La presunta polémica regional sobre desarrollar combustibles fósiles o biocombustibles fue sorteada por los mandatarios en la primera Cumbre Energética Sudamericana, afirmando que esas fuentes corresponden a experiencias nacionales distintas y complementarias.
Los ministros que prepararon el documento final de esta cita en el Caribe venezolano "establecieron algo fundamental: no hay oposición entre biocombustibles y combustibles fósiles, sino que hay complementariedad y experiencias nacionales distintas", dijo a periodistas Marco Aurelio García, asesor para asuntos internacionales del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva.
Lula y el anfitrión Hugo Chávez protagonizaron en las últimas semanas, a distancia, el debate sobre las bondades y perjuicios del etanol, biocarburante del que Brasil fabrica 17.300 millones de litros anuales a base de la caña de azúcar, casi tanto como Estados Unidos, primer productor mundial, utilizando granos de maíz.
El auge de los combustibles viene de la mano del encarecimiento del crudo y de su previsible agotamiento próximo, pero sobre todo de la confirmación científica de que la quema de petróleo, gas y carbón es factor principal del recalentamiento global causado por actividades humanas.
Washington y Brasilia pactaron el mes pasado desarrollar un gran mercado mundial para el etanol, que en el caso brasileño implicaría decuplicar su actual producción antes de una década, en tanto otros países latinoamericanos y africanos destinarían grandes extensiones de tierra a la siembra del insumo para el biocombustible.
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Cuando Lula selló el acuerdo con su par estadounidense George W. Bush, el gobernante cubano Fidel Castro habló de la "internacionalización del genocidio" implícita, a su juicio, en la siembra agrícola para producir combustibles en vez de alimentos para los centenares de millones de hambrientos en el mundo.
Chávez, aliado de Castro y cuyo gobierno había pactado con Cuba y Brasil destinar 270.000 hectáreas a desarrollos cañeros para producir etanol, dio entonces una primera "vuelta en U". Venezuela importa casi 30.000 barriles diarios de etanol (4,7 millones de litros) para mezclar con sus gasolinas.
El gobernante venezolano comenzó a criticar "la locura de producir alimentos pero no para la gente sino para los automóviles de los ricos", y sostuvo, antes de la Cumbre de Margarita, que los latinoamericanos deberían despreocuparse por las garantías en el suministro de energía, pues Venezuela ponía a su disposición el petróleo y gas que pudieran necesitar durante los próximos 100 años.
Pero la mayoría de los países de la región saludaron los planes de agricultura para producir biocombustibles. Argentina avanza en la producción de biodiésel, Uruguay y Chile expresaron gran interés, Colombia hizo un trato con Estados Unidos para incentivarla y Ecuador otro tanto con Brasil.
Antes de venir a la norteña Margarita, en el mar Caribe venezolano, Lula dijo "no entender todavía cuál es la base técnica o científica de las críticas" que Caracas y La Habana formularon, invocando razones "éticas y ambientales". Chávez advirtió que la expansión de la frontera agrícola no sólo liquidaría bosques, sino que amenazaría las existencias de agua dulce del planeta.
Como telón de fondo está la recia oposición política y diplomática entre Washington y Caracas, lo que no impide a Estados Unidos ser el primer cliente del petróleo venezolano y destino de la mitad de los 2,4 millones de barriles que exporta cada día este país sudamericano.
García resumió en Margarita la posición de Brasil, que se abrió paso hasta hacerse consenso: no hay oposición sino complementariedad entre los combustibles, y no se dejará de producir alimentos.
Brasil destina al etanol uno por ciento de sus tierras arables, y si duplicase esa superficie apenas comprometería dos por ciento, dijo García, si bien no explicó cómo se logrará el formidable aumento de productividad necesario para multiplicar por 10 o más la cantidad de etanol.
El acuerdo con Washington prevé cooperación para desarrollar la tecnología de la hidrólisis, que mejorará la productividad. Pero estudios encargados por el gobierno de Brasil calculan que esa técnica puede elevar hasta 40 por ciento la producción por hectárea de caña brasileña.
Las tierras brasileñas de labranza "no son amazónicas", por lo que los nuevos cultivos no comprometerán la selva, y en cambio pueden favorecer con empleos e ingresos a miles y miles de campesinos y trabajadores de la agroindustria, alegó García.
Finalmente, los países pueden a un tiempo disminuir su dependencia de combustibles importados e inclusive vender porcentajes de los biocombustibles, lo que ayudaría al equilibrio de las balanzas comerciales, según la óptica de Brasil.
Mientras sus ministros redactaban el documento final, los mandatarios en clima de consenso daban luz verde a otras iniciativas, como denominar Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) lo que hasta ahora se conocía como Comunidad Sudamericana de Naciones, presentada en sociedad en 2004.
La organización además se dotará de una secretaría permanente que tendrá su sede en Quito, convinieron los gobernantes en un diálogo informal que precedió la sesión formal de la Cumbre este martes, y a la cual asistieron los presidentes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Venezuela.
Los de Guyana, Perú, Surinam y Uruguay se hicieron representar por vicepresidentes o ministros.
Un Consejo Energético Sudamericano, a cargo de los despachos de Energía de cada gobierno, será el encargado de delinear estrategias convergentes de la región. Chávez propuso adoptar un Tratado Energético Sudamericano en pocos años, hasta establecer "un sistema de producción y suministro de energía segura para nuestros pueblos".
Según García, "si actuamos con inteligencia vamos a transformar América del Sur en la más grande potencia energética del mundo", pues la región dispone de petróleo, gas, hidroelectricidad, energía eólica, biocombustibles e incluso la fuente nuclear.
Esa potencialidad y la superación de las divergencias en los discursos fueron marcadas en vísperas de la Cumbre por los presidentes Lula y Chávez, al colocar la piedra fundacional de un complejo petroquímico en Barcelona, tierra firme frente a Margarita, teniendo como invitados a sus pares Evo Morales, de Bolivia, y Nicanor Duarte, de Paraguay.
La nueva petroquímica es un proyecto paritario venezolano-brasileño que costará 5.000 millones de dólares. La obra está a cargo de la empresa brasileña Braskem y la estatal venezolana Pequiven, y producirá desde 2009 varios millones de toneladas anuales de etileno, polietileno, polipropileno e insumos plásticos.
En cuanto a la polémica por el etanol, ya antes de la Cumbre Chávez había dado un giro a sus señalamientos, pues "lo que propone Estados Unidos es sustituir la gasolina con derivados del maíz, en tanto para Brasil son energías complementarias".
"Quiero aclarar que no estamos contra los biocombustibles, como ha mostrado cierta prensa, que llegó a hablar de una pelea entre Chávez y Lula", dijo este martes el venezolano, mientras el circuito cerrado de televisión de la Cumbre mostraba a un sonriente Lula escuchándolo.
"Los biocombustibles son una estrategia válida, siempre y cuando no se afecte la producción de alimentos, si se los extrae de la caña de azúcar o de la mamona" (tártago), dijo Chávez y agregó que podría comprar 200.000 barriles diarios del producto si lo emplease para mejorar las gasolinas de las refinerías que la estatal Petróleos de Venezuela opera en el país y en Estados Unidos.