REFUGIADOS-IRAQ: La fase oculta de la guerra

La ONU logró, al menos por unas horas, desviar la atención pública de los atentados y las bombas cotidianas en Iraq hacia otro aspecto del conflicto igualmente penoso, como es la situación humanitaria de casi cuatro millones de refugiados y desplazados internos.

El esfuerzo ímprobo de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) para hacer posar los ojos del mundo en la situación extrema de los refugiados iraquíes obtuvo un éxito relativo este miércoles en Ginebra, pese que coincidió con una de las jornadas más sangrientas en ese país del Medio Oriente desde que fue invadido en marzo de 2003 por fuerzas lideradas por Estados Unidos.

Despachos periodísticos señalaron que unas 170 personas murieron en cuatro atentados suicidas con bombas cometidos este miércoles en Iraq, un territorio en guerra donde el promedio de civiles muertos por la violencia cada día fue de 100 el año pasado, según datos suministrados por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), el portugués António Guterres, cree que la comunidad internacional tomó conciencia de la gravedad de la crisis y se ha comprometido a proteger y asistir a los iraquíes desplazados, así como también a compartir el peso de ese esfuerzo.

La conferencia en Ginebra con la participación de 450 delegados de más de 60 naciones, incluyendo miembros de organizaciones de la sociedad civil, finalizó este miércoles en Ginebra.
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Sin embargo, permanecerá invariable la ubicación de unos dos millones de iraquíes refugiados, que en su mayoría se encuentran radicados en los países vecinos, como Sira, donde se concentran más de un millón, y Jordania con 750.000.

Las naciones industrializadas desecharon la posibilidad de recibir contingentes de solicitantes de asilo iraquíes y sólo se mostraron dispuestas a respaldar con recursos financieros a Siria y Jordania.

Pero Bill Frelick, director de política de refugiados de la organización no gubernamental Human Rights Watch (HRW), reclamó una asistencia especial a Estados Unidos y a Gran Bretaña, los dos principales aliados de la coalición militar que ocupa Iraq.

Por un lado deberán aportar dinero para ayudar a construir escuelas e infraestructura de salud que permitan a los refugiados vivir con dignidad, sobre todo en Siria y Jordania, aunque también en otros países, como Líbano y Egipto, dijo Frelick a IPS.

El experto de HRW, con sede en Nueva York, demandó igualmente que las dos potencias militares asuman la responsabilidad de compartir el peso humanitario de la crisis, que incluye el aspecto del reasentamiento de los refugiados.

En ese sentido, Estados Unidos había declarado su decisión de recibir este año unos 7.000 refugiados iraquíes, pero probablemente sólo serán menos de la mitad, sostuvo Frelick.

A su vez, Sarah Orr, experta de la organización no gubernamental London Detainee Support Group, objetó la política del gobierno británico de detener a los solicitantes de asilo en lugar de permitirles que vivan en la comunidad.

Eso ocurre porque en Gran Bretaña existe enorme presión y disgusto con la gente que llega a ese país, dijo Orr a IPS. Ellos son personas traumatizadas por lo que les ha ocurrido en sus países y se debería esperar un trato humanitario, pero básicamente son considerados prisioneros, insistió.

Una elevada proporción de los alojados en los 10 centros de detención que existen en Gran Bretaña, creo que 30 por ciento, son iraquíes. Algunos permanecen detenidos por tres meses y otros por seis, indicó.

La situación de los grupos de refugiados que se encuentran en Iraq desde antes de la invasión, especialmente de unos 15.000 palestinos que Guterres describió "en un estado dramático", quedó sin resolverse al finalizar este miércoles la conferencia de dos días convocada en Ginebra por la ONU.

Fuentes de organizaciones de la sociedad civil dijeron que Estados Unidos procura interesar a gobiernos de América Latina para que reciban a contingentes de palestinos refugiados en Iraq.

La propia delegación estadounidense a la conferencia admitió que el gobierno de ese país ya ha sostenido contactos con las autoridades de Brasil con esa intención.

Participantes de la conferencia aceptaron que el problema central de Iraq es la violencia y que "la solución no es humanitaria sino política", como afirmó Guterres.

A su vez, el director general del CICR, Angelo Gnaedinger, reconoció que las acciones humanitarias "no apuntan a las causas de fondo de la situación dramática actual de Iraq".

Sin embargo, Guterres resaltó la voluntad del gobierno iraquí de apoyar a los ciudadanos de ese país forzados al exilio mediante la instalación de oficinas de atención en las capitales de Siria y Jordania.

El ministro de Relaciones Exteriores de Iraq, Hoshyar Zebari, reconoció que más y más gente huye cada día, en especial universitarios, médicos, científicos, ingenieros, funcionarios civiles y empresarios.

A pesar de ese cuadro, Guterres estimó que la integración de los dos millones de refugiados iraquíes en los países de asilo no constituye una opción y que la posibilidad del reasentamiento en otros destinos queda reservada a los más vulnerables.

Durante la conferencia, los participantes subrayaron que la solución preferida para la abrumadora mayoría de los refugiados es el retorno voluntario a su país. Pero, para ser realistas, esas condiciones todavía no están dadas, aceptó Guterres.

Antes de la conferencia de Ginebra había una conspiración mundial para omitir la dimensión humanitaria de la crisis en Iraq, dijo el Alto Comisionado del ONU. Sólo se veían los atentados y las bombas, pero no a los refugiados, insistió.

Pero en las sesiones se expresó profunda preocupación por la situación interna en Iraq y se llamó al gobierno de ese país y todas las partes pertinentes a buscar una solución basada en la reconciliación nacional, resumió el funcionario.

La oficina del Acnur designará un representante en Bagdad, una sede que había quedado vacante desde agosto de 2003, cuando un ataque con explosivos destruyó el edificio donde funcionaba y mató a 22 funcionarios, incluido el jefe de la misión, el brasileño Sergio Vieira de Mello.

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