Con la combativa «no, no, no nos moverán» de cortina musical y carteles desafiantes como «la jerarquía puede cerrar un local, pero no la iglesia», los llamados curas pobres de un barrio periférico de la capital española volvieron a celebrar misa, violando una orden en contrario del arzobispado.
En la parroquia conocida como Iglesia de los Pobres se celebró en la víspera la misa de Pascuas de Resurrección, arropada por los fieles que llenaron el recinto y sus alrededores en la calle, a pesar de que la jerarquía católica de Madrid mantiene su decisión de cerrarla como lugar de culto.
El arzobispo Antonio Rouco Varela comunicó el lunes pasado a "los tres curas pobres" que dejaran de dar misa en ese templo, por incumplir las normas litúrgicas. Se trata de Javier Baeza, Pepe Díaz y Enrique de Castro, que están a cargo de la parroquia de San Carlos Borromeo, ubicada en el distrito municipal de Vallecas.
Las principales acusaciones contra ellos fueron celebrar misa sin sotana y dar la comunión con pedazos de pan en vez de la tradicional hostia.
Pero teólogos y analistas entienden que en la decisión del arzobispado pesa el hecho de que en San Carlos Borromeo se admiten musulmanes y ateos, se trabaja con sectores marginados de la sociedad y se practica la opción preferencia por los pobres, bandera de los seguidores de la Teología de la Liberación, la corriente nacida en los año 60 a influjo del Concilio Vaticano II.
El arzobispo también dispuso que el edificio en el que se encuentra instalada la parroquia sea traspasado a la organización no gubernamental Cáritas, integrada oficialmente en la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica para realizar actividades humanitarias, pero no religiosas.
Ante el enfrentamiento de posiciones, Raquel Mallavibarrena, profesora universitaria y directiva en España de la organización católica internacional Somos Iglesia en España, dijo a IPS que "lo lógico es que haya una mediación, que se dialogue y se llegue a un acuerdo".
Ese acuerdo, añadió, debe dar marcha atrás a la decisión de cerrar la parroquia e impedir que los tres sacerdotes den misa en ella "porque la gente los quiere y apoya. Si se mantiene la suspensión habría en la diócesis una tensión que llevaría mucho tiempo arreglar". "Necesitamos, en esa parroquia y en el resto del mundo, una Iglesia más participativa, democrática y sexopositiva, con un mayor compromiso y esfuerzos por la igualdad, social, de género y de las naciones", concluyó Mallavibarrena.
Contrariando la orden del arzobispado de que pasaran a desempeñar su sacerdocio en otra zona, Baeza, Díaz y De Castro oficiaron misa el domingo y dieron la comunión con pedacitos de pan.
Un grupo de vecinos colgaron carteles sobre el frente de la Iglesia. Uno de ellos rezaba "De aquí no se va nadie" y otro "La jerarquía puede cerrar un local, pero no la iglesia".
Al finalizar la celebración estalló un fuerte aplauso dentro y fuera del templo y los fieles cantaron con fuerza y ritmo "No, no, no nos moverán", una canción popularizada en Chile por simpatizantes del gobierno izquierdista de Salvador Allende (1970-1973), en especial cuando se avecinaba el golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet que lo derrocó a sangre y fuego.
De Castro señaló a los vecinos que estaban en la calle que a los obispos que dirigen la Iglesia Católica española "les preocupa que Jesús no acepta el poder, pero ellos lo tienen", en referencia a la decisión del arzobispado sin consultar a los fieles de la parroquia afectada y sin dialogar con sus sacerdotes.
En su opinión, "es imposible" que se llegue al cierre de la parroquia de San Carlos Borromeo, porque "deben ser escuchadas las personas" que todos los fines de semana se reúnen en ella, para participar en la misa y para realizar otras actividades sociales.
Esas "otras actividades" son a las que dedican más tiempo, tanto los sacerdotes como otras personas que los ayudan y consisten en atender a drogodependientes, desocupados y en los últimos años a una cantidad creciente de inmigrantes.
Por ello la asamblea de vecinos celebrada el jueves pasado emitió un comunicado señalando que, "como parroquia que se ha ido construyendo al encontrarnos muchas personas de distinto origen y condición, de distintos pueblos y culturas, de distintas confesiones religiosas, con planteamientos políticos, ideológicos y filosóficos diferentes, afirmamos que nos sentimos y somos parroquia".
Para esa comunidad, adicionaron "y para todos los que nos sentimos vinculados a ella, proclamar la fe es la atención al hermano pobre y pequeño, así como el encuentro en torno a la mesa de Jesús". Y culminaron solicitando al arzobispo "que acuda a nuestra comunidad para explicarnos esta decisión que no alcanzamos a entender".
Los sacerdotes, atendiendo a la situación y al ímpetu con que responden los vecinos, resolvieron entregar a esa asamblea las llaves del templo en cuestión, lo cual significa que, en caso de querer imponer su decisión, la jerarquía deberá forzar la puerta.
"El diálogo, solo el diálogo y el respetarnos mutuamente, es la solución", señaló José Hernández, uno de los participantes en la Asamblea.
Otra integrante de Somos Iglesia, Pepa Moleón declaró a la prensa que, "en contra de lo que quiere manifestar la jerarquía, la Iglesia de base es muy plural". "Las parroquias son mucho más que los curas, por mucho que las autoridades eclesiales sólo hablen con ellos", apuntó.
Julio Lois, sacerdote de otra iglesia ubicada a unas 12 cuadras de distancia en el Puente de Vallecas, sostuvo que la parroquia afectada "es el exponente de una corriente renovadora radicalizada, entendido esto en el sentido positivo, de tomarse en serio que el cristianismo tiene como destino ayudar a los más débiles".
Baeza, quien también habló con los fieles y un nutrido grupo de periodistas, entiende que "es el momento en el que muchos cristianos y muchas comunidades empiecen a reclamar su mayoría de edad".
Ahora se está a la espera de lo que decida finalmente el arzobispado de Madrid, si mantiene su postura o si se aviene a dialogar con los tres sacerdotes y con los vecinos.