Nhan huyó de Vietnam en barco en 1980. Dejó allí esposa, hijo y padres rumbo a Estados Unidos, en busca de libertad y un futuro mejor, con la esperanza de poder reencontrarse con su familia algún día.
Nhan se radicó en Kansas y trabajó en un frigorífico. Un compañero de trabajo lo habría provocado, según cuenta él, y se pelearon con cuchillo. El otro hombre resultó herido, por lo que el juez lo condenó a tres años de libertad condicional.
Tras cumplir la pena, Nhan recibió una orden de deportación.
«Fue en defensa propia. Yo no buscaba problemas», aseguró.
«¿Por qué tengo que pagar por eso el resto de mi vida? Dejé mi país en busca de libertad, pero al principio no conocía el idioma. Trabajaba para subsistir. Cuando sucedió el incidente, perdí todo. Perdí mi futuro», añadió Nhan.
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Durante casi dos décadas, Nhan permaneció en el limbo.
Vietnam no tiene acuerdo de repatriación con Estados Unidos. Por lo tanto, Nhan sigue viviendo aquí, ahora en California, pero sin permiso de residencia. Todos los años debe solicitar permiso de trabajo y debe presentarse cada tres meses ante el funcionario de inmigración local.
«Fue difícil conseguir trabajo. Traté de suicidarme», relató Nhan.
«En ese momento, Vietnam comenzaba a abrirse y se podía llamar por teléfono. Mi esposa y mi hijo me pedían que hiciera los trámites para traerlos a Estados Unidos. Pero en mi situación era imposible. No tenía futuro. No podía trabajar. Estaba deprimido y traté de suicidarme», comentó.
«Me encontraron y me llevaron a la emergencia del hospital. Sobreviví. Pero después me llegaron las facturas médicas. Una organización de beneficencia me ayudó a pagar y solicité asistencia al gobierno», añadió. Nhan no puede viajar a Vietnam a visitar a su familia ni puede llevarlos a Estados Unidos. Lo más duro para él es estar separado de su familia.
«Mi madre se enfermó y no pude ir a verla antes de su muerte. Mi esposa y mi hijo no entienden por qué no voy de visita ni los traigo. No les dije nada, no le dije a nadie. Nadie puede ayudarme, así que me lo guardo», señaló Nhan.
Lou, quien pidió reserva sobre su identidad, vivió 10 años con una orden de deportación.
Llegó a Estados Unidos con tres meses de edad porque sus padres eran refugiados políticos de Laos, y creció en Oakland, California.
Al cumplir los 18 fue a parar a la cárcel por dos años. Tras su liberación, funcionarios de inmigración lo condujeron a un centro de detención en San Pedro.
Para Lou, los cinco años que pasó en prisión fueron los peores de su vida.
«Te tratan como si fueras basura», recordó.
«No me decían cuánto tiempo me iba a quedar encerrado, pero tampoco me dejaban ir. La inseguridad pendía sobre mi cabeza día tras día tras día. En la cárcel había tipos de Cuba que están desde principios de la década del 80, sin audiencia ni sentencia», añadió.
Después de varios meses, relató Lou, simplemente le dijeron que se fuera a casa y se presentara ante el funcionario de inmigración cada cierto tiempo.
No pensó en el asunto por mucho tiempo hasta que, poco después de casarse, la pareja recibió una orden de deportación. Su esposa estadounidense, Maricar, contó la inseguridad que vivieron entonces.
«¿Debemos pensar en tener hijos? Queríamos tener dos antes de los 30 años, pero lo dejamos en suspenso», señaló Maricar.
«¿Y para qué ahorramos dinero, si Lou no va a estar, o para qué comprar otra casa sin él y yo no puedo pagar la hipoteca sola? Eso pasará si decido quedarme. ¿Y si decido irme?», añadió.
Lou y Maricar pidieron ayuda a la Asian Law Caucus, una organización dedicada a asesorar inmigrantes asiáticos y que había estudiado 12 casos similares.
Los abogados lograron una audiencia para Lou y revertir la orden de deportación. Su permiso de residencia le fue devuelto. Ahora planean tener hijos y disfrutan de la vida juntos.
Nhan aún espera el final de su historia.
A pesar de todo lo que pasó, Nhan quiere quedarse en Estados Unidos, y señaló que si algún día regresa a Vietnam, se sentirá muy triste.
«Nadie creerá que me acusaron por error. Si me deportan es porque debo ser un delincuente», señaló.
Eddie Zheng, quien pasó 19 años en prisión por un delito que cometió a los 16, podría ser repatriado a China en cualquier momento, pero dice no estar perturbado por el asunto.
En la cárcel, Zheng aprendió a leer y a escribir e incluso publicó una antología de ensayos de detenidos de origen asiático. El tiempo que le queda lo usa para trabajar con jóvenes acerca de cómo tomar opciones positivas y de la importancia de la educación.
«En aquel momento, me echaron de la escuela secundaria y, básicamente, era un irresponsable. No hablaba mucho inglés, no tenía educación, tenía baja autoestima y era ingenuo y materialista», dijo Zheng a IPS.
* Esta es la segunda parte de una serie de dos artículos sobre las consecuencias de las políticas estadounidenses de deportación en la comunidad de inmigrantes de Asia sudoriental.