La zona oeste de la provincia argentina de La Pampa era un oasis hace 50 años, con vegetación natural, cultivos y ganado abundante. Pero el manejo arbitrario que se hace del río Atuel aguas arriba, en la vecina Mendoza, transformó esa región en un ambiente degradado, desértico e imprevisible.
El problema se arrastra desde hace años, pero ahora dirigentes políticos, académicos, empresarios, productores, ambientalistas, estudiantes y otros sectores de La Pampa, cansados de la falta de respuestas del gobierno de la occidental provincia de Mendoza, resolvieron acudir a la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
"Los pampeanos reclamamos justicia por el Atuel", fue el lema de la convocatoria este mes a una multitudinaria asamblea en la que se decidió dar la batalla judicial. "No queremos hacer una denuncia, queremos que cese el daño y que se obligue a las partes a negociar", dijo a IPS Leandro Altolaguirre, de la Asociación Alihuen.
Según el testimonio de este dirigente ambientalista de La Pampa, 800 kilómetros al sudoeste de Buenos Aires, actualmente hay períodos de ocho meses en los que no corre agua por los cauces del Atuel, y otros que de pronto se inunda. Los cambios son consecuencia del manejo que hace Mendoza en sus represas hidroeléctricas.
Fuentes de Mendoza en contacto con Alihuen aseguran que en los últimos siete años las represas hidroeléctricas Los Nihuiles y Valle Grande, erigidas en esa provincia sobre el Atuel, acumulan agua para generar energía durante tres horas diarias, en los picos de demanda, cuando el precio es más alto.
"Esto es grave porque con el propósito de hacer subir el precio se estaría manipulando una fuente generadora de energía y provocando graves perjuicios a los abajeños", denunció Altolaguirre. Las represas, que producen dos por ciento de la energía argentina, son operadas por empresas concesionarias privadas.
Pero la historia de este desencuentro comenzó mucho antes. El geógrafo Walter Cazenave, de la Universidad Nacional de La Pampa, explicó a IPS que el río Atuel entraba antiguamente a La Pampa a través de un sistema de brazos múltiples, "una especie de delta interior con lagunas y bañados".
Ese curso de agua nace en la cordillera de los Andes a 3.500 metros sobre el nivel del mar, alimentado por una serie de lenguas de glaciares que se unen con su confluente El Salado. Atraviesa distintos ambientes geográficos desde su origen en Mendoza, hasta su tramo final donde forma grandes humedales.
Este oasis abarcaba unos 5.000 kilómetros cuadrados, que en los siglos XVIII y XIX los viajeros identificaban como "los impenetrables bañados del Atuel". En ese ámbito, de una enorme biodiversidad, se erigió luego un desierto y se extinguieron especies como el yaguareté (jaguar), el carpincho o el aguará guazú, según Alihuen.
"Las primeras sangrías y obstrucciones comenzaron en 1917", recordó Cazenave como prehistoria de este conflicto por el agua. Entonces el mal uso del río y la sequía cortaron los primeros brazos del Atuel. Pero fue en 1948 cuando desapareció el último cauce del río debido a la construcción del dique El Nihuil, en Mendoza.
En esa época La Pampa aún no era una provincia sino un territorio dependiente del gobierno nacional, por eso sus reclamos eran débiles, explicó el geógrafo. No obstante se había dispuesto que la empresa estatal que operaba el dique dispusiera de tres sueltas de agua al año para atender las necesidades de aguas abajo.
"Eso nunca se cumplió", recordó Cazenave. A partir de 1973, tras 25 años de cauces resecos, el río Atuel volvió a La Pampa, no por generosidad de su vecina provincia sino por un cambio de clima. Pero la afluencia es inestable. "Desde entonces hubo cortes y crecidas, nunca regulares ni avisados, y eso provoca múltiples problemas", precisó.
El mal manejo del curso de agua en un ambiente de por sí escaso de lluvias alteró fuertemente la biota. Hubo especies que se adaptaron, pero la mayoría retrocedió o desapareció. Los cauces fueron obstruidos por médanos, el bosque xerófilo (adaptado a ambiente seco) avanzó sobre bañados y las lagunas devinieron en salitrales.
En 1910 se había fundado allí una colonia agroganadera, llamada Santa Isabel, y por esa época empezaron los primeros cultivos, según la fuente. El ganado ovino superaba las dos millones de cabezas, mientras que ahora no llega a 10.000. Con las represas y la sequía se produjo una diáspora de pobladores que huyeron a zonas urbanas.
El problema, con altas y bajas atribuibles al clima, subsiste hasta hoy.
Un grupo de 70 productores ribereños del río Atuel y otros afluentes afectados por los arbitrarios cortes solicitaron a la Asociación Alihuen que los represente ante la Corte Suprema de Justicia "para revertir la desertización, la salinización de las napas freáticas, la degradación de los humedales y la pérdida de flora y fauna de la región", reclamaron.
El propio gobierno de la provincia de La Pampa, a través de los funcionarios del área de recursos hídricos y de ambiente, está comprometido ahora en esta demanda. Los políticos formaron parte de la asamblea realizada este mes y afirmaron que el gobernador, Carlos Verna, apoya la presentación.
Pero según Cazenave, Mendoza no tiene voluntad de atender esta demanda.
En 1987, la Corte ya exhortó a Mendoza a reconocer la condición de interprovincialidad de las aguas del Atuel, y a acordar el manejo conjunto del río. Pero no la obligó a hacerlo, de allí la persistente indiferencia.
"En los últimos 12 meses, Mendoza ni siquiera contestó los llamados de La Pampa con vistas a la reunión que debería realizar una comisión interprovincial por este tema", dijo escéptico el experto. "Con uno u otro pretexto se aferran tenazmente a la no cesión de agua" y no se prestan siquiera a estudiar alternativas de un uso racional, añadió.
Según el geógrafo, si se impermeabilizaran los canales se ahorraría el agua que necesita el oeste de La Pampa para asegurarse una provisión regular todo el año sin afectar la demanda de Mendoza.
Pero arriba no hay quien escuche, por eso los de abajo deberán volver al máximo tribunal, como hace 20 años.