UE-BRASIL: Un acuerdo consagrado en portugués

La mesa de negociaciones no necesitó de traductores. Todo se acordó en portugués en la cumbre entre el mandatario de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, el primer ministro de Portugal, José Sócrates Carvalho Pinto de Sousa, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso.

En la segunda fila, dirigentes y expertos de la UE seguían con auriculares la traducción de lo que los portugueses Sócrates, presidente del Consejo de la Unión Europea (UE), y Durão Barroso, que encabeza el órgano ejecutivo comunitario, acordaban con Lula, el jefe del Estado más vasto de América Latina.

Al clausurar el encuentro, Lula recordó que "las relaciones de la UE con Brasil existen hace mucho tiempo, pero las relaciones con Portugal son mucho más viejas, cuando Brasil no era todavía un país, sino un espacio y, coincidencia o no, fue necesario que un portugués, Durão Barroso, presidiera la Comisión y Portugal el Consejo, para que finalmente la UE y Brasil llegasen a una asociación estratégica".

Sócrates y Lula anunciaron que el acuerdo logrado incluye la acción en foros mundiales para impulsar la reforma de los principales órganos de la Organización de las Naciones Unidas, porque, según apuntó el mandatario brasileño, "el mundo de hoy es totalmente diferente al de la década de los años 40, cuando fue fundada".

Los tres aspectos fundamentales del acuerdo fueron la apuesta al multilateralismo efectivo, reforzando las organizaciones internacionales, una respuesta a las alteraciones climáticas mediante el uso de biocombustibles, y el comercio mundial, en el que "ni Brasil ni la UE desean triunfar en las negociaciones. Lo que deseamos es justicia y equilibrio", explicó Sócrates.

Luego del fracaso de la reunión entre la UE, Estados Unidos, Brasil e India (el G-4) del 21 de junio en Potsdam, Alemania, para destrabar la Ronda de Doha de la Organización Mundial de Comercio (OMC), Brasilia ve en esta asociación estratégica con el bloque una posibilidad de aproximar posiciones en la delicada cuestión del proteccionismo agrícola europeo y estadounidense.

Lula ha encabezado las reivindicaciones de los países en desarrollo, pidiendo a la UE y a Estados Unidos reducciones significativas a las subvenciones a sus agricultores, al tiempo que Washington y Bruselas intentan que Brasil, India y otros países en desarrollo abran los mercados a sus productos industriales y servicios.

A pesar de las dificultades, el presidente de Brasil se mostró optimista sobre la Ronda de Doha, pues los gobiernos de los países industrializados más tarde se podrán arrepentir por no ayudar ahora a los pobres. "Soy un hombre de esperanza, pero no siempre los acuerdos son fáciles", dijo Lula.

Además, las dos partes se comprometieron a perseverar en las negociaciones para lograr la asociación estratégica entre la UE y el Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela en proceso de adhesión), que llevan una década de intentos infructuosos.

La primera cumbre de la UE y Brasil que concluyó al fin de la tarde de este miércoles en Lisboa cumplió una de las grandes apuestas de Sócrates para su presidencia comunitaria.

La participación de destacados líderes europeos en la cena de honor ofrecida a Lula por el presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, demuestra que esta iniciativa es de los 27 países del bloque.

Entre los comensales se contaron el presidente francés Nicolas Sarkozy, principal guardián de la proteccionista Política Agraria Común europea, el presidente del gobierno español José Luís Rodríguez Zapatero y los primeros ministros Romano Prodi, de Italia, y Janez Jansa, de Eslovenia, próximo presidente de la UE.

Hasta ahora, la UE mantenía este tipo de cumbres con Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá, India, China y Sudáfrica.

Al grupo se une ahora el inmenso país sudamericano, la quinta área geográfica del mundo, con 8,5 millones de kilómetros cuadrados y 188 millones de habitantes, con un producto interno bruto de 1,7 billones de dólares, cifras que lo colocan en la novena posición entre las economías mundiales.

El primer ministro luso estimó que la falta de una cumbre anterior con Brasil, "país líder de las economías emergentes", se debe a que "existió una laguna en la política exterior de la UE, y quien estaba en mejores condiciones de corregir este error era Portugal".

Ahora que el acuerdo está firmado, todos aplauden, pero para la diplomacia portuguesa la meta implicó una larga marcha de nueve meses.

Primero, debió convencer a sus pares comunitarios y después al propio Palacio de Itamaraty, sede de la diplomacia brasileña encabezada por Celso Amorim, indicó a IPS la analista Teresa Sousa, una de las más destacadas expertas portuguesas en política comunitaria.

Los argumentos esgrimidos por el gobernante lusitano terminaron por convencer a los más reticentes europeos sobre la oportunidad de la cumbre, en momentos en que Brasil asume una actitud crítica ante las negociaciones de Doha para la liberalización del comercio mundial.

Sócrates y su canciller luso Luís Amado argumentaron que no era coherente que la UE mantuviese asociaciones estratégicas con Rusia, India y China, tres de los cuatro grandes países emergentes que están determinando la geopolítica mundial, excluyendo al cuarto, Brasil, apuntó Sousa. Sócrates contó con el decidido apoyo de la canciller (primera ministra) alemana Angela Merkel, cuya actitud fue determinante durante la precedente presidencia comunitaria, avalada por el peso político y diplomático de Alemania.

"Europa tiene que apoyar una gran democracia que cuenta con peso e influencia como para no dejar que el péndulo de la balanza latinoamericana se incline hacia el lado de (el presidente de Venezuela) Hugo Chávez", apuntó Sousa.

En el frente brasileño, la tarea emprendida por los portugueses no fue más fácil.

Fue necesario aclarar las dudas y convencer a Itamaraty de que no se trataba de una iniciativa de Lisboa, aislada del resto de la UE, que aparece en momentos en que Lula desarrolla relaciones pragmáticas con Estados Unidos pese a las diferencias de fondo entre Washington y Brasilia.

A Portugal le cabe mediar como "un pequeño país europeo que usa su historia global para alcanzar un papel importante en el mundo globalizado, en el cual Brasil será una de las grandes potencias, uno de los cinco países más poderosos del mundo en 2050", apunta hoy un artículo editorial de Diario de Noticias de Lisboa. Otro aspecto relevante fue el rol ascendente que juegan los biocombustibles (menos contaminantes que los derivados del petróleo) en la batalla contra las alteraciones climáticas que amenazan al planeta.

Esta fuente energética, usada en 40 países, tiene en Brasil la base de una amplia experiencia, al contar con 336 fábricas de alcohol de azúcar que producen 130.000 millones de litros, y que deberá subir a 409 plantas a fines de 2013.

Sin embargo, el uso de estos combustibles todavía está en pañales en la UE, que por ahora se limita a planificar el consumo de un modesto 10 por ciento de etanol hasta 2020, casi todo dedicado a los transportes de uso público.

La cooperación en este campo se ha convertido en especialmente atractiva para los líderes del bloque tras el Consejo Europeo de marzo pasado, cuando se aprobó una directiva de Durão Barroso sobre política energética obligando a los Estados miembros a usar 20 por ciento de la energía a partir de fuentes renovables hasta 2020.

El riesgo mayor para la presidencia portuguesa, estiman todos los observadores, es que el diálogo estratégico que hoy se inicia no se materialice en asuntos vitales y acabe por reducirse a un retórico debate sobre Doha, los subsidios agrícolas y la apertura para el Sur de los mercados del Norte.

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