El deterioro económico de la clase media, la creciente exclusión de los más pobres, la incertidumbre de los jóvenes y drásticas medidas descritas como opciones neoliberales del gobierno socialista, derivaron en Portugal en la convocatoria para este miércoles de una huelga general.
La acción de protesta fue convocada por la poderosa Central General de Trabajadores de Portugal (CGTP), de tendencia comunista, pero aseguraron su presencia los más importantes sindicatos de la prosocialista Unión General de Trabajadores (UGT), que no acataron el exhorto de su líder, João Proença, de no cuestionar al primer ministro José Sócrates.
La última huelga general en Portugal se realizó en diciembre de 2002 contra el Código del Trabajo que flexibilizaba los despidos, impulsado por el entonces primer ministro conservador José Manuel Durão Barroso, actual presidente de la Comisión Europea, el órgano ejecutivo de la Unión Europea (UE).
La profesora de economía y socióloga María Manuela da Cruz Góis explicó a IPS que esta movilización se produce "como consecuencia de medidas monetaristas y neoliberales impuestas por la UE y por el Fondo Monetario Internacional a través de ajustes estructurales cuya finalidad es disminuir el déficit público y la estabilidad de la moneda".
Estas opciones "son neoliberales porque no tienen fundamento ideológico, no se preocupan por la satisfacción de las necesidades básicas de la población y, paradójicamente, es el Partido Socialista (PS) el que está imponiendo medidas que ni la derecha se atrevió a poner en vigor cuando fue gobierno", añadió la economista.
Cruz Góis recordó que los efectos de estas medidas "son dramáticos en Portugal, con un nivel económico inferior al promedio de la UE y que se traduce en una merma del papel del Estado social europeo, de la inversión pública, del apoyo a pequeñas empresas y otros proyectos de desarrollo social, que se han traducido en aumento de la pobreza, de la exclusión y de la desigualdad social". En contrapartida a este análisis, en un debate parlamentario de la semana pasada, Sócrates subrayó "el buen desempeño" de la economía portuguesa en 2006, que permitió cerrar el año con un déficit en las cuentas públicas de 3,9 por ciento en vez del 4,6 por ciento que había sido previsto originalmente en el Presupuesto General del Estado.
Este resultado, según el gobernante, justifica "una nueva ambición para 2007" y, en lugar de la previsión de 3,7 por ciento para el año en curso, "la meta será de 3,3 por ciento y en 2008 Portugal se situará debajo de tres por ciento y dejará de estar en situación de déficit excesivo ante sus compromisos europeos".
Sin embargo, "la vida existe más allá del déficit" y "los seres humanos no se deben reducir a números", recuerda por su parte con frecuencia Manuel Alegre, exponente del "ala izquierda" del PS, vencido por el llamado "sector socio-liberal" de Sócrates en las elecciones para la secretaría general en 2003.
En efecto, los indicadores divulgados el jueves de la semana pasada por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), registran una desocupación de 8,4 por ciento de la población económicamente activa, la más alta de los últimos nueve años y cuya tendencia es al alza.
El ministro de Trabajo y Solidaridad Social, José Antonio Vieira da Silva, salió rápidamente al paso de las previsiones del INE, al afirmar en la tarde de ese mismo día que el índice de desempleo continúa elevado, pero que hay datos recientes, del Instituto de Empleo y Formación Profesional, "que muestran un sentido contrario, de recuperación del mercado de trabajo".
Otro aspecto que ha ayudado al crecimiento del nivel de aceptación de la huelga general reside en las profundas desigualdades que afectan a la sociedad portuguesa, estimó este martes en un programa de televisión el líder de la CGTP, Manuel Carvalho da Silva.
En Portugal, según documentos de la organización no gubernamental Oikos, las 100 mayores fortunas representan 17 por ciento del producto interno bruto del país, con el quinto más pudiente de los 10,2 millones habitantes que detentan 45,9 por ciento de la riqueza nacional, mientras el quintil del otro extremo vive en estado de pobreza.
Las acentuadas diferencias remunerativas constituyen otro motivo de desencanto de una población que cotidianamente escucha de sus gobernantes exhortos a la contención salarial y a la necesidad de "apretar el cinto" y coexistir con sueldos millonarios de administradores de empresas públicas que llegan a ganar 2,5 veces más que un equivalente español, francés o italiano.
Esta realidad, apuntada con frecuencia por Carvalho da Silva, resulta de la diferencia entre los sueldos más altos y los más bajos en los 25 estados que formaban el bloque europeo hasta el 31 de diciembre de 2006 (en enero de este año ingresaron Bulgaria y Rumania), donde el promedio es de cinco veces, mientras Portugal presenta la mayor disparidad, de 7,4 veces entre el salario mayor y el menor.
En un reciente seminario sobre la pobreza en Portugal, la economista Manuela Silva, vicepresidenta de la Comisión Nacional de Justicia y Paz (CNJP) de la Iglesia Católica, deploró el uso de "falsas verdades" en cuanto a la contención del déficit, algo que "debería ser un instrumento y no un objetivo de política económica".
"No es aceptable que un país que ya logró determinados niveles de ingresos, continúe teniendo tan elevado grado de pobreza", lamentó la vicepresidenta del CNJP, al hacer un recuento pormenorizado de este flagelo que sigue afectando a las capas más desfavorecidas, en especial a los 145.000 ancianos e indigentes que reciben un ingreso social de inserción de 74,5 dólares mensuales
Asimismo, 120.000 jubilados del régimen de contribuciones libres reciben 201 dólares por mes, 272.000 personas del área agrícola cobran 243 dólares y 708.000 jubilados del sistema general de industria, comercio y servicios tienen derecho a 264 dólares mensuales.
Para todos ellos los precios de consumo vital son casi 20 por ciento más altos que en la vecina España, donde los ingresos mínimos duplican a los de Portugal.
En este ambiente social propicio a la protesta, durante todo este mes la CGTP preparó la huelga general para exigir un cambio de rumbo en "las políticas neoliberales" de Sócrates a fin de "garantizar a los portugueses mejores condiciones de vida y de trabajo".
Una acción encabezada por Carvalho da Silva que contó con la participación de 25.000 sindicalistas de norte a sur del país y que hasta el fin de semana pasado habían registrado 7.000 asambleas plenarias con el concurso de 139 sindicatos de todos los sectores, muchos de estos pertenecientes a la pro socialista UGT y otros sin filiación a las dos centrales.
Las adhesiones más significativas al paro de actividades incluyen a los empleados estatales, comercio y servicios, telecomunicaciones, marina mercante, pesca, hotelería, industrias textil, metalúrgica y química y a del transporte urbano, suburbano y fluvial, estos últimos especialmente importantes en la capital, porque sirven a unos 750.000 habitantes de la ribera sur del río Tajo que desemboca en Lisboa.
Amável Alves, dirigente de la CGTP y portavoz para la comunicación social, hizo este martes un balance de la movilización donde apuntó que "difícilmente existirá una persona en el país que no sepa de la realización de la huelga general y sus motivos".
Por su parte, Cruz Góis concluyó el diálogo con IPS afirmando que la huelga general resulta de "esta triste historia, sin inocentes, de los sucesivos gobiernos de Portugal desde su ingreso a la Comunidad Económica Europea (actual UE) en 1986 que, al contrario de Grecia o España, no permitieron que los pobres dejen de ser tan pobres".