En la Reserva de la Biosfera de Sierra Gorda, la de mayor diversidad biológica de México, miles de árboles agonizan por el ataque de plagas contra las que no hay armas viables. La escasez de lluvias es la culpable.
El gusano descortezador (Dendroctonus adjuntus), el muérdago (Viscum album) y la larva barrenadora atacan con virulencia los bosques de Sierra Gorda, una zona de montes, lomas y cañones de caprichosas formas que se extiende entre los 350 y 3.100 metros sobre el nivel del mar, en el estado de Querétaro, centro oriente del país.
Algunos de los 50.000 habitantes de la reserva, de 384.000 hectáreas y a unas siete horas de automóvil de la capital, creen que las plagas llegaron por voluntad divina. Otros dicen que simplemente "el clima se volvió loco".
Según autoridades y expertos, el ataque que se registra desde hace cinco años tiene que ver con alteraciones en el régimen de lluvias vinculadas al cambio climático.
El fenómeno amenaza seriamente a toda la zona, protegida por el gobierno mexicano, que la declaró en 1997 reserva de biosfera, y por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que la proclamó en 2001 Reserva de la Biosfera Mundial.
La campesina Esther Martínez, de Epazotes Grandes, una de las 600 comunidades de la reserva, la mayoría de no más de 500 habitantes, ve el problema con la sabiduría de quien siempre vivió en el campo.
"Los bosques están débiles y por eso el gusano es más fuerte. Esto es porque las lluvias bajaron y ahora todo es más seco", afirma Martínez mientras cava una zanja en un predio comunitario de marcada pendiente para evitar que las lluvias arrastren los nutrientes del suelo.
En cambio, Patricia Balderas, del pueblo de Tilazo, cree que los árboles mueren por el "designio de Dios".
No hay datos exactos de cuántos encinos (Quercus), enebros (Juniperus) y pinos (Pinus), que cubren 35 por ciento de la superficie boscosa, están comprometidos. Pero incluso el visitante puede ver los manchones amarillentos de los bosques desde los serpenteantes caminos de ingreso a la reserva.
"Hay una gran afectación, es un problema creciente. Ya es parte del escenario y no podemos controlarlo", lamenta Víctor Ildefonso, subdirector de la reserva.
En el pasado, las plagas surgían durante las sequías, pero con el invierno desaparecían. "Ahora las tenemos todo el año y en todas partes, ahí vemos la relación con el cambio climático", dice el funcionario a Tierramérica.
Los registros meteorológicos indican que las sequías y el calor aumentan progresivamente y hay menos lluvias cada año, aseguró en abril el entonces delegado en Querétaro de la Secretaría (ministerio) de Medio Ambiente de México, Enrique Urribarren.
El cambio climático es una realidad palpable en Querétaro, y en los próximos 13 años se espera que las precipitaciones en la zona central del país disminuyan entre cinco y 10 por ciento, agregó Urribarren en declaraciones al diario El Universal.
"Esto de las plagas es claramente un efecto del cambio climático, hasta la gente de aquí lo dice: con menos lluvia los bosques se han debilitado", señala a Tierramérica Martha Ruiz, directora de la reserva. "No sabemos qué hacer", reconoce.
Este tipo de problemas causados por el cambio climático en la fauna y la flora son el tema central del Día Internacional para la Diversidad Biológica, que se celebra el martes 22 de mayo.
Mientras, las únicas alternativas contra las plagas de Sierra Gorda son podar los árboles afectados, quemarlos o usar pesticidas. El primer método es impracticable por la gran cantidad de ejemplares involucrados, unos 400 por hectárea, y los otros dos fueron descartados por sus consecuencias contaminantes.
Para buscar soluciones, las autoridades de la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda celebrarán en agosto una reunión internacional de expertos en su sede, la ciudad de Jalpan de Serra, de 25.000 habitantes. Los representantes del Servicio Forestal de Estados Unidos estarán entre los principales participantes.
De momento, el gusano descortezador sigue avanzando. Construye pequeñas cámaras que llegan hasta los lugares donde circula la savia de los árboles, sobre todo pinos. Así corta la circulación de nutrientes, por lo que el árbol comienza a secarse y finalmente muere.
El muérdago, otro enemigo, es un tipo de parásito vegetal que se adhiere a los árboles, especialmente encinos y enebros, hasta destruirlos.
La larva barrenadora, en cambio, consume las semillas del pino piñonero (Pinus pinea, L.), afectando su reproducción. Las 5.000 hectáreas que hay de esta especie en la reserva están afectadas.
No sólo los árboles serán destruidos, habrá consecuencias directas sobre la rica fauna de Sierra Gorda, pues se perderá parte de su hábitat y se reducirán los volúmenes de captación de agua de los suelos.
En la reserva, donde 30 por ciento del territorio es propiedad comunal y el resto pertenece a dueños privados, habitan 360 especies de aves, 130 de mamíferos, 71 de reptiles y 23 de anfibios, además de decenas de otras aún no estudiadas. La riqueza de fauna y flora es tal que en Sierra Gorda hay, por ejemplo, más especies de mariposas que en Estados Unidos y Canadá juntos.
Por eso es catalogada como la reserva de más diversidad biológica de México. Allí confluyen vegetaciones de semidesierto, bosque de niebla, bosque templado y selvas bajas, en una topografía con profundas cavernas.
Hasta los años 80, la ganadería, la agricultura y la explotación maderera estuvieron fuera del control en la zona, una situación que comenzó a cambiar cuando, en 1989, habitantes locales constituyeron el no gubernamental Grupo Ecológico Sierra Gorda.
Esa organización, una de cuyas fundadoras fue la actual directora Ruiz, desplegó programas de educación ambiental, de reforestación, de protección y regeneración de la cubierta vegetal, de mejoramiento comunitario y de manejo de residuos sólidos.
Tales esfuerzos se vieron coronados con la declaratoria de reserva y la llegada de apoyos internacionales, entre ellos uno del Fondo para el Medio Ambiente Mundial que, a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, aportó 6,5 millones de dólares entre 2001 y este año.
Gracias a la combinación de esfuerzos públicos, no gubernamentales y de agencias internacionales, la fauna y la flora de Sierra Gorda empezaron a recuperarse.
Pero el ataque de las plagas pone en riesgo gran parte de lo conquistado.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 19 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.