El derechista Nicolas Sarkozy y la socialista Ségolène Royal iniciaron este lunes la carrera para ganar a votantes de centro, con miras a la segunda ronda de las elecciones presidenciales francesas el próximo 6 de mayo.
Sarkozy, de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), obtuvo 31,18 por ciento de los sufragios, frente a 25,87 de Royal, candidata del Partido Socialista en la primera vuelta de los comicios el domingo.
Los resultados tienen características sin precedentes.
En primer lugar, se destacó la amplia cosecha de Sarkozy en la primera ronda. El actual presidente Jacques Chirac, quien se retirará de la política el mes próximo, obtuvo apenas 19 por ciento de los votos en la primera vuelta de las elecciones que lo llevaron al cargo hace cinco años.
El domingo también se registró una masiva concurrencia a la urnas. A ellas acudieron 83,78 por ciento de los 44,5 millones de habilitados para sufragar
[related_articles]
En 2002, votaron apenas 29 por ciento de los habilitados. Esa baja participación fue entonces considerada una de las razones de la eliminación del candidato socialista Lionel Jospin y de la victoria en primera ronda del neofascista Jean-Marie Le Pen, quien luego perdería en la segunda ante Chirac, quien se quedó con 83 por ciento de los votos.
Esta vez, los candidatos más radicales quedaron eliminados en primera ronda. Precisamente, Le Pen, quien hace cinco años obtuvo 17 por ciento de los sufragios, recogió apenas 10,44 por ciento.
Los resultados del domingo perjudicaron más a las agrupaciones de izquierda. Las candidatas de los otrora poderosos Partido Comunista y Partido Verde, Marie George Buffet y Dominique Voynet respectivamente, obtuvieron cada uno menos de dos por ciento de los sufragios. El activista antiglobalización José Bové se quedó con apenas 1,32 por ciento.
La eliminación de los candidatos radicales sugiere que los electores franceses tienden hacia un nuevo sistema de partidos en el cual las fuerzas políticas se reparten entre unas pocas agrupaciones, como está ocurriendo en la mayoría de las naciones europeas.
Tras conocerse los resultados, casi todos los aspirantes de izquierda anunciaron su respaldo a Royal para asegurar que Sarkozy "no sea presidente", como declaró la candidata comunista Buffet.
Por su parte, Bové también describió al candidato de la UMP como "un hombre peligroso". "Llamo a todos los ciudadanos a unir fuerzas contra el triunfo de estas ideas de extrema derecha", indicó.
Pero esas adhesiones no serían suficientes para que Royal obtenga un triunfo el 6 de mayo. Tendrá, además, que atraer a los votantes del centrista François Bayrou, quien fue el tercero más votado con 18,57 por ciento de los sufragios.
Esa es una de las principales incógnitas de esta etapa intermedia, que ya comenzó en las sedes partidarias de los triunfadores.
Sarkozy es considerado un político de extrema derecha, en especial desde fines de 2005 por la forma en que, siendo ministro del Interior, reaccionó ante las violentas manifestaciones de jóvenes de origen extranjero en París y otras ciudades.
El entonces ministro calificó a los manifestantes de "escoria" y anunció que utilizaría una máquina industrial para limpiar las periferias de las ciudades, donde suelen asentarse los inmigrantes.
Como ministro del Interior, Sarkozy planificó la expulsión masiva de inmigrantes ilegales, y supo seducir al electorado de Le Pen con su propuesta de crear un ministerio de inmigración e identidad nacional.
Pero tras su triunfo del domingo, Sarkozy cambió de discurso y propuso "un sueño francés, que es el de una república fraterna para que todos encuentren un lugar, donde nadie tema al prójimo y donde la diversidad no sea más considerada una amenaza, sino una riqueza".
Por su parte, Royal llamó a los ciudadanos a apoyar su candidatura en dos semanas para crear "un orden justo".
Sarkozy y Royal representan a los dos partidos tradicionales, pero ambos prometen romper con sus respectivas historias recientes.
En ese sentido, algunos analistas advierten que ni Sarkozy es el heredero de Chirac ni Royal la del ex presidente François Mitterrand, quien gobernó el país entre 1981 y 1995.
Para el centrista Bayrou, "la enfermedad francesa es más grave de lo que ellos (derechistas y socialistas) piensan".
La idea de que la política francesa sufre una enfermedad terminal fue repetida por casi todos los candidatos a lo largo de la campaña. Sarkozy asegura que su oferta representa una "ruptura con el pasado", pese a haber sido ministro del Interior del actual gobierno.
Royal se convirtió en la candidata de los socialistas gracias a una campaña realizada por fuera de las estructuras partidarias y en base a contactos directos con los votantes. Pero ni Sarkozy ni ella han explicado cómo prevén reformar las instituciones políticas.
Algunos dirigentes del Partido Socialista abogaron por una democracia parlamentaria tradicional en vez del actual sistema presidencialista, pero no contaron con el apoyo de Royal.
Muchos analistas consideran que las reformas deben ser más profundas que la mera transferencia de poder de la figura presidencial al parlamento. En la actualidad, el poder político, económico y administrativo está fuertemente concentrado en París, dejando poco espacio a la planificación independiente de las provincias.
Ese centralismo es el responsable de que se hayan bloqueado todos los intentos de crear una estructura de gobierno federal. Una modesta iniciativa emprendida hace 30 años otorgó unos pocos poderes limitados a las provincias, pero no evitó la concentración de las decisiones en París.