Líderes de la Unión Europea están decididos a adoptar una postura común sobre el futuro estatus de Kosovo, mientras delegados del llamado Grupo de Contacto iniciaron una serie de reuniones clave con el fin de encontrar una solución para esta provincia serbia administrada por la ONU.
Los cancilleres del bloque europeo instaron a las autoridades de Serbia y de Kosovo a resolver sus diferencias en próximas negociaciones.
La iniciativa surgió por el impasse que se suscitó en el Consejo de Seguridad de la ONU (Organización Naciones Unidas) el viernes, cuando Rusia amenazó con vetar una resolución que dé inicio al plan de independencia de Kosovo, diseñado por el enviado del foro mundial y ex presidente finlandés Martti Ahtisaari.
En caso de que finalmente sea aprobada la independencia esa meridional provincia serbia, a cargo de la ONU desde 1999, la comunidad internacional tendría que supervisar el cronograma ideado por Ahtisaari.
Empero, el parlamento de Serbia rechazó esta semana cualquier intento independentista de Kosovo, donde 90 por ciento de sus dos millones de habitantes son de origen albanés.
Representantes del Grupo de Contacto para Kosovo, conformado por Alemania, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia y Rusia, se reunieron en la víspera en Viena en lo que fue la primera sesión de análisis del problema.
Es una pena que entre los puntos de coincidencia existentes entre Belgrado y Pristina en diálogos previos "no hayan podido ponerse de acuerdo con la oración que define el estatus de Kosovo", señaló el comisario de Ampliación de la Unión Europea (UE), Olli Rehn, a cargo de los vínculos con esa región.
Varias instituciones de la UE se mostraron a favor de que tanto Kosovo como Serbia se integren al bloque como miembros pleno. Pero si Belgrado sigue oponiéndose a la independencia no hay muchas "perspectivas europeas", como se refieren al asunto varios diplomáticos.
La UE debe considerar reconocer en forma unilateral la independencia de Kosovo si Rusia sigue bloqueando los esfuerzos de resolución en el ámbito de la ONU, sostuvo Alain Délétroz, del centro académico independiente Grupo Internacional de Crisis, con sede en Bruselas.
Kosovo ha sido históricamente un asunto muy sensible para Belgrado que considera a esa provincia autónoma uno de los enclaves originales de la nacionalidad serbia. En el siglo XIX se invocó la derrota que allí sufrieron los serbios a manos de los turcos en 1389 para incentivar la lucha libertaria contra el Imperio Otomano.
"La clase política serbia quiere sacarse este problema de encima. Pero nadie quiere hacerse responsable de entregar Kosovo. Quieren que la comunidad internacional tome la decisión por ellos", sugirió Délétroz.
"En casi ocho años, los serbios nunca elaboraron un proyecto concreto para reintegrar a Kosovo. Es claro que eso muestra que no se toman esto en serio", añadió.
El plan de Ahtisaari garantiza a los serbios y a las otras minorías de Kosovo amplia autonomía en cuestiones específicas como salud y educación así como la designación de las autoridades policiales.
Por su parte, el Instituto de Estudios de Seguridad, de la UE, advirtió que si no se logra implementar ese cronograma con respaldo de la ONU, el asunto tendrá un efecto dominó.
Si los albano-kosovares declaran la independencia en forma unilateral, como amenazó el primer ministro Agim Ceku en noviembre, la minoría serbia, concentrada en la septentrional ciudad de Mitrovica, en Kosovo, podría escindirse y unirse a Serbia.
Es inevitable que haya episodios de violencia una vez declarada la independencia, según varios especialistas en asuntos de la región de los Balcanes.
La unidad que demuestre la UE a este respecto puede resquebrajarse si no se llega a una buena solución.
La mayoría de los 26 miembros del bloque están a favor de la independencia de Kosovo, pero algunos como Chipre, España, Eslovaquia y Grecia se oponen salvo que la autorización sea expresa de la ONU.
La razón de esa reticencia es que ese reconocimiento incentive las intenciones secesionistas de algunas comunidades en sus propios territorios.
Kosovo puede convertirse en los próximos meses en el asunto más espinoso en materia de política extranjera y de seguridad para la UE desde la invasión a Iraq, liderada por Estados Unidos en marzo de 2003.
Las dificultades se agravan por la obstinada postura de Rusia. Las relaciones entre Moscú y varios países europeos se deterioraron últimamente por diversos asuntos de amplia repercusión mediática.
Rusia arguye que la independencia de Kosovo puede repercutir en los conflictos del Cáucaso y Moldova. La comunidad internacional no se ha puesto de acuerdo acerca del estatus de cuatro pequeños estados en disputa, Osetia del Sur, Transnistria, Nagorno-Karabakh y Abhakia.
La UE no debe desestimar las preocupaciones de Moscú, pero "la principal razón por la que Rusia complica una solución para el estatus de Kosovo es probablemente, una vez más, provocar divisiones en Occidente", según la economista Katinka Barysch, directora del Centro de Reforma Europea, con sede en Londres.
"La postura inflexible de Rusia puede crear confusión en la UE, lo que, por cierto, no entristecería al Kremlin", arguyó.
"Es importante que los gobiernos europeos mantengan un frente común, independientemente de cuál sea su decisión. Una postura unida fortalecerá la capacidad de la UE de influir sobre Kosovo y Rusia", añadió.
La UE congeló el año pasado los intentos de Serbia por ingresar al bloque al suspender las negociaciones con Belgrado acerca de un "acuerdo de estabilización y asociación".
La decisión fue en represalia por la falta de cooperación de ese país con el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, con sede en La Haya, en la búsqueda de dos hombres, Ratko Mladic y Radovan Karadzic, acusados de delitos atroces durante las guerras de los Balcanes de la década de los 90, que se presume están en territorio serbio.
El bloque europeo accedió a reiniciar el diálogo en respuesta a la formación de un nuevo gobierno en Belgrado y tras obtener garantías del tribunal de que el gobierno serbio no dificultaba su tarea.
Por su parte, el diplomático británico David Gowan señaló que Serbia tendrá que realizar una profunda introspección si pretende adherir a las normas de derechos humanos y democracia de la UE.
No hubo una investigación de las atrocidades cometidas por el fallecido presidente de Serbia, Slobodan Milosevic (1946-2006), quien gobernó de 1989 a 2000, y cuyo autoritarismo en Kosovo llevó a que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) bombardeara su país en 1999, según Gowan.
"Rara vez se discute en Serbia las pruebas de las atrocidades y a menudo se niegan", afirmó.
"Los serbios califican los acontecimientos de 1999 de 'agresión de la OTAN', porque entienden que no fue provocada y fue un error. Pocos parecen darse cuenta de la repugnante moral detrás de las prácticas de Milosevic y muchos asumen que la población de origen albanés no tiene importancia", indicó Gowan.
"Esas posturas chocan con los valores fundacionales de la UE. Los serbios deben comenzar un análisis objetivo y progresista de sus relaciones pasadas y presentes con Kosovo", subrayó.