Una mujer dominicana, con expresión autorizada, explica a los televidentes los problemas principales a que se enfrentan las personas que rechazan la homosexualidad y, al final del anuncio, emite un mensaje esperanzador: «No se preocupe. La homofobia se cura. Sólo tiene que empezar a entender».
En Perú, un grupo de jóvenes recorre escuelas, albergues y comunidades con un retablo de títeres. La actitud de niñas y niños hacia el virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida) cambia radicalmente tras ver en escena la historia de Rosita, una pequeña portadora del virus y que busca el apoyo de sus amiguitos para hacer prevención.
"Si después de hacer el amor das las gracias, esos es educación sexual", puede leerse en las paredes de un centro nocturno cubano que acoge por igual a gays, lesbianas, travestis y heterosexuales. "Siempre hay una posibilidad", dice Ramón Silverio, fundador de El Mejunje, en la ciudad de Santa Clara, a 300 kilómetros de La Habana.
Estas fueron sólo tres de las experiencias compartidas en la capital cubana durante el taller internacional "El teatro y las artes visuales, un enfoque novedoso frente al VIH y el Sida", organizado por la Oficina Regional de Cultura para América Latina y el Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El encuentro, que sesionó del martes al jueves con el apoyo de otras agencias del foro mundial y de la embajada de Canadá en Cuba, reunió a personas que viven con VIH, realizadores, artistas, comunicadores y especialistas, para intercambiar sobre las posibilidades de lucha contra el sida (síndrome de inmunodeficiencia humana) desde la cultura.
"La experiencia demuestra que la epidemia de VIH y sida es un problema complejo que exige la búsqueda permanente de estrategias interdisciplinarias en múltiples campos de acción", aseguró Herman van Hooff, director de la Oficina Regional de la Unesco, con sede en La Habana.
A juicio de Van Hoof, "potenciar los elementos culturales" es "indispensable" para "dar mayor coherencia a una educación preventiva", modificar los "comportamientos de riesgo" y la percepción social de la enfermedad, "crear un ambiente de comprensión y tolerancia propicio para reducir la estigmatización y la discriminación".
La cifra de 150 menores de edad peruanos que habrían "sacado de su grupo" a una niña o niño con VIH disminuyó a 14 después de asistir a la obra de teatro de títeres "Rosita, la niña de las flores", un proyecto del no gubernamental Centro de Desarrollo Participativo para los Derechos y la Salud Vihdarte.
En Cuba, la telenovela "La cara oculta de la luna", transmitida el pasado año por la televisión estatal, llevó al debate público temas como el VIH, la bisexualidad, la infidelidad, el alcoholismo, la incomunicación familiar y el mundo juvenil, desconocido y negado por no pocas madres y padres.
Fuentes del Centro Nacional de Prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual, VIH y Sida, del Ministerio de Salud Pública, revelaron que, durante la transmisión de la teleserie, el número de personas que acudió espontáneamente a realizarse pruebas diagnósticas de VIH creció en 22.000.
"Se requeriría de un estudio más profundo para definir el verdadero alcance de este impacto, registrado en una coyuntura muy específica", comentó a IPS Manuel Hernández, especialista de la institución. Lo mismo sucedería con el rechazo que provocó en amplios sectores de la población el tratamiento del tema de la bisexualidad
"El sexo sigue siendo un patrón a la hora de medir a las personas. Te valoran en dependencia de con quién te acuestas. Todo esto, desde la infancia, tiende lazos de homofobia que aparecen hasta en las generaciones más jóvenes", dijo a IPS el poeta y dramaturgo cubano Norge Espinosa Mendoza.
Autor de la conferencia central de la jornada de apertura del taller, Espinosa Mendoza estima que la incipiente apertura cubana a la reflexión sobre la diversidad sexual era un proceso que se venía dando desde inicios de los años 80 y que se vio, de alguna manera, paralizado por el impacto de la aparición de la pandemia en esta isla caribeña hacia 1986.
Al mismo tiempo, reconoció, disminuir el estigma y la discriminación hacia la población homosexual tuvo que convertirse en uno de los objetivos fundamentales de las campañas oficiales de salud en un país donde alrededor de 80 por ciento de las personas seropositivas al VIH son hombres que tienen sexo con otros hombres.
Según el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH/Sida (Onusida), aunque se trata de un comportamiento en gran parte oculto, las relaciones sexuales entre hombres representan uno de cada 10 casos de VIH notificados en el Caribe, la segunda área del mundo más afectada después de África Sussahariana.
Cómo medir el verdadero alcance de las acciones que se realizan en la esfera del arte y la cultura, fue uno de los temas recurrentes en el taller convocado por la Unesco que ahondó, además, en la necesidad de ampliar el trabajo en redes y a través de todos los medios posibles.
"Para cambiar actitudes, debe haber acciones sostenibles. Tenemos que enlazarnos para lograr que todas las organizaciones que trabajamos en esta dirección a nivel nacional o regional podamos hacerlo de una manera más coordinada", alertó ConradB. Wilson, director ejecutivo de la fundación Ashe Caribbean, con sede en Jamaica.
En este camino, la Unesco presentó la Red de creadores y expertos culturales unidos en la prevención y atención al VIH y el Sida (Sidacult-net), integrada por creadores, promotores, gestores, comunicadores e instituciones culturales, sociales, de comunicación y de salud, de diferentes países de América Latina y el Caribe.
Otro reto pasa por la creatividad: la necesidad de buscar diversas formas de transmitir los mensajes, de no saturar a la población de información y, sin abandonar la promoción del uso del condón y del sexo seguro, incursionar cada vez más en la promoción de estilos de vida saludables.
"Debemos ser innovadores, renovadores, revolucionarios. Los que trabajamos con las comunidades tenemos que promover nuevos estilos de vida, indagar en las relaciones de grupo, de pareja, de poder y de género", opinó Raúl Regueiro, especialista del Centro Nacional de Prevención de las Infecciones de Transmisión Sexual, VIH y Sida. En tanto, el cineasta cubano Juan Carlos Cremata estima que todo lo que se ha hecho hasta ahora es insuficiente: "se sigue identificando el sida con la muerte y no con la vida. El sida sigue viéndose igual a homosexualidad, lágrimas, destrucción y fin del mundo. Necesitamos enviar un mensaje de esperanza y alegría de vivir".
Para el director de la película "Viva Cuba" (2005), un buen camino para evitar el rechazo que aún provocan algunas campañas sanitarias y la vinculación sida-muerte estaría en el uso del humor. "Lo divertido es lo opuesto de lo aburrido", comentó Cremata.