario que se volvía cada vez más violento.
Entonces, la ciudad guatemalteca de Esquipulas fue sede, en mayo de 1986, de la cumbre de los presidentes de Honduras, El Salvador, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica, que firmaron un plan promovido por el mandatario de esta última nación, Óscar Arias, basado en propósitos de paz, democratización, plena vigencia de los derechos humanos, seguridad regional y cooperación económica, establecidos en esfuerzos diplomáticos anteriores.
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El proceso concluyó el 7 de agosto de 1987 con la firma del Acuerdo de Paz de Esquipulas II por los cinco gobiernos, cimiento de los tratados nacionales que pusieron fin a las guerras.
En libertad y democracia, "los países de Centroamérica adoptarán los acuerdos que permitan acelerar el desarrollo, para alcanzar sociedades más igualitarias y libres de la miseria", afirmaba el texto.
Al finalizar el conflicto armado guatemalteco, en 1996, se vivió una apertura política, mecanismos de diálogo e institucionalización de la democracia. Pero en 2007 queda pendiente la agenda fundamental: romper con la marginación y la pobreza, opinan expertos consultados.
En 1990, 20 por ciento de la población de Guatemala vivía en extrema pobreza (con ingresos menores a un dólar diario), proporción que se redujo a 16 por ciento en 2000, pero en 2004 volvió a aumentar a 21,5 por ciento. Además, 48 por ciento de niñas y niños padecen desnutrición crónica.
"Hambre en tiempos de paz. Es una contradicción", dijo a IPS Karin Slowing, coordinadora del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Guatemala. Desde 1979 no ha habido casi variaciones en la distribución de la tierra, añadió.
El economista Miguel Arturo Gutiérrez dijo a IPS que en lo relativo a pobreza y desigualdad social "han cambiado pocas cosas" desde Esquipulas II y los Acuerdos de Paz Firme y Duradera de 1996.
Entonces concluyeron 36 años de conflicto protagonizado por la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca y el Estado, que dejó unas 200.000 víctimas, con el ejército como responsable de más de 90 por ciento de las violaciones a los derechos humanos, según la independiente Comisión para el Esclarecimiento Histórico.
"El ejército juega hoy un papel marginal en la sociedad, pero sigue manteniéndose una concentración de la riqueza, y los niveles de redistribución del ingreso no han cambiado", afirmó Gutiérrez, colaborador del II Informe de Avances en el Cumplimiento de las Metas del Milenio en Guatemala, publicado por el PNUD en marzo de 2006.
Ese documento revela que el gasto social aumentó de 3,2 por ciento a cinco por ciento en el periodo 1995-2004, pero está por debajo de los promedios centroamericanos y latinoamericanos.
"Hay paz, pero más pobreza. La riqueza continúa concentrada en manos de unos pocos", dijo a IPS el ex presidente Vinicio Cerezo (1986-1990), firmante de Esquipulas II.
La marginación económica y social y la integración regional son hoy los problemas fundamentales vinculados al desarrollo, opinó Cerezo.
En El Salvador, los dos decenios transcurridos tampoco han servido para superar esos obstáculos, consideró el economista Alfonso Goitia.
Tras el conflicto, se esperaba superar la desigualdad entre ricos y pobres y mejorar la distribución del ingreso, "pero toda la política implementada" desde 1989 por los gobiernos de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) "ha provocado una mayor desigualdad y alta concentración de la riqueza", sostuvo Goitia.
El informe "Trayectorias hacia el cumplimiento de los Objetivos del Milenio en El Salvador", publicado por el PNUD en junio, indica que en 1991 había 31,5 por ciento de hogares pobres, mientras en 2005 éstos constituían 22,8 por ciento del total.
Pero su autor, Carlos Acevedo, mostró reservas sobre los datos gubernamentales y advirtió a IPS de que el Índice de Precios al Consumidor con el que se elaboran las líneas de pobreza incluía productos con precios inferiores a los reales.
Además, "El Salvador seguiría estando entre el 20 por ciento de países con mayores desigualdades del ingreso en el mundo", agregaba el documento.
Según el PNUD, "en 1992 el 20 por ciento de los hogares más ricos percibieron el 54,5 por ciento del ingreso nacional y el 20 por ciento más pobre apenas el 3,2. Diez años más tarde, el ingreso del 20 por ciento de los hogares más ricos había aumentado a 58,3 por ciento, y el del 20 por ciento más pobre había disminuido a 2,4 por ciento".
En enero de 1992, el gobierno de Alfredo Cristiani (1989-1994) y el insurgente Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) pusieron fin en México a una guerra de 12 años que costó unas 75.000 vidas, dejó unos 8.000 desaparecidos y alrededor de 50.000 lisiados.
"Ahora, además, enfrentamos nuevamente el problema del autoritarismo, la represión y la persecución, bajo mecanismos legales o pseudo-legales, estamos retornando a una situación que puede provocar un nuevo conflicto social", sostuvo Goitia en referencia a acciones adoptadas contra activistas sociales y de derechos humanos.
Como Guatemala y El Salvador, Nicaragua ha visto pasar estos 20 años sin convertirse en un país viable para la mayoría de sus 5,1 millones de habitantes, a pesar del clima de paz, dijo a IPS el economista Alejandro Martínez Cuenca.
"Todavía en 2005, según la encuesta de Nivel de Vida del Instituto Nicaragüense de Estadísticas y Censos, 70,3 por ciento de la población rural continuaba pobre", dijo Martínez Cuenca en un foro celebrado en Managua por la Fundación Violeta Barrios de Chamorro para analizar lo andado desde Esquipulas II.
La guerra civil llegó a su fin en 1990. A casi 18 años de lucha armada contra el somocismo siguieron en 1979 otros 11 de insurgencia "contra", que pretendía desalojar del poder al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
El estancamiento de la guerra civil, el deterioro de la calidad de vida que provocó y el bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos llevaron a sandinistas y contras a cesar el conflicto, dijo a IPS el escritor Sergio Ramírez, miembro de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional desde 1979 y vicepresidente entre 1985 y 1990.
Pero más allá de los daños económicos, lo que puso fin a la guerra fue el recuento oficial de más de medio millón de refugiados y cerca de 43.000 víctimas, al firmarse el acuerdo de Esquipulas, estimó Ramírez, alejado del FSLN y retirado de la política.
En su opinión, "el mayor logro, aparte de la paz en sí misma, es que ya nadie piensa que la solución de los problemas sea por la vía de las armas. La gente entendió que matarse por razones ideológicas viene a ser un crimen en sí mismo".
En paz. Así vive el segundo país más pobre de América después de Haití, según la clasificación de las Naciones Unidas contenida en el último informe sobre Nicaragua, publicado en 2006.
De acuerdo con ese estudio, este país avanzó muy poco en materia de desarrollo. La pobreza extrema pasó de 19,4 por ciento de la población en 1990 al 14,9 por ciento, muy lejos del propósito de 9,7 por ciento al que debería llegar en 2015.
* Con aportes de Raúl Gutiérrez (El Salvador) y José Adán Silva (Nicaragua).