La paraguaya Josefina Samaniego no sabía que el agua podía tener sabor y color hasta que se mudó a la ciudad de Limpio, a unos 10 kilómetros de Asunción. El líquido extraído de los pozos de esa comunidad de 73.000 habitantes no es inodoro, ni incoloro, ni insípido.
El agua que consume Samaniego es rojiza, salada y huele a tierra fresca. Es producto de lo que los técnicos llaman la salinización del acuífero Patiño, un depósito natural de agua subterránea que abastece a más de dos millones de personas.
El acuífero Patiño abarca 1.173 kilómetros cuadrados en el sudoeste de la región Oriental de Paraguay. Se extiende bajo Asunción y su área metropolitana, todo el departamento Central y parte del de Paraguari, zona muy urbanizada y donde residen más de 38 por ciento de los seis millones de habitantes del país.
Es hermano menor del acuífero Guaraní, de 1,2 millones de kilómetros cuadrados, compartidos por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, una de las principales reservas de agua dulce del planeta.
La ubicación del Patiño es a la vez su mayor potencial y su peor peligro, explica al ser entrevistada Elena Benítez, directora de Recursos Hídricos de la Secretaría del Ambiente (Seam). La excesiva extracción ha producido el descenso del nivel del agua y el aumento sustancial de la contaminación.
Según estudios de la Seam, el nivel de agua del acuífero pierde en promedio medio metro por año.
La salinización es resultado directo de este proceso y afecta las zonas costeras del río Paraguay, que divide al país en dos regiones: Oriental y Occidental o Chaco. Esta última es árida y con alta salinidad.
La disminución del caudal del acuífero propicia la entrada de una corriente subterránea de agua salobre proveniente del Chaco en una compensación del déficit.
El problema es menor en la capital porque la proveedora estatal de agua, Empresa de Servicios Sanitarios, se abastece del río Paraguay, señala en entrevista Félix Villar, presidente de la Asociación Paraguaya de Recursos Hídricos (APRH). Pero el resto de los municipios extraen directamente agua del acuífero, a través de sistemas comunitarios, proveedoras privadas (aguaterías) o perforaciones domiciliarias.
Se calcula que en el área de influencia del Patiño operan unas 300 aguaterías y hay más de 1.500 perforaciones particulares.
«Me costó mucho acostumbrarme, pero ahora ya casi no siento» el sabor, relata Jerónima Villalba, mientras extrae agua de un pozo artesiano de 14 metros de profundidad en su vivienda del asentamiento Villa Flamenco, en Limpio.
Villalba es una de las pocas residentes de este barrio que todavía tienen un pozo artesiano. El resto de las casi 200 familias de Villa Flamenco se proveen de una aguatería privada, cuya planta de bombeo está ubicada varios kilómetros tierra adentro, donde el líquido «tiene mejor sabor», cuenta su vecina, Victoria Argaña.
Los habitantes se quejan de pagar cuotas cada vez más altas a las aguaterías, que se aprovechan del nulo control estatal para manejar el negocio a su antojo.
Samaniego afirma que, en el último año, su proveedora incrementó dos veces la tarifa mensual, de tres a cinco dólares. Esto podría parecer poco, pero el suministro sufre constantes cortes, que en ocasiones duran hasta una semana, y la calidad del servicio es deficiente, pues la presión a veces no es suficiente para llegar a la ducha.
Para los técnicos la salinización es un problema menor comparado con males más acuciantes.
«El problema mayor es la contaminación», declara Félix Carvallo, coordinador del estudio de políticas y manejo ambiental de aguas subterráneas en el Área Metropolitana de Asunción, que llevan adelante el Servicio Nacional de Saneamiento Ambiental (Senasa) y la Seam, con financiación de la cooperación japonesa.
Esta es la única iniciativa gubernamental destinada a elaborar un plan de gestión del agua. «Pero, a pesar de los esfuerzos, no se están logrando resultados positivos», reconoce Carvallo.
Un estudio de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de Asunción alertó en 2006 sobre el avance de la contaminación, principalmente por coliformes fecales. De las 100 muestras de agua analizadas, 34 por ciento tenían valores por encima de los límites aceptables para el consumo humano.
«Esto se debe a la falta de un sistema de alcantarillado sanitario. Las poblaciones del acuífero Patiño utilizan letrinas cuyos pozos ciegos dejan escapar los efluentes que penetran bajo tierra y llegan al agua subterránea», explica Carvallo.
Según el Senasa, apenas 23 por ciento de las viviendas de la zona del acuífero están conectadas a la red pública de saneamiento, mientras 77 por ciento eliminan sus efluentes en pozos ciegos que infiltran las aguas servidas al acuífero.
Otras fuentes contaminantes son los 36 vertederos de basura distribuidos en toda el área, cuyos líquidos de descomposición orgánica penetran el suelo y llegan a las napas de agua.
Los «pozos perforados son una ventana abierta a la contaminación», dice Amado Insfrán, de la no gubernamental Sobrevivencia – Amigos de la Tierra, entrevistado para este informe.
La falta de registros y control de los pozos, la creciente cantidad de empresas perforadoras y la ausencia de regulación estatal influyen para que este recurso limitado se degrade en capacidad y calidad, advirtió el técnico.
El parlamento paraguayo estudia un proyecto de ley de aguas que, según los técnicos, permitirá regular la explotación del recurso.
Pero empresas y sectores productivos se oponen a la ley, pues establecería el pago de derechos de uso y explotación de las aguas subterráneas.
«Lo más urgente es luchar contra la contaminación y la intrusión salina», con medidas concretas como ampliar la red de saneamiento, expandir la cobertura de la Essap y obligar a las empresas a optimizar sus niveles de consumo de agua, asegura Insfrán.
El gobierno no tiene planes al respecto. Sólo algunos municipios estudian proyectos para instalar desagües cloacales en sus distritos.
Mientras, el tiempo pasa para personas como Jerónima Villalba. Cada día, su pozo de agua se va llenando de sal. Y en poco tiempo tendrá que pagar los servicios de una aguatería.
«¿Querés probar?», dice y ofrece un vaso de agua de su pozo. El líquido tiene un sabor áspero, que el paladar no reconoce. Y agrega en tono jocoso: «Imaginate nomás que estás en la playa y tomás un poquito de agua de mar».
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales). Publicado originalmente el 5 de mayo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.