Mientras se aguarda la imposición de una veda global al comercio de marfil, defensores de los elefantes se esfuerzan por bloquear un nuevo cargamento de ese material a Japón y exigen controles internos más severos.
"Japón continuará siendo una plaza interesante para los comerciantes de marfil por su falta de regulaciones estrictas", dijo el abogado Masayuki Sakamoto, director de la Sociedad para la Protección de la Vida Silvestre (JWCS, por su sigla en inglés), una organización japonesa sin fines de lucro que hace campaña en contra del comercio de marfil.
"Sin controles efectivos, Japón es una amenaza directa para la población de elefantes del África", agregó.
Kenia impulsa una veda de 20 años al comercio de marfil. La propuesta será debatida por los 171 países miembros de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (Cites, por su sigla en inglés), que mantendrán su próxima reunión bienal en La Haya, Holanda, entre el 3 y el 15 de junio.
El encuentro está patrocinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Actualmente, bajo los términos de un acuerdo del año 2002, Japón puede recibir, con carácter extraordinario, 60 toneladas de marfil como único importador legalmente autorizado por la Cites.
Sakamoto, sin embargo, señaló nuevos casos de contrabando de marfil hacia Japón como prueba de un rentable flujo ilegal para exponer la necesidad urgente de nuevas reglas. Propuso, entre otras medidas, que se identifique y lleve a juicio a quienes violen la prohibición.
Asimismo, la base de datos del Ministerio de Economía y Comercio no permite reunir información suficiente para verificar las importaciones de colmillos de elefante despachados a Japón para elaborar tallas de marfil, indicó Sakamoto.
Los defensores de las especies en peligro también se quejan de una norma según la cual las personas no están obligadas a registrar todos los colmillos de elefante que poseen. De esta forma, quienes compran a los contrabandistas pueden declarar que ya poseían las piezas antes de la imposición de la veda mundial, alegan los conservacionistas.
El marfil africano en bruto es muy codiciado en Japón, donde los gruesos colmillos color crema se utilizan tradicionalmente para elaborar emblemas corporativos con tallados intrincados o sellos personales para validar documentos, en reemplazo de la firma autógrafa.
La mayor parte del marfil en bruto que se declara está monopolizado por un pequeño número de influyentes artesanos, que buscan colmillos enteros y de gran diámetro para manufacturar tallas más delicadas.
Los sellos de marfil ("hanko", en japonés) son aún muy requeridos por los más ricos y resultan así una fuente de ganancias importantes para quienes los producen: se llega a pagar más de 20.000 dólares por pieza.
Fumiko Nakao, una funcionaria del Ministerio de Ambiente, rechazó las críticas y afirmó que la decisión gubernamental de reanudar las importaciones apunta a colaborar con los países africanos, en sus esfuerzos para proteger a los elefantes.
"Japón se compromete a usar sólo marfil legal. Nuestras regulaciones se aplican estrictamente. Por eso descubrimos marfil de contrabando en nuestros puertos", agregó.
Sakamoto, el director del JWCS, señala que una investigación realizada con la ayuda de voluntarios permitió descubrir que la cantidad de marfil de contrabando incautado creció rápidamente durante el año pasado: seis cajas de material en bruto en 2006 frente a sólo una en 2005.
El caso más espectacular fue el decomiso en Osaka, en agosto pasado, de un cargamento de 2,8 toneladas de sellos y piezas cortadas de marfil, el más voluminoso hasta el momento.
El marfil procedía de un carguero que zarpó de Pusan, Corea del Sur, rumbo a Osaka, la cuna de la más antigua industria del hanko.
Una inspección del JCWS descubrió marcas en lengua suahili en los colmillos. El cargamento fue enviado a través de Malasia y Corea del Sur y, según denuncian los activistas, en el contrabando intervinieron tanto la mafia sudcoreana como la japonesa, que tiene fuertes conexiones con los artesanos del marfil.
Un miembro de la Asociación Japonesa de la Artesanía del Marfil con sede en Asakusa, una zona de Tokio en la que residen muchos artesanos, que no quiso dar su nombre, se negó a contestar preguntas sobre el comercio, pero aseguró que la entidad era contraria al contrabando.
"Enfrentamos muchos problemas. La veda en el comercio de marfil ha provocado una gran baja en el número de nuevos aprendices, porque la gente no ve ningún futuro en la industria. Aguardamos ansiosamente que en la reunión de Cites de junio se autorice un nuevo cargamento, añadió.
Los conservacionistas temen que el creciente poderío económico de China, donde la gente también utiliza sellos personales, lleve a un incremento del contrabando y ponga en un peligro aún mayor a los elefantes, particularmente en África.
Hideo Obara, un respetado biólogo y protector de la fauna, lamenta que la cuestión del marfil coloque nuevamente a Japón en una posición incómoda frente a otras naciones. El científico es también uno de los principales impulsores de la campaña para que su país abandone la cacería de ballenas.
"Tal como sucede con las ballenas, el marfil puede verse como una cuestión de orgullo nacional. Los sellos pueden hacerse sin problema de materiales más baratos y sustentables", señala.
"Al buscar cuotas de importación que mantengan la vieja costumbre de usar marfil para el hanko, la protección de los elefantes termina ignorada", concluyó Obara.