En medio de los intensos combates en torno a los campos de adormidera en el sur de Afganistán, miles de jóvenes, pobres y sin empleo, se vuelcan hacia la conflictiva provincia de Helmand para recoger los bulbos de exuberante color verde que prometen para este año una abundante producción de opio.
La violencia en Afganistán, sobre todo en las meridionales provincias de Helmand y Kandahar, aumentó a niveles que no se habían registrado desde que el movimiento islamista Talibán fue desplazado del poder a fines de 2001.
A diario se registran ataques de los talibanes, que tienen como respuesta incursiones aéreas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), causando numerosas bajas entre la población civil.
Sin embargo, miles de empobrecidos campesinos de las provincias vecinas a Helmand trabajan en los verdes y bien cuidados campos de adormidera (clase de amapola que se utiliza para producir opio), que se extienden por kilómetros.
En las provincias de Helmand y Kandahar se cosecha alrededor de 40 por ciento de la producción total de Afganistán.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alrededor de 161.000 hectáreas han sido sembradas con adormidera este año, y se estima que rendirán más de 6.500 toneladas de opio.
Su valor de exportación es de 3.100 millones de dólares, aproximadamente la mitad del producto de la economía legal del país.
En Afganistán viven del cultivo 2,9 millones de personas, esto es, 12,6 por ciento de la población, según datos de la ONU.
Nasrullah, un joven de 18 años de la localidad de Qarabagh, en la provincia de Ghazni, ha pasado varias semanas en los campos de Nad Ali, un distrito plagado de insurgentes. Pero él no se muestra preocupado: "sin duda, Helmand es un lugar inestable, pero yo estoy desocupado y sin recursos. Acá tengo la oportunidad de ganar lo indispensable para vivir", explica.
Los ingresos de Nasrullah fueron aumentando a medida que ganó experiencia. "Somos un grupo de 23 jóvenes que trabajamos en turnos de cinco horas y nos pagan la comida. Cada uno de nosotros gana 800 afganis (aproximadamente 16 dólares) por día", dice, y agrega con una sonrisa: "Nada mal para alguien tan necesitado".
Gul Muhammad tiene 30 años y ya lleva un mes recogiendo la savia de los bulbos de adormidera. La extrema pobreza lo llevó a trabajar en un área donde los bombardeos y los enfrentamientos armados son rutina diaria, según dijo a la agencia de noticias independiente Pajhwok Afghan News.
"Soy la única fuente de ingresos de una familia de 18 miembros, y debo trabajar continuamente. En los últimos 20 días he ganado 18.000 afganis (360 dólares) perforando los bulbos para recoger la savia en el momento en que se vuelve sólida", agrega.
Según Muhammad, las condiciones de empleo son muy favorables este año. "También viene el año pasado, pero ahora la situación es completamente diferente. Los propietarios de campos que vinieron a buscar trabajadores prometieron muy atractivas remuneraciones a muchos jóvenes", afirma.
Un comerciante de Ghazni comentó que él envió 30 jóvenes a Helmand después de que le juraran que su seguridad no estaría en peligro. "Estaba preocupado por el deterioro de la situación", explicó Said Muhammad.
Las únicas quejas de los trabajadores son hacia las fuerzas de seguridad. Las acusan de tomar ventaja de su vulnerabilidad financiera y de pedir sobornos a los plantadores para no interferir con su actividad. Abdul Ghafoor, residente de Waghaz, denunció que le exigieron al propietario de un campo 10 dólares por cada jornalero que había contratado.
La producción de opio fue declarada ilegal en Afganistán. El gobierno ha intentado detener el tráfico de narcóticos erradicando los campos de cultivo, pero la cosecha en 2006 mostró un incremento de 59 por ciento respecto del año anterior. En la zona oriental de la provincia de Nangarhar, cultivadores de adormidera utilizaron armas para defender las plantas que garantizan la subsistencia de sus familias.
Aunque funcionarios afganos y de la ONU aseguran que los campos son erradicados manualmente, testigos en Nangarhar, Kunar y otras provincias orientales afirman haber visto aviones rociando las plantaciones en 2004. Según informaciones periodísticas, médicos en esas zonas adjudicaron un súbito brote de enfermedades respiratorias y de la piel a un "misterioso" agente químico que no pudieron identificar. No, hubo, sin embargo, confirmación oficial.
Mucho más preocupante resulta el problema de la adicción a las drogas. Según estimaciones que se consideran conservadoras, cerca de un millón de afganos consumen heroína.
El país adquirió notoriedad como fuente de dos tercios del opio que se produce en el mundo. Aproximadamente 95 por ciento de la heroína que llega a Gran Bretaña procede de Afganistán, pero los países más vulnerables son los limítrofes con los campos de cultivo: Kazajstán, Kyrgistán, Tayikistán y Uzbekistán. Estas naciones muestran la mayor tasa de contagio de sida en el mundo a causa del uso de drogas intravenosas, según la ONU.
El doctor Ahmad Shah Amarkhel, a cargo del centro de desintoxicación del Departamento de Salud Pública de Ghazni, señaló que los propietarios de campos y los cultivadores corren un riesgo similar de volverse adictos. Aproximadamente 2.000 personas visitaron el centro durante el año pasado.
"Para los jóvenes sin empleo, estos campos no son un ambiente de trabajo seguro. Tenemos que ofrecerles fuentes alternativas de trabajo para liberar a nuestra sociedad de la maldición de los narcóticos," afirmó.
Nasrullah, el trabajador rural adolescente de la provincia de Ghazni, descarta los temores del médico. Asegura que odia el desagradable aroma de la sustancia tóxica y que no piensa convertirse en adicto. "Igual que mis amigos, y otras personas que vinieron aquí, yo estoy en Helmand para ganarme la vida. Y nada más que eso", aseguró.
(* Publicada bajo un acuerdo con Pajhwok Afghan News)