BRASIL: Casa flotante hecha de basura desafía a cariocas

En un canal fétido, repleto de basuras de esta ciudad maravillosa de Brasil, un albañil carioca construyó su casa flotante y la convirtió en incómodo emblema del reciclaje de materiales.

Ladrillo a ladrillo —o mejor, residuo a residuo— la vivienda está hecha con los desechos de la hermosa bahía de Guanabara, en el corazón de Río de Janeiro.

Alguna vez fue un paraíso de blancas arenas y aguas transparentes donde nadaban delfines, entre otras especies que hoy no se aventuran por aquí, pues es una de las más contaminadas de Brasil, fundamentalmente a causa de los metales pesados arrojados por las industrias.

Luiz Fernando Barreto de Queiroz Bispo, un albañil de 40 años, construyó su casa flotante en el canal de Cunha, que vuelca en la bahía su carga de aguas servidas del Complejo da Maré, uno de los barrios marginales más populosos de la zona norte de Río.

"Yo nací en la Maré. Casi toda mi vida viví ahí. Cuando era chico, hace más de 30 años, la Maré ya estaba un poco sucia, pero todavía era posible bañarse en esas aguas", dice Bispo a Tierramérica.

"Ahí aprendí a nadar, como todos los otros chicos. Era la única diversión en la favela. Yo era muy inquieto y ya en ese entonces intentaba construir con lo que fuera balsas para cruzar de un lado a otro del canal, para jugar", agrega.

El pasatiempo de la infancia impulsó a Bispo el año pasado a construir la casa con la basura que encontró en el lugar. Obviamente, la escasez de materiales no fue un problema, como no lo es en la mayoría de los canales, lagunas, ríos y bahías de Río de Janeiro.

"Fabriqué toda mi casa usando lo que otros arrojan a la basura: columnas de hierro, marcos de ventanas, maderas, el cemento que es descartado en otras construcciones de la zona. Hasta la puerta principal salió de la basura. Lo único que tuve que comprar fueron los clavos, la cal y el tejado", explica el albañil.

Bispo, separado de su esposa y padre de dos adolescentes, vive solo, de trabajos temporales de albañilería y del alquiler de algunas viviendas de la Maré. Se define como un autodidacta que visita la Biblioteca Nacional para "adquirir conocimientos de física y matemáticas".

La casa se levanta sobre una plataforma de 42 metros cuadrados. No carece de detalles de terminación a pesar de su origen de segunda mano, como dos garajes: para una moto de agua que alguien abandonó en un basural vecino y para su viejo Chevrolet Opala.

Los interiores muestran el mismo cuidado por el detalle. Con la basura del canal, se las ingenió para amueblar con camas, colchones, sillones, bañadera, un ventilador, floreros y hasta un jardín, en el que botellas de plástico verde se esfuerzan por lucir como césped bien cuidado.

La idea nació durante un viaje por el río Amazonas, donde vio por primera vez casas flotantes de troncos.

"La mía está construida con envases de plástico. Cada uno contiene 2,5 litros de aire comprimido. Si se juntan centenares, miles de ellos, con telgopor (poliestireno expandido), que también flota, se puede hacer la base", señala el albañil.

"Ahí yo tenía un flotante de seis metros por siete de superficie y un metro de alto, suficiente para soportar algunas toneladas", explica.

Mucha agua debió pasar bajo la casa hasta que las autoridades de Río aceptaran la idea de convivir con la creación de Bispo.

La Superintendencia Estadual de Ríos y Lagunas (Serla) amenazó con expulsarlo pues, según la ley, no se puede ocupar un río con una casa flotante.

"La construí debajo de un puente, para que no la vieran. Esto fue en diciembre de 2006. Cuando en marzo de este año la coloqué en un lugar visible se armó un revuelo. Salió en los diarios, en varios reportajes", recuerda Bispo, quien dice que su ejemplo sirvió para demostrar que los habitantes de las favelas "no somos ignorantes".

Finalmente, el secretario de Medio Ambiente, Carlos Minc, cedió ante lo que consideró "un ejemplo de creatividad y reciclaje" y autorizó a Bispo a conservar su casa anclada en el canal de Cunha.

El gobierno del estado de Río de Janeiro está preocupado por el grado de contaminación de los espejos de agua del distrito. Minc anunció que se invertirán unos 73 millones de dólares para limpiar ríos, lagos y costas.

Hay, sin embargo, algunos reparos respecto de la creación de Bispo.

Aunque la presidenta de Serla, Marilene Ramos, elogia en diálogo con Tierramérica la casa flotante como una muestra de creatividad "en la reutilización de la enorme cantidad de material tirado a los ríos, canales y lagunas", descarta la idea inicial de convertirla en un lugar de visita para escolares "por razones de seguridad".

Bispo defiende su iniciativa. "Cuando Minc dijo que mi casa era una pieza de museo ambiental la reconoció como una obra de arte. Por lo tanto, el artista puede hacer con su obra lo que quiere. Nadie más. Las leyes me garantizan el derecho de habitación y hay lugares en el país donde la gente vive en el agua", enfatiza.

En medio de la polémica, Bispo no deja de imaginar mejoras. El próximo paso es agregarle una piscina. Pero la casa ya le queda chica. "Quiero plantar moras a lo largo de la costa para hacer una cooperativa con la gente de acá, para generar empleo y purificar el aire que está muy feo", dice entusiasmado.

"Quiero demostrarle a mi pueblo que los que vivimos en las favelas no somos ignorantes. Somos ciudadanos con tantos derechos como los de la zona sur", donde están los barrios cariocas de clase media y alta.

* La autora es colaboradora de IPS. Publicado originalmente el 16 de junio por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.

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