La cubana Juana Hilda Naranjo dejó de preocuparse por la lluvia hace tres años, cuando pasó a vivir en un apartamento moderno al resguardo del agua y el viento, gracias a una iniciativa del Taller de Transformación del barrio habanero de Pogolotti.
"Antes tenía que poner cazuelas cuando llovía, por las goteras, y la casa se inundaba", relata a IPS esta mujer de 69 años, que habitaba desde 1980 en una zona conocida como Isla del Polvo, un sector marginal del municipio capitalino de Marianao, en el cual han sobrevivido durante cerca de un siglo familias de inmigrantes de otras provincias del país.
Según las autoridades, el déficit de viviendas de este país de 11,2 millones de habitantes es de 500.000 unidades. Pero las casas en mal estado llegan a 15 por ciento del total en las ciudades y a casi 38 por ciento en zonas rurales, según el último censo nacional, de 2002.
En 1993, luego de la llamada "tormenta del siglo" que afectó unas 30.000 viviendas y causó pérdidas por 1.000 millones de dólares, el Taller de Transformación de Pogolotti elaboró un proyecto para construir 25 casas para los residentes de Isla del Polvo que al inicio enfrentó el escepticismo de sus potenciales beneficiarios.
"Muchos vecinos no quisieron incorporarse, porque pensaban que el proyecto no se iba a llevar a cabo", recuerda Noemí Reyes, directora o "especialista principal" del Taller. Entonces crearon una brigada de construcción integrada sobre todo por mujeres adiestradas en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría de La Habana.
Se estableció luego un convenio con organismos locales con experiencia en la construcción, por entender que la comunidad no estaba en condiciones de encarar por sí sola el proyecto.
El plan inicial se amplió hasta 62 viviendas, que hoy constituyen uno de los principales logros del Taller, uno de los 20 con que cuenta el Grupo de Desarrollo Integral de la Capital del Poder Popular (legislativo municipal) de La Habana para afrontar problemas sociales que genera la pobreza en diferentes barrios.
Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2006, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Cuba tiene a 4,7 por ciento de su población viviendo en condición de pobreza.
Pogolotti fue fundado en 1911. La crisis económica de la década de 1990 encontró al barrio con un difícil panorama de viviendas, común a cualquier región de este país caribeño. Pero además había problemas en el abastecimiento de agua, la recolección de basura y la atención de situaciones de vulnerabilidad de madres solteras y personas de la tercera edad.
Con mínimos recursos, el Taller de Transformación emprendió en 1990 un trabajo de mejoramiento del entorno material, social y cultural del barrio, algo que entonces parecía una quimera.
"Al principio nos costó mucho trabajo llegar a la comunidad", reconoce Reyes. "En ocasiones nos decían que muchas personas habían ido y les habían prometido, pero nosotros no les prometimos nada, porque no teníamos nada, sino el interés de dar solución a los casos sociales difíciles".
A partir de un diagnóstico realizado con la participación de la comunidad, el Taller elaboró un plan estratégico para abordar el saneamiento, la educación ambiental, la reforestación, el desarrollo urbano, la prevención social y la cultura.
El hecho de haber escuchado primero los reclamos de las personas y adecuar el trabajo a sus necesidades hizo que en poco tiempo los recelos desaparecieran. "Cuando involucras a la comunidad desde el principio, el proyecto sale adelante", asegura Reyes.
"Desgraciadamente, muchas personas estaban sentadas en su casa esperando que el Poder Popular (gobierno local) les resolviera sus problemas y no participaban", señala Reyes, de 57 años. Pero esa inacción se transformó en actividad cuando empezaron los programas de gasificación y restablecimiento del alumbrado público, muy esperados en el barrio.
Asimismo, grupos de danza folklórica y peñas culturales se han incorporado a la reforestación en las riberas del río Santoyo y el bosque "sagrado" de Pogolotti, como le llaman los vecinos de esta zona de religión afrocubana a un área reforestada donde antes había un basurero.
También contribuyeron a la reforestación los alumnos del curso de tejido que creó Genoveva Hechavarría, de 71 años, y que hoy representa una fuente alternativa de ingresos para algunas familias.
Pogolotti tiene una población de más de 26.800 habitantes, distribuidos en un área de 5,28 kilómetros cuadrados, donde existen tres asentamientos precarios. Ochenta por ciento de los habitantes son obreros, mayoritariamente de raza negra y practicantes de religiones animistas.
El equipo de expertas y trabajadoras sociales, todas mujeres, enfrentó también la desconfianza de organizaciones e instituciones locales, que temían una intromisión en sus funciones tradicionales. "En realidad el Taller es facilitador del trabajo comunitario, nosotros no sustituimos a ninguna institución", afirma Reyes.
Ahora el grupo constituye la "mano derecha" de las autoridades en el territorio, a las que asesoran y entregan los resultados de sus permanentes investigaciones. "Hemos enseñado a los delegados (del Poder Popular) a oír, pues muchos no estaban adiestrados en el trabajo comunitario, los ayudamos en su gestión", indica Reyes.
Los fondos para los proyectos del Taller proceden de organizaciones no gubernamentales internacionales, como Oxfam Canadá, Ayuda Popular Noruega y Pan para el Mundo, entre otras.
En ese camino, han recibido el respaldo del no gubernamental Centro Memorial Martin Luther King Jr., una institución de inspiración cristiana que fomenta la participación a partir de la educación popular y tiene su sede en Pogolotti.
Allí el equipo del Taller fue adiestrado en los métodos del trabajo comunitario mediante el primer curso de educación popular, una experiencia que se mantiene con el acompañamiento de un grupo de formación a distancia. Además, el Centro ha servido de mediador en la ejecución de proyectos con organizaciones internacionales.
"Vemos esta relación como una fortaleza sobre todo por el apoyo espiritual y de capacitación", apunta Reyes. "Nosotros llegamos con cualquier problema y ellos nos guían, nos dan soluciones, sin pedir despacho, sin burocracia. Los sentimos parte nuestra", dijo la trabajadora social.
Luego de 17 años de labor en Pogolotti, Reyes cree que aun cuando se supere la crisis económica y se levante el embargo comercial estadounidense contra Cuba —en su opinión el mayor obstáculo para solucionar el déficit de viviendas— siempre aparecerán nuevas dificultades.
Ella cree que el reto más urgente es la continua migración hacia la capital desde otras provincias. Los recién llegados se establecen en casas precarias en la Isla del Polvo, donde sobreviven de la venta irregular de productos a la vera de maltratadas callejuelas. Esta es una alerta sobre desafíos inmediatos y futuros, advierte.