El presidente estadounidense George W. Bush parece haber aceptado, aunque tarde, las sugerencias de retirar sus tropas de Iraq a principios de 2008, pero no renunciaría a su intención de dejar bases militares permanentes en ese país.
Las recomendaciones fueron redactadas por el Grupo de Estudio sobre Iraq, panel de expertos creado por el Congreso legislativo, presidido por el ex secretario de Estado (canciller) James Baker, del gobernante Partido Republicano, y el ex representante Lee Hamilton, del opositor Partido Demócrata.
La semana pasada, el portavoz de la Casa Blanca, Tony Snow, confirmó que Bush se inclina por un "modelo coreano" en Iraq, según el cual Washington mantendría una "presencia de seguridad" que oficiaría de "fuerza de estabilidad a largo plazo".
Las declaraciones motivaron nuevas interrogantes acerca de las intenciones del gobierno estadounidense en ese país y si incluyen, o no, una presencia militar permanente.
Las dudas se instalaron por declaraciones del secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, y del comandante de las fuerzas estadounidenses en Iraq, general Raymond Odierno, según las cuales Washington pretende una presencia militar prolongada, si no permanente.
Se trata de un modelo similar al seguido por Estados Unidos desde hace medio siglo en Corea del Sur, donde tras la guerra de Corea quedaron instaladas bases militares con un despliegue de al menos 30.000 efectivos.
La analogía preocupó a analistas de este país por varios motivos y no sólo por la rotunda negativa de la mayoría de la población iraquí, con excepción de la minoría kurda, a aceptar bases militares extranjeras permanentes en su territorio, según varias encuestas.
Los expertos también rechazan la analogía entre la situación de Iraq, donde las fuerzas estadounidenses subsisten en medio de diversos conflictos sectarios, y la de Corea del Sur, donde hace más de cinco decenios se desplegaron soldados en la zona desmilitarizada de "distensión" como forma de disuadir a Corea del Norte de agredir a su vecina.
Los 10 miembros del Grupo de Estudios sobre Iraq recomendaron a Bush en diciembre abandonar la idea de mantener una presencia militar permanente en Iraq, con el argumento de que un anuncio en tal sentido tranquilizaría el ambiente.
"Estados Unidos puede comenzar a crear un clima positivo para sus esfuerzos diplomático, en Iraq y a nivel internacional, mediante declaraciones públicas del presidente Bush acerca del rechazo de su país a controlar el petróleo iraquí y a instalar bases permanentes", señala el informe.
El documento también urge a Bush a que "declare que Estados Unidos no pretende instalar bases militares" allí.
El Congreso también sugirió al gobierno anunciar ese compromiso: en los últimos dos años, aprobó dos leyes que impiden al Poder Ejecutivo gastar dinero en la instalación de bases militares permanentes en Iraq.
Pero Bush ignoró esos pedidos, mientras el Departamento (ministerio) de Defensa, que ha entregado pequeñas bases a las fuerzas iraquíes, construyó y retuvo cuatro "super bases" que en las fronteras del país, capaces de albergar decenas de miles de efectivos.
En 2006, el entonces jefe del Comando Central, general John Abizaid, expuso ante el Congreso varias razones por las que el gobierno deseaba mantener al menos un acceso permanente a esas bases.
Entre ellas, mencionó la "necesidad de disuadir las ambiciones expansionistas de Irán", asegurar "la libre circulación de bienes y recursos de los que depende la prosperidad de nuestra nación y del resto del mundo" y llevar adelante operaciones antiterroristas.
Sin embargo, aseguró entonces que no se había formulado ninguna política en torno a la presencia militar estadounidense a largo plazo en Iraq.
Pero la rápida instalación de una guerra civil en Iraq y la abrupta caída del respaldo del público estadounidense a la guerra no lograron que el gobierno reconsiderara su posición.
La impopularidad de la postura del gobierno respecto de la guerra quedó en evidencia con el aplastante triunfo del Partido Demócrata en las elecciones legislativas de noviembre pasado y por la publicación de las recomendaciones del Grupo de Estudios sobre Iraq.
"Por supuesto, nuestros planes originales mencionaban 13 bases militares permanentes. La idea original era desplegar gran cantidad de efectivos para mantener una hegemonía militar en Medio Oriente", señaló el viernes el general retirado John Johns en una teleconferencia organizada por la National Security Network (NSN).
"Eso está en la cabeza del presidente Bush y de algunos de sus asesores", indicó Johns a esa organización, que brinda servicios en materia de seguridad.
"No creo para nada que (los funcionarios del gobierno) comparen la situación del Corea del Sur con la de Iraq. Lo que a mí me molesta es que es una cortina de humo para mantener el curso de los acontecimientos", añadió.
Dado el sentimiento popular imperante en Iraq contra este país, mantener una presencia militar permanente allí podría socavar el ostensible objetivo de Washington de promover su democracia, según Charles Smith, experto de la Universidad de Arizona en cuestiones de Medio Oriente.
"Ese modelo necesita de la aprobación y cooperación del gobierno iraquí, lo que parece bastante dudoso de obtener. Si Estados Unidos quiere apoyo oficial, entonces tendrá que colocar a una persona de su confianza y mantenerla a la fuerza", señaló Smith.
"En ese caso, el modelo sería Vietnam del Sur a principios de los 60 y todos sabemos lo que sucedió allí", subrayó.
Al menos un experto en asuntos coreanos señaló que sí había similitudes entre ambas situaciones, pero sólo desde un punto de vista negativo.
"Corea e Iraq son ejemplos de cómo los estadounidenses se atascan en un desconocido berenjenal político, social y de civilizaciones, y piensan que solucionarán rápido sus problemas, sólo para darse cuenta de que no pueden salir jamás", resumió el historiador Bruce Cumings, de la Universidad de Chicago.
Cumings mencionó que Washington primero se involucró militarmente en Corea, inmediatamente después de la derrota de Japón que puso fin a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), para evitar que la guerrilla liderada por Kim Il Sung dominara el sur.
"Entonces, la máquina en permanente movimiento del Pentágono se hace cargo de la situación y tenemos una nueva serie de bases militares que se suman a las 735 que ya tenemos en el mundo", añadió.
La analogía es potencialmente "desastrosa", según otro destacado experto en Asia, Chalmers Johnson, de la Universidad de California en San Diego, autor de varios libros acerca del despliegue militar de Estados Unidos en el mundo, incluido "The Sorrows of Empire" ("Los disgustos del imperio").
"Los coreanos no nos piden que nos quedemos. Pasó de ser nuestro aliado a uno de de los países más antiestadounidenses, en gran parte por las presencia de bases militares en su territorio", sostuvo Johnson.