El partido gobernante de Turquía, de raíces islámicas, será puesto a prueba en unas elecciones parlamentarias dominadas por el papel de la religión en la vida pública y una posible incursión militar en el atolladero iraquí. Puede ganar, pero no necesariamente gobernar.
Se espera que, cuando unos 44 millones de votantes acudan a las urnas el 22 de este mes, el Partido de Justicia y Desarrollo (AKP), del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, volverá a triunfar, pero con una mayoría reducida en el parlamento de 550 miembros.
Encuestas publicadas en el periódico Hurriyet indican que el AKP se quedará con alrededor de 30 por ciento de los votos, cuatro puntos porcentuales menos que en los pasados comicios. De esta manera, los 353 escaños que ocupa hoy podrían disminuir a poco más de 300.
La mayor fuerza opositora, el secular Partido Popular Republicano, espera superar las proyecciones, que le otorgan 20 por ciento de los sufragios. Mientras, el ultraderechista Partido del Movimiento Nacional confía despejar la barrera de 10 por ciento para ingresar al parlamento.
Los comicios se realizarán tres meses antes de lo programado debido a un receso parlamentario en la elección del próximo presidente y tras una campaña amarga y polarizada que enfrentó a las fuerzas seculares contra la agenda del AKP, acusada de islamista.
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Las elecciones se llevarán a cabo bajo la atenta mirada del poderoso ejército secular.
Aunque el AKP obtenga una cómoda mayoría, nunca podrá formar un gobierno por sí solo.
La principal tarea del nuevo parlamento será elegir un presidente que, a su vez, designe a un primer ministro.
El AKP necesitará quedarse con 367 escaños para que su candidato presidencial sea elegido, o tendrá que buscar un nombre de consenso. Pero, en el actual escenario político, ninguna de las dos cosas parece probable, lo que llevaría a la convocatoria de nuevos comicios parlamentarios en los próximos dos meses.
Erdogan prometió que el próximo presidente saldría de las filas de su partido. Esto significaría que el AKP tendría la mayoría en el parlamento y el control del Poder Ejecutivo.
Algunos temen que esto ocurra. Si el AKP llega a la presidencia, "la república estará en problemas. No habrá equilibrio de poderes", dijo a IPS Gülsün Zeytinoglu, ex integrante de la Junta de Mujeres Emprendedoras.
"El ejército no aceptará un presidente del AKP. Es improbable que haya un golpe directo, pero el ejército todavía tiene otros medios para oponerse a un presidente con puntos de vista islamistas", dijo a IPS el escritor francés Jerome Bastion, analista de la política turca radicado en Estambul.
Los militares hicieron precisamente eso en la votación parlamentaria del 27 de abril, cuando al ministro de Relaciones Exteriores, el ex islamista Abdullah Gul, estuvo a pocos sufragios de convertirse en presidente.
En un anuncio de medianoche publicado en su sitio web —y por eso calificado por muchos de "golpe electrónico"—, el ejército señaló que Gul era inaceptable para el cargo.
La postura de los militares tuvo influencia en las sucesivas votaciones, y Gul no fue elegido, por lo que el parlamento fue disuelto con vistas a la realización de nuevos comicios.
En Turquía, país dividido entre las masas religiosas y la elite urbana laica, el ejército es muy respetado, y se lo ve como el protector de la república secular. Dio dos golpes de Estado directos y derrocó a otros dos gobiernos a través de "golpes por comunicados".
Sus relaciones con el AKP fueron tormentosas en relación a la expansión de la influencia islámica en la vida pública turca. El partido gobernante presionó para reducir el papel de los militares, citando normas de la Unión Europea sobre democratización que Turquía debe adoptar en su intento por convertirse en el primer miembro musulmán del bloque.
Erdogan y Gul proceden de un antiguo partido que fue prohibido por pretender imponer en el país la "shariá" o ley islámica. Ahora aseguran que el AKP, formado hace apenas cinco años, no es ni islamista ni "demócrata musulmán", sino solamente conservador.
En su campaña, la religión es apenas mencionada, y subrayan los antecedentes económicos del gobierno, que redujo la inflación de 50 por ciento a un solo dígito, realizó privatizaciones y duplicó el valor de la Bolsa de Valores de Estambul.
Lo que el AKP menciona a menudo es el terrorismo. Una vez más, esto enfrenta al gobierno con los militares.
Ante el aumento de las acciones armadas del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), el ejército propuso una incursión en el norte de Iraq, donde los insurgentes tienen su base. Pero el gobierno del AKP, que enfrenta la presión de Estados Unidos y la Unión Europea, no dio el visto bueno.
Erdogan sostuvo que antes había que terminar con el terrorismo dentro de Turquía. En la campaña electoral, el primer ministro fue acusado de blando con los rebeldes kurdos por la oposición. Esto hace posible que algunos votos del AKP sean drenados hacia partidos que abogan por una política más severa.