Las fuerzas de seguridad de Pakistán tomaron este martes por asalto Lal Masjid (la Mezquita Roja) en Islamabad, para eliminar a los insurgentes atrincherados dentro del edificio.
Es probable que la acción ayude al presidente Pervez Musharraf a reducir las críticas internacionales sobre sus insuficientes medidas para contener al movimiento islamista Talibán en la frontera con Afganistán.
Pero en el frente nacional, las cosas son un poco más complicadas.
El sábado, Musharraf advirtió que el ejército sería implacable. "Hemos sido pacientes. Ellos (los insurgentes) deberían salir y rendirse. Y si no lo hacen —digo esto aquí y ahora—, serán muertos".
El segundo clérigo en la escala jerárquica de Lal Masjid, Abdul Rashid Ghazi, fue uno de los muertos en el ataque comando, según la estatal Televisión de Pakistán, que citó fuentes del Ministerio del Interior.
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El clérigo principal, hermano de Ghazi, Abdul Aziz, ya había sido aprehendido al intentar escapar vistiendo una burqa (tradicional túnica femenina). Por lo menos otros 50 fallecieron en el tiroteo, según informes militares, mientras que la misma cantidad de mujeres y niños que habían sido tomados como rehenes fueron rescatados.
La última vez que se oyó a Ghazi fue en una llamada telefónica al canal de Geo TV, cuando acusó a las autoridades de agresión flagrante. Entonces dijo que su martirologio era seguro.
Musharraf había preparado el terreno cuando Ejazul Haq, ministro de Asuntos Religiosos, declaró que el gobierno tenía información según la cual varios terroristas sobre los que pendían pedidos de captura internacional se ocultaban dentro del complejo de Lal Masjid, donde se dictan seminarios para hombres y mujeres eruditos en Islam.
"Nueve presuntos terroristas, considerados mucho más peligrosos y perjudiciales que los operativos de (la red terrorista) Al-Qaeda y el Talibán, están escondidos en la mezquita", dijo Haq en una conferencia de prensa el domingo, aunque se negó a revelar sus identidades.
Según Haq, los "terroristas de gran valor" tenían bajo control la mezquita y no el clérigo principal, quien, alegó, era mantenido como rehén junto con mujeres y niños. Pero Ghazi, cuyo apoyo a los extremistas del Talibán era bien conocido, había aparecido varias veces en televisión para decir que prefería el "martirologio" a rendirse.
Ghazi había dicho que 1.800 seguidores estaban en la mezquita y que unos 300, mujeres incluidas, habían sido asesinados durante redadas llevadas a cabo por el ejército el domingo, y en las que falleció el teniente coronel Haroon-ul-Islam. Esos números todavía no fueron confirmados.
El problema comenzó a gestarse en la Mezquita Roja a comienzos de este año, cuando estudiantes del seminario para mujeres Jamia Hafsa, ocuparon una biblioteca infantil reclamando la reconstrucción de seis mezquitas que habían sido demolidas por encontrarse en tierra ocupada.
También demandaron la aplicación estricta de la sharia (ley islámica), tras secuestrar a la presunta propietaria de un burdel a la que intentaban castigar.
A comienzos de abril, la mezquita había establecido un tribunal de la sharia y Maulana Abdul Aziz anunció que cualquier intento por clausurarlo afrontaría una venganza con miles de ataques suicidas.
A los "escuadrones morales" de muchachas y muchachos del seminario se les permitió entonces arrasar las calles para "impedir los vicios y promover la virtud", siguiendo el ejemplo del Talibán en Afganistán.
Las cosas pasaron a mayores cuando nueve ciudadanos chinos, seis de ellos mujeres que trabajaban en una casa de masajes, fueron secuestrados el mes pasado. Fueron liberados un día después gracias a una intervención diplomática.
A medida que el enfrentamiento de Lal Masjid comenzó a dar nuevos giros, muchos críticos lo vieron como un fenómeno orquestado.
"En Islamabad hay un convencimiento de que el clérigo principal y su hermano le hicieron el juego a las agencias de inteligencia. La tragedia es que, quien sea que lo haya planeado, no logró ver que se podían perder tantas vidas, y que las personas que viven en el área G-6 de Islamabad se convertirían en prisioneras en sus propios hogares", dijo a IPS un periodista radicado en Islamabad que pidió no revelar su identidad.
Los tiempos de la operación también plantean serias dudas sobre los motivos reales del gobierno militar de Pakistán.
Según Ishtiaq Ali Mehkri, editor de noticias de Geo TV, el enfrentamiento de Lal Masjid fue una "obra maestra de las agencias de inteligencia" y una cortina de humo para desviar la atención de los asuntos de importancia nacional, especialmente la audiencia de la Suprema Corte convocada a petición de Iftikhar Mohammad Chaudhry, a quien Musharraf suspendió de modo sumario como principal magistrado.
Este punto de vista fue compartido por Hamid Mir, analista político del mismo canal de televisión. "Musharraf quiso eliminar la importancia de la Conferencia Multipartidaria en Londres (una reunión de decenas de políticos pakistaníes los días 7 y 8 de julio). Y antes, usó la Mezquita Roja para distraer (la atención) de la crisis judicial", señaló.
Según Mir, a Chaudhry Shujaat Hussain, líder de la gobernante Liga Musulmana de Pakistán enviado a negociar con los líderes de la mezquita y que estuvo por resolver el asunto en abril, "alguien muy importante le pidió que lo demorara".
Sin embargo, Mehkri cree que podría haber en todo esto un plan de más largo aliento del gobierno de Musharraf. "Podría ser motivo para que Estados Unidos bendiga que Musharraf siga usando su uniforme" militar, opinó.
En una declaración escrita, el presidente del Partido Comunista de Pakistán, ingeniero Jameel Ahmad Malik, dijo que "las fuerzas religiosas fundamentalistas en Pakistán son creación del ISI (siglas de los servicios de espionaje del régimen), las inteligencias militares y el imperialismo estadounidense".
Se refería a los mujaidines, los guerreros islámicos asentados en Pakistán que en los años 80 combatieron con apoyo de Washington al ejército soviético que ocupó Afganistán.
Luego que los soviéticos se retiraron de Afganistán, Pakistán envió a los mujaidines a Cachemira para que respaldaran con su prolongada disputa con India sobre la posesión de ese territorio habitado por una mayoría musulmana.
En Pakistán, partidos de la oposición acusan a Musharraf de alentar en secreto el radicalismo islámico para contrarrestar las crecientes demandas de democracia y elecciones libres de organizaciones políticas laicas.