Cambiar para que todo permanezca igual fue la consigna inmortalizada por el escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa. Para el papa Benedicto XVI parece ser al revés: conservar y reafirmar la vieja doctrina católica es el camino para que la Iglesia tenga futuro.
La fe y la ética, no las ideologías ni la acción política, son la vida y el sentido de la Iglesia, insistió el Papa durante su visita de cinco días a Brasil, concluida el domingo con un tajante discurso inaugural de la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe, en Aparecida, un santuario a 170 kilómetros de la sureña ciudad de São Paulo.
El "trabajo político no es competencia inmediata de la Iglesia", y convertirla en sujeto político no contribuiría a la justicia social porque representaría una "pérdida de independencia y autonomía moral" y limitarla a "una única vía política" y a posiciones parciales, dijo a los 162 obispos y cardenales, representantes de 22 conferencias episcopales nacionales.
La visita de Benedicto no logrará cambiar la tendencia de pérdida de fieles que registra la Iglesia Católica en Brasil desde hace tres décadas, según analistas.
Pero su presencia fue "positiva", porque el sumo pontífice descubrió en América Latina la parte del mundo que fortalecerá al catolicismo y dejó una imagen de pontífice "amable y accesible", que sabe ser blando con la población y endurecerse cuando necesario, como lo hizo en el mensaje a los obispos y contra el narcotráfico, dijo a IPS Néstor Pongutá, agregado de prensa de la embajada colombiana en el Vaticano.
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"Coraje y sinceridad" son las cualidades que vio Angelina Dutra de Oliveira, fervorosa católica de 84 años, en los discursos que profirió Benedicto XVI en São Paulo y Aparecida, criticando el hedonismo, reclamando la castidad de los jóvenes y la fidelidad de las parejas, condenando el aborto y "los desvíos en el campo de la sexualidad", y reafirmando la necesidad del celibato del clero.
El Papa "no abrió mano de la doctrina", dejando claro que deben sometérsele todos los que quieran ser católicos, sin hacer concesiones a los gobernantes ni a la opinión pública local, ni temer la pérdida de fieles, dijo Oliveira a IPS. Una "Iglesia de calidad, no de cantidad" es lo que quiere, y por eso "cumplió bien su papel y reafirmó sus conocidas ideas", acotó.
Pero Benedicto no dejó de referirse a temas sociales y políticos. La Iglesia debe acercarse a los pobres, en "socorro de sus necesidades más urgentes", aunque en el ejercicio de la caridad y no de luchas políticas, dijo. Criticó la corrupción y la codicia de políticos y empresarios, al hablar el viernes a los 240 obispos brasileños.
Ante los prelados latinoamericanos, Benedicto XVI condenó a la vez el capitalismo y el marxismo, "errores destructivos" que fracasaron en sus "promesas ideológicas", y manifestó "preocupación ante formas de gobierno autoritarias" que persisten con "ideologías que se creían superadas". No nombró a ningún país, pero pareció clara la referencia a Cuba y a la Venezuela presidida por Hugo Chávez.
En la intensa actividad que cumplió durante tres días en São Paulo y dos días en Aparecida, el alemán Joseph Ratzinger demostró buena salud, pese a sus 80 años. Será Papa por un buen período, vaticinó Pongutá.
La audiencia que atrajo fue inferior a la esperada. En la misa del domingo en Aparecida, el ejército estimó la presencia de 150.000 personas, un tercio de la prevista por los organizadores. En São Paulo logró reunir a unas 800.000 personas en la ceremonia que ofició para canonizar al primer santo brasileño, Fray Galvão, según los militares.
El entusiasmo popular fue muy inferior al despertado por su antecesor Juan Pablo II (1978-2005) quien visitó Brasil tres veces y atrajo a millones de concurrentes a sus celebraciones en las principales capitales del país, especialmente en la primera visita de 1980.
Más directo y menos diplomático en sus discursos doctrinarios que el Papa polaco, Benedicto XVI dejó poco margen para que los obispos latinoamericanos discutan nuevos rumbos del catolicismo en la región. Su orientación es de "confrontación con la modernidad", mientras la Iglesia latinoamericana siempre tendió al diálogo, escribió el teólogo Leonardo Boff en el diario Folha de São Paulo el domingo.
Boff, exponente de la corriente progresista católica conocida como Teología de la Liberación, fue castigado en 1985 a un año de "silencio obsequioso" por el propio Ratzinger, cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La pena implicó prohibición de dar clases, escribir, hablar y manifestarse sobre cualquier tema.
Un balance más positivo hizo otro teólogo de la Liberación, João Batista Libanio, para quien la "humanización" del Papa fue uno de los resultados de su visita, producto del contacto del tímido alemán con la afectividad de la población brasileña.
La presencia de Benedicto XVI estimula a los católicos a asumir "una postura más misionera" y más activa, dijo en una larga entrevista al diario O Estado de São Paulo.
El Papa no es antimoderno, según Libanio, sino que lucha contra "valores anticristianos" de esta modernidad hedonista, materialista y consumista, afirmó.