Los precios del tabaco y la producción de Malawi caen, en medio de la presión de activistas que luchan contra el hábito de fumar y la debacle agrícola generalizada.
El país aún no ha avanzado en la promoción de cultivos que sustituyan su principal producto de exportación, al que sus habitantes denominan "oro verde". Históricamente, la hoja ha sido considerada la soga de la salvación económica en este país africano sin riquezas minerales.
Hasta 70 por ciento de las divisas extranjeras que ingresan en Malawi proceden de ese cultivo. Ochenta por ciento de los trabajadores están empleados en la industria tabacalera.
Esta nación de África austral concentra dos por ciento de la producción —y 20 por ciento de la variedad burley—, así como cinco por ciento de las ventas a nivel planetario, según el Banco Mundial.
La Asociación de Tabaco de Malawi (TAMA), que promueve y protege los intereses de los cultivadores, dice que este producto también representa 13 por ciento del producto interno bruto del país y 23 por ciento de la base impositiva.
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El origen de estos cultivos en el país africano se remonta a 1889, cuando fueron introducidos por inmigrantes procedentes del oriental estado estadounidense de Virginia.
En los últimos años, la industria tabacalera ha luchado por su supervivencia, amenazada por la campaña contra el vicio de fumar emprendida por activistas de salud pública liderados por la Organización Mundial de la Salud.
Otros desafíos para los productores de Malawi son la escasez de compradores y los bajos precios de las subastas, negociaciones habitualmente directas entre comprador y vendedor en torno de las condiciones de la transacción.
Los pequeños agricultores han quedado atrapados. Uno de ellos es Dongo Msiska, quien se ha dedicado a esta actividad la mayoría de sus 55 años.
Cuando tenía 24, se hizo cargo de las 50 hectáreas de su padre. La vida de su familia y las de sus 33 empleados dependen del tabaco.
En los últimos tres años, los ingresos de Msiska cayeron en picada, debido al descenso de los precios de base de las subastas. Desde entonces se vio obligado a reducir la producción a la mitad.
"No podía comprar suficientes insumos para la producción con el dinero que obtuve por el cultivo del año pasado. Debí reducir la producción y dejar ir a algunos de mis trabajadores", dijo.
Las tribulaciones de Msiska fueron consecuencia de la catastrófica caída de las ventas, que ascendió a 15 por ciento el año pasado, de 162 millones de dólares a 137 millones entre 2005 y 2006, según cálculos de la Comisión de Control del Tabaco (TCC).
El presidente de Malawi, Bingu wa Mutharika, él mismo agricultor, admitió que la industria tabacalera perdió viabilidad.
Mutharika, junto con los ministerios de Agricultura y de Comercio, urgieron a los cultivadores de tabaco a considerar como alternativas el algodón, la mandioca, la soja, las habas, productos lácteos y arroz, entre otras posibilidades.
Unos 40.000 agricultores siguieron esos consejos en los últimos seis años, según la TCC. Pero las propuestas de diversificación no impidieron a Mutharika continuar luchando por la supervivencia de la industria tabacalera.
El año pasado, el presidente acusó a los compradores de tabaco residentes en Malawi de conformar un cartel, y les advirtió que, si no mejoraban los precios de base en las subastas, deberían abandonar el país.
Mutharika impuso un precio mínimo de 110 centavos por kilogramo para las hojas de calidad estándar y de 170 centavos para las de calidad superior. Pero los compradores realizaron un exitoso boicot y obligaron al gobierno a admitir la derrota.
El presidente califica desde entonces a los compradores que desafiaron los precios básicos de "ladrones" y "explotadores".
Mientras, Malawi negocia con otros países africanos productores de tabaco —Mozambique, Tanzania, Zambia y Zimbabwe— un convenio de cooperación en mercadotectnia y para agregar mayor valor agregado a la hoja.
A pesar de la presión sobre la industria, la mayoría de los agricultores de Malawi, a través de TAMA, se mostraron reticentes a la estrategia de diversificación, porque el tabaco aún es el cultivo de mayor valor comercial.
El secretario ejecutivo de TAMA, Félix Mkumba, alega que el mercado de la hoja está garantizado, pues toda la producción se vende, aunque a bajos precios. "Aceptar la diversificación total será suicida", opinó.
En cambio, el experto David Mkwambisi, de la Facultad de Agricultura Bunda de la Universidad de Malawi, considera que el tabaco ya no es la columna vertebral de la economía nacional.
Mkwambisi lo atribuyó a que el gobierno y el sector privado no tomaron medidas para potenciar la producción. Por el contrario, los cultivadores fueron castigados con impuestos que no fueron reinvertidos en el sector.
El experto sostuvo que los problemas de la industria tabacalera mundial no constituyen la principal preocupación: la mayoría de las dificultades, según él, tienen su origen dentro de este país.
Mkwambisi también tiene dudas sobre la política oficial de diversificación. "El algodón fue identificado como un cultivo para reemplazar al tabaco, pero no se hizo nada para promoverlo", dijo.
"¿Por qué el presidente se apresuró a anunciar la diversificación? ¿Acaso tenemos mercados para el algodón, la mandioca, la soja y las habas? ¿Por qué deberíamos ampliar la agricultura hacia esos cultivos si aún no encontramos los mercados?", preguntó Mkwambisi.
También señaló que, aun sin tomar en cuenta las campañas mundiales de salud contra el tabaco, depender de un solo cultivo para el crecimiento económico supone una planificación extremadamente mala.
"Al depender solamente del tabaco, como país hemos caminado económicamente sobre un pretil muy fino", advirtió.
Mientras, la producción tabacalera de Malawi se desploma. La TCC señaló que el rendimiento del tabaco bajó 18 millones de kilogramos este año, hasta alcanzar los 140 millones.
Los compradores internacionales demandan 170 millones de kilogramos, lo que significa que Malawi tiene un déficit de 30 millones de kilogramos.