Esperanza Santos Aranda, habitante de un barrio marginal de la capital paraguaya, logró transformarse de humilde vendedora de verduras en propietaria de un negocio de venta de ropa con un préstamo de 60 dólares.
Aranda vive en el Bañado Tacumbú, una zona de Asunción que muestra uno de los índices de pobreza más elevados de este país de seis millones de habitantes y sufre inundaciones todos los años por las crecidas del río Paraguay. Casada con un albañil sin empleo fijo, también debe mantener a su hija de 21 años, madre soltera.
Hace cuatro años, Aranda escuchó hablar de una organización comunitaria que otorgaba préstamos a bajo interés para montar pequeños negocios y no lo dudó: solicitó y obtuvo sin más trámites 60 dólares para abrir en su casa una pequeña tienda de venta de ropa.
El negocio prosperó hasta convertirse hoy en un comercio de referencia del barrio, que brinda a sus clientes la facilidad de pagar "en cómodas y largas cuotas", dice Aranda a IPS.
"Muchas veces acudí a los bancos y financieras para pedir créditos, pero nadie me quería prestar plata porque soy pobre o me pedían garantes y un montón de documentos", agrega.
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Ahora Aranda se provee de ropa en las tiendas de un mercado popular de Asunción, donde compra al mayoreo mercadería que llega desde Brasil o Argentina, generalmente de contrabando. Así "redondea" unos 200 dólares al mes, un poco por debajo del salario mínimo de 240 en la economía formal, pero cuatro veces el valor de la canasta básica de alimentos.
Aranda es una de las beneficiarias del Área de Créditos Solidarios (Acres) del no gubernamental "Centro de Ayuda Mutua Salud a todos" (Camsat), que funciona desde hace 17 años en el Bañado Tacumbú.
"Camsat surgió como una asociación con el propósito de emprender acciones que capaciten a las personas, que organicen al barrio, y que todo esto tenga como meta la superación de la pobreza", explica a IPS el sacerdote católico Pedro Velasco, quien impulsó la organización junto con voluntarios de la Pastoral Social de la Iglesia. La comisión directiva está formada por vecinos del barrio, electos en asamblea cada tres años.
Camsat estima, en base a un censo que realizó el año pasado, que 85 por ciento de los más de 10.000 pobladores de este barrio no tienen empleo formal. La mayoría realizan actividades precarias, recolección y reciclaje de basura, pesca y trabajos de "olería", fabricación de ladrillos y tejas. Del restante 15 por ciento empleado en la economía formal, sólo una décima parte cobra el salario mínimo de unos 240 dólares.
Unas 750 familias están asociadas a Camsat y pagan una cuota mensual de 3 centavos de dólar por la que obtienen atención médica, remedios en una farmacia social, clases de refuerzo escolar para los niños, ayuda alimentaria en un comedor infantil y cursos de capacitación en oficios para los adultos.
En febrero de este año, una publicación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), "Cuaderno de Desarrollo Humano", destacó a Camsat como un modelo de gestión pública y comunitaria por sus logros en cuanto a la organización ciudadana contra la pobreza. Treinta y ocho por ciento de la población paraguaya es pobre, según cifras oficiales.
El programa de créditos Acres es uno de los pilares de Camsat. Se inició en 2000 emulando la idea de Muhammad Yunus, un economista y banquero de Bangladesh, quien en la década de 1970 puso en práctica el concepto de microcrédito destinado a personas pobres y sin acceso a la banca comercial para que comenzaran sus pequeños negocios.
Yunus obtuvo el año pasado el Premio Nóbel de la Paz por su iniciativa, el Banco Grameen, o banco de los pobres.
El programa Acres beneficia actualmente a 650 pobladores y tiene un movimiento anual de unos 60.000 dólares. Presta a una tasa de interés de 1,6 por ciento anual y el grado de cumplimiento en la devolución de lo prestado es de 97 por ciento.
