MUJERES-AMÉRICA LATINA: La culpa de no ser blanca

En América Latina y el Caribe viven 75 millones de mujeres negras, pero no suman siquiera 50 las que desempeñan altos cargos en la política o la administración pública. Ser afrodescendiente es estar en los peldaños más bajos de la escala social regional.

"La desigualdad e inequidad están a la vista: tenemos pocos o nulos espacios donde están los tomadores de decisiones. Nuestra situación es una de las peores", dijo a IPS la nicaragüense Dorotea Wilson, coordinadora de la Red de Mujeres Afrolatinoamericanas, Afrocaribeñas y de la Diáspora.

Ser pobres, mujeres y negras "nos obliga a realizar un esfuerzo gigante contra la discriminación y la xenofobia", señaló Wilson, ex alcadesa y ex legisladora en Nicaragua además de líder de la organización no gubernamental Voces del Caribe.

La coordinadora de la Red, que reúne a grupos de 33 países, fue entrevistada por teléfono desde Panamá, donde participó el lunes y este martes junto a otras 30 personas del Encuentro Intergeneracional de Mujeres Afrodescendientes de América Latina, con auspicio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Unos 150 millones de afrodescendientes de la región no han conseguido remontar su segregación, conquistando algunos papeles relevantes en el poder político o la administración pública, como ha ocurrido en cambio con un puñado de representantes de la población indígena latinoamericana, estimada en unos 40 millones de personas.

Según la de Red de Mujeres Afrodescendientes, no llegan a 50 las mujeres en esas posiciones.

En la reunión de Panamá se buscó articular y definir agendas de las organizaciones de mujeres negras, "que hemos estado dispersas", explicó Wilson.

Las participantes presentarán una postura unitaria en la X Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que se realizará en Quito, Ecuador, entre el 6 y el 9 de agosto, por iniciativa de la Cepal.

"Tenemos con urgencia que articularnos como mujeres afrodescendientes, pues estamos separadas y ni siquiera hemos conseguido que los gobiernos hagan lo suficiente para saber cuántas somos exactamente en la región", declaró Wilson.

En Quito, uno de los temas centrales será la situación del trabajo doméstico femenino. La mitad de las mujeres que se ocupan en ese sector laboran más de 48 horas semanales, sin salarios adecuados ni acceso a seguridad social, según la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe). Además, millones de trabajadoras domésticas no reciben siquiera un pago.

Gran parte de esa fuerza laboral está compuesta por mujeres indígenas y afrodescendientes.

Más de 90 por ciento de la población descendiente de africanos esclavizados en América en la época colonial es pobre, tiene acceso sólo a los empleos menos remunerados y cuenta con bajo nivel de educación, de acuerdo con estadísticas.

Una investigación de la Cepal realizada en 2001 afirma que "la población afrolatina y afrocaribeña" es de "alta densidad y poca resonancia".

Las estadísticas disponibles indican que, debido a la discriminación, la condición de negritud opera como un anclaje de las personas en la pobreza.

En Brasil, por ejemplo, 71 por ciento de las mujeres negras trabajan en el sector informal, una proporción mayor que los hombres negros (65 por ciento), las mujeres blancas (61 por ciento) y los hombres blancos (48 por ciento).

También en Brasil, la población blanca es 2,5 veces más rica que la negra. En Colombia 80 por ciento de los afrodescendientes viven en pobreza extrema, y en Cuba, el único país de América con sistema económico socialista, habitan en las peores viviendas y tienen los trabajos peor pagados.

"Ser negro es muy difícil en nuestra región, y más si eres mujer, lo sé porque yo misma he debido enfrentar vejaciones degradantes en muchos momentos", expresó Wilson.

La coordinadora de la Red es originaria de Puerto Cabezas, región autónoma del Atlántico Norte nicaragüense.

"Mi papá fue obrero de mina por más de 48 años, mi madre era una ama de casa que crió nueve hijos. Fue difícil que seis mujeres y tres varones saliéramos adelante en estas sociedades, pero luchamos y lo hicimos", declaró.

En 1975, siendo una religiosa misionera, Wilson ingresó a las filas del izquierdista Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), y luego a las acciones armadas contra la dictadura de Anastasio Somoza.

En 1979, derrocado el dictador, Wilson se convirtió en la primera alcaldesa de Puerto Cabezas y luego fue diputada ante la Asamblea Nacional legislativa, por la Costa Caribe. Sigue siendo integrante del FSLN que, tras perder el gobierno en las elecciones de 1990, lo recuperó en los comicios de fines de 2006, en los que resultó elegido el presidente Daniel Ortega.

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