A las potencias occidentales les preocupa el vínculo que desarrolla Hungría con Rusia, y en especial con la compañía estatal Gazprom, en momentos en que Europa trata de reducir su dependencia del gas natural ruso.
Tras una reunión con el presidente ruso Vladimir Putin, el primer ministro socialista húngaro Ferenc Gyurcsány fue acusado por la prensa occidental y la oposición de su país de apoyar el proyecto de gasoducto ruso Blue Stream.
Los críticos interpretaron el acercamiento de Putin y Gyurcsány como un sabotaje húngaro a los esfuerzos europeos de lograr la independencia energética respecto de Rusia.
El gasoducto, algunos de cuyos tramos ya están en funcionamiento, transportará gas natural ruso hacia Europa a través de Turquía, y podría convertir a Hungría en un centro de distribución regional.
Serbia, tradicional aliada de Rusia, compite con Hungría por el pasaje del gasoducto. Pero el territorio húngaro tiene como ventaja sus condiciones geológicas, que permiten almacenar grandes cantidades de gas natural.
Gazprom y Mol, la compañía energética húngara, ya planifican la construcción de una gran instalación de almacenamiento de gas natural allí. Para julio se prevé la finalización del un estudio de factibilidad.
Analistas occidentales consideran que Blue Stream compite con Nabucco, un proyecto de gasoducto de la Unión Europea (UE) que llevará gas al oeste del continente desde Medio Oriente a través de Bulgaria, Rumania y Hungría. Con esto, la UE espera diversificar sus fuentes de energía.
Nabucco, un proyecto de casi 6.675 millones de dólares cuya construcción todavía no comenzó, también podría transportar gas ruso. Blue Stream, en cambio, sólo suministrará fluido ruso.
Gyurcsány desestimó las acusaciones y hasta ahora se ha negado a apoyar uno u otro proyecto, con el argumento de que ambos son viables.
Esa posición causa malestar en Washington y en Bruselas, a los que no les satisface que Hungría asuma una política exterior que la vincule de manera independiente con países ajenos a la UE.
El primer ministro recordó a los críticos que el proyecto Nabucco estuvo en fase de planificación durante 10 años, y que los países europeos todavía no acordaron una política energética común. Tales declaraciones fueron interpretadas como una expresión de mayor confianza en el proyecto Blue Stream.
"¿Qué les voy a decir a los votantes húngaros si sigo esperando un plan que solamente existe en el papel durante largos años y perdemos la oportunidad frente a nosotros?", se preguntó Gyurcsány. "Los apartamentos no se calefaccionan con sueños", agregó.
Gyurcsány también señaló que la mayoría de los grandes países de la UE firmaron acuerdos a largo plazo para asegurarse el suministro de gas natural ruso.
Pero Europa, hoy el principal comprador de gas de ese origen, se muestra aprensiva por su creciente dependencia de la energía rusa, aunque analistas enfatizan que ambas partes son codependientes. Además, Nabucco dependería, mayormente, de Irán, país cuyo futuro en el mapa internacional es incierto.
Rusia fue acusada de usar Gazprom para ejercer influencia sobre sus vecinos. Analistas occidentales temen que Moscú pueda emplear la energía como una herramienta de política exterior, lo cual originaría enfrentamientos internacionales y una posible escasez de gas, como ocurrió con Ucrania en enero de 2006.
Los mismos analistas observan que Gazprom se esfuerza demasiado por expandirse a mercados extranjeros y demasiado poco en desarrollar su producción gasífera.
El partido opositor húngaro, el derechista Fidesz, también trajo el tema a colación, alentando una rápida reacción del lado ruso. Su presidente, Viktor Orbán, criticó al gabinete de Gyurcsány por alinearse con Rusia y traicionar los intereses de la UE.
Orbán comparó a Gazprom con la Unión Soviética, y habló de las diferencias entre la mentalidad rusa y la europea, para aludir a la supuesta falta de independencia de los actores del mercado ruso y al apoyo del estado ruso a monopolios en el país y en el exterior.
El embajador ruso en Hungría, Igor Savolskiy, presente en el acto en que Orbán realizó estas declaraciones, le recordó luego al público que el mundo está tratando con una nueva Rusia, abierta al mundo y a las negociaciones.
Savolskiy dijo a Orbán que "los partidos políticos no tienen lugar en las relaciones húngaro-rusas que se desarrollan de modo promisorio", y agregó que "los proveedores rusos preferirían retirarse si sienten incertidumbre en un mercado".
"¿Somos comprendidos?", concluyó el diplomático.
Funcionarios de los gobiernos húngaro y ruso expresaron en varias oportunidades su satisfacción con las relaciones económicas bilaterales en el pasado reciente.
Hungría todavía tiene con Rusia un déficit comercial de unos 4.138 millones de dólares, pero hace poco la balanza comercial viró a favor de Hungría, al cuadruplicarse las exportaciones de sus productos, en especial los agrícolas, mientras las exportaciones rusas aumentaban 27 por ciento.
Moscú también está satisfecho de hallar un socio racional en una región donde, debido a la dominación soviética del último siglo, prosperan las emociones antirrusas y el temor a los capitales de esa procedencia.
Una importante señal del lado húngaro fue la venta de su aerolínea nacional Malév a una compañía rusa.
Gyurcsány alega estar defendiendo los intereses nacionales húngaros, diversificando las exportaciones y asegurando los suministros energéticos del país a largo plazo. También llamó a concretar un exhaustivo acuerdo europeo-ruso en materia de energía.
Pero Hungría podría hallar otras maneras de diversificar sus fuentes, dijo a la prensa nacional Claude Mandil, director en jefe de la Agencia Internacional de Energía.
Mandil señaló que Hungría debería reducir su enorme consumo energético en hogares e industrias, y recomendó usar más fuentes de energía nuclear, hidroeléctrica y renovable.
Este punto de vista es apoyado por Igor Breitner, investigador de la Fundación József Antall. "Tenemos que considerar cambiarnos a fuentes alternativas y verdes. Es mejor unirnos al camino europeo que ser absolutamente dependientes del petróleo y el gas rusos. Esto podría ser muy peligroso", advirtió.
"En pocos años podría sobrevenir un cambio. La UE apoyará absolutamente cualquier intento de reducir nuestra dependencia", dijo Breitner a IPS.