En Paraguay, las tasas de interés para préstamos están reguladas por el Banco Central y se sitúan entre 20 y 26 por ciento anual en los bancos y entre 25 y 30 por ciento anual en las financieras.
Los préstamos de Acres se otorgan a grupos de cinco personas, cada una de las cuales es codeudora solidaria, es decir que se compromete a pagar la deuda del otro. El microcrédito se inicia con 60 dólares, monto que puede ir creciendo a medida que la deuda se va saldando y el beneficiario adquiere antigüedad y buenas referencias.
Las cuotas se pagan en forma semanal y de acuerdo a las posibilidades de los clientes. Las ganancias derivadas de los intereses le permiten a Acres mantener el flujo de créditos, pagar los costos administrativos y asumir las deudas impagas.
Una peculiaridad de este programa es que no exige a los solicitantes cumplir con determinados requisitos ni firmar documentos: basta con un compromiso personal entre ambas partes. "Cuanto menos tenga, mejor. Porque aquel que no tiene nada es a quien nosotros queremos ayudar", dice el sacerdote Velasco.
Otro aspecto innovador es que el programa sale a la calle en busca de clientes. Los oficiales de crédito recorren el barrio permanentemente en busca de nuevas oportunidades de negocios para la gente y asesoran a los candidatos sobre las posibilidades de nuevas actividades.
"Somos más trabajadores sociales que empleados bancarios", bromea Zulma García, administradora de Acres, en diálogo con IPS.
El programa permitió a mucha gente humilde, sin acceso al sistema financiero, liberarse de prestamistas que cobran hasta un 30 por ciento semanal de interés, lo que convierte a esos créditos en una carga prácticamente impagable. Una de las iniciativas más interesantes surgidas a partir del crédito solidario es la panadería "Bañado Poty" (Flor del Bañado, en idioma guaraní), a cargo de una organización de mujeres del barrio. Esta empresa surgió en 2001 con un préstamo de 100 dólares. "El primer crédito que hicimos fue para la materia prima", cuenta a IPS Vicenta Rodríguez, coordinadora de la panadería.
El comercio emplea a 19 personas, la mayoría mujeres, y produce entre 600 y 800 kilogramos de panificados diarios, suficientes para abastecer a más de 90 por ciento de las tiendas de alimentos del barrio. La empresa tiene una facturación mensual de unos 8.000 dólares.
"Para las mujeres de la panadería, uno de los logros importantes de este proyecto es que ellas no salen a trabajar fuera de la comunidad y no dejan muchas horas solos a sus hijos", comenta Rodríguez.
El informe del PNUD destacó que la apertura de este negocio fue para las mujeres un paso fundamental para conseguir autonomía. Las asociadas "ahora conocen sus derechos, ellas se hacen respetar y le dicen al hombre: yo también tengo derechos, somos iguales", dice Rodríguez.
Los préstamos benefician a las familias en varios aspectos: uno de ellos es el incentivo para continuar los estudios. Así, se implementó un sistema de trabajo para alfabetizar adultos a través de una radio comunitaria que funciona en el barrio, iniciativa conjunta con la organización católica Fe y Alegría, que actúa en 14 países de América Latina en educación y promoción social y está en Paraguay desde 1992.
El principal desafío de Acres es crecer.
"Cuando teníamos 30 ó 40 grupos no nos manteníamos. A partir de 70 grupos, con los intereses ya empezamos a cubrir nuestros gastos y ahora con 130 grupos ya nos deja incluso una pequeña ganancia. Lamentablemente, no hemos tenido ninguna institución que nos dé un volumen de dinero relativamente interesante. Si tuviéramos una ayuda grande, eso nos permitiría estabilizar el área", dice García, la administradora del programa.
"Si pudiéramos mover anualmente 1.000 millones de guaraníes (200.000 dólares) con 300 grupos seguramente eso nos permitiría tener nuestra propia ganancia y expandirnos hacia otras áreas, como la vivienda, por ejemplo", agrega el sacerdote Velasco